• 01/02/2011 01:00

El mundo de los gordos

No importa donde usted viva, en la ciudad o en el campo, si observa detenidamente revelará una dolorosa realidad: la gente es cada vez m...

No importa donde usted viva, en la ciudad o en el campo, si observa detenidamente revelará una dolorosa realidad: la gente es cada vez más gorda. Lo cierto es que las enfermedades relacionadas con la obesidad representan actualmente más del 15% de los costos en cuidados de salud, lo cual es importante comprender qué hay detrás de esta epidemia mundial y cómo puede detenerse antes de que produzca una crisis mayor en el sistema de salud pública. Afortunadamente, al igual que en otras áreas críticas de la sociedad, la ciencia de la economía puede darnos algunas soluciones.

Por ejemplo, el aumento de la obesidad se atribuye principalmente a la reducción en los precios de muchos productos de consumo y al incremento en el costo de consumir calorías, ambos subproductos de avances tecnológicos. Por un lado, el precio relativo de la comida y, por ende, de sus calorías es cada vez más bajo debido a las innovaciones en la industria agrícola en los últimos sesenta años. Y por otro, el peso de las personas es cada vez más alto como consecuencia de la reducción del esfuerzo físico en el trabajo y el hogar. La automatización ha creado riquezas y ayudado a aumentar los ingresos, pero también ha disparado el costo de quemar calorías. La revolución del ‘jogging’ en los años 70 y las sesiones aeróbicas en los 80 cambiaron el esfuerzo físico de una actividad laboral a una de diversión y entretenimiento, pero sólo para aquellas personas que disponían del tiempo y de recursos. Paralelamente, han surgido nuevas modalidades sedentarias como la televisión, los juegos de vídeo y otras actividades en la internet que contribuyen ahora con la obesidad en niños y jóvenes.

La economía puede explicar a través del modelo de incentivos la causa y los patrones de obesidad, así como también sus recientes aumentos. Los cambios en los precios marcan los patrones de consumo, y los demás factores como los biológicos, psicológicos y sociológicos influyen en la magnitud del cambio. Es improbable que en el futuro los precios relativos de comida suban o que en el trabajo requieran de mayor fortaleza muscular, pero es muy factible que los salarios sigan ascendiendo. Los países desarrollados con altas tasas de obesidad son precisamente aquellos donde las tecnologías hicieron que la comida fuera abundante y la gente sedentaria.

Igualmente, los programas educativos gubernamentales diseñados y dirigidos para reducir la obesidad no han tenido ninguno de los resultados esperados, porque sólo enfatizan en los peligros de la obesidad y en los mecanismos para evitarla. Las dietas y el ejercicio físico siempre han existido, y en el mercado abundan los programas de control de peso, y ninguno ha logrado los resultados que prometen. Lo que esto nos dice es que la falta de conocimiento no es la causa principal de la obesidad sino la falta de incentivos.

Lo que nos trae al punto inicial, que sólo a través de un cambio tecnológico podremos aspirar a solucionar la crisis de la obesidad. La Investigación y el Desarrollo (I&D) en el campo médico ha demostrado en el pasado ser una herramienta efectiva para el control de enfermedades cuando los cambios en conducta parecen ser costosos, como por ejemplo el reemplazo de cuarentenas por vacunas o de dietas bajas en colesterol por medicamentos. Los incentivos para lograrlo son inmensos y solamente hay que aprovecharlos. Hasta ahora, los inventos se han producido en la forma de cirugías especializadas, tales como el ‘bypass’ gástrico y las vendas estomacales, que han resultado ser las vías más rápidas para enfrentar los casos más críticos de obesidad, pero que aún necesitan perfeccionamiento y menos riesgos. Las nuevas tecnologías pudieran incluso reemplazar el mercado de $17 mil millones anuales del Lipitor, el medicamento más vendido en el mundo y que supuestamente disminuye los niveles de colesterol. Pero los obstáculos son muchos. La droga Onexa, fabricada por la casa Vivus, fue recientemente rechazada por la FDA y deja aún pendiente la entrada al mercado del primer medicamento para reducir la obesidad. De nuevo, los cambios tecnológicos, los mismos que originaron el problema de la obesidad, parecen ahora tener las mejores probabilidades de reducirlo, mucho más que cualquier fuerza de voluntad de los mismos obesos que han sido incapaces de resolverlo por su propia cuenta, cambiando hábitos de alimentación y haciendo ejercicios regularmente.

*EMPRESARIO

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