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Varias voces han dado la alerta a una situación que parece cernirse sobre la Biblioteca Nacional Ernesto J. Castillero. Según algunos, al final de la presente vigencia fiscal se espera una crisis por falta de fondos que llevará al despido del personal de esta institución y al traspaso de sus instalaciones al Ministerio de Cultura para que defina su futuro. Al parecer esta entidad quedará en un limbo que afectará su gestión llena de historia.
Este bien cultural quedaría a merced de decisiones políticas si los comentarios se cumplen, tal como se ha planteado en diversos sectores. Esto sería nefasto por el gran papel que ha caracterizado a la Biblioteca Nacional, concebida por la mente de hombres de la talla del presidente Porras y, luego estimulada por la iniciativa de Arnulfo Arias de darle un local cercano al palacio presidencial.
Irene Vallejo, autora del extraordinario libro El universo en un junco, manifiesta que, cuando se creó la gran Biblioteca de Alejandría, los monarcas estaban al tanto del acervo y se preocupaban por el incremento del haber bibliográfico. “Cada poco tiempo, el rey pasaba revista a los rollos de su colección con el mismo orgullo con el que pasaba revista a los desfiles militares”, afirma para explicar cómo se forjó la famosa colección.
Este interés de los dirigentes políticos por la cantidad de libros en un gran centro cultural y en especial, por el crecimiento de su tesoro editorial, establece un precedente que en el devenir del tiempo supuso una constante de registrar la memoria del paso de los hombres por el planeta y de guardar sus aportes intelectuales para determinar el peso que la labor creativa daba a los conglomerados humanos, a los pueblos y sociedades y que los definía.
“El hambre de libros desatada en Alejandría, afirma la filóloga zaragozana Vallejo, empezaba a convertirse en un brote de locura apasionada”. Existen diferentes hitos históricos; por ejemplo, los enciclopedistas durante el siglo XVIII, que buscaron “sistematizar y difundir el conocimiento acumulado hasta la época promoviendo la razón, el progreso y la autonomía del individuo para saciar un espíritu crítico y luchar contra la superstición y las estructuras anquilosadas de la sociedad”.
Estudiar el desenvolvimiento de un país a través de los episodios públicos, de diferente dimensión, crea escenarios basados en la realidad y en el desenvolvimiento de diferentes actores que dan sentido a la trascendencia. Este es el contenido de múltiples obras y todas ellas organizan un gran panorama que sirve para el estudio del desarrollo político y de las grandes acciones que se han concretado en diferentes disciplinas.
El papel que juega la biblioteca es precisamente dar hospedaje a tales trabajos, al esfuerzo de sistematización y a la custodia de las obras terminadas para que nuevas generaciones puedan investigar y reproducir los acontecimientos que dan sentido a la nación. Los materiales producidos pueden tener diferentes manifestaciones: libros, diarios y revistas, discos, películas, mapas y múltiples formas guardadas en los soportes que se preservan.
Es así como la Biblioteca Nacional ha sido ese gran custodio de una cultura que tiene un perfil especial. La historia del país y sus diferentes fases está allí guardada. En múltiples casos, este material sirve para la generación de nuevos enfoques, se descubren aspectos escondidos, perdidos en alguna publicación, en algún documento olvidado, cuya información aporta nuevos elementos para conocer un detalle traspapeladoo que puede cambiar el acontecer.
Las perspectivas de la Biblioteca Nacional no pueden constituir un misterio o un camino cerrado en que nadie explique con certeza lo que ocurre. Un silencio cómplice da pie a los más peregrinos comentarios y a suposiciones de dudosa veracidad. El discurso debe cambiarse y tomar decisiones que vayan en el sentido de poner a este valioso recurso cultural en paridad con los centros similares de los países más desarrollados.
No al manto de silencio. Abramos a la discusión que ilumine el futuro de una de las instituciones más significativas del pueblo panameño.