• 23/03/2011 01:00

Una ‘diplomática’ y sus aseveraciones

Desde hace un rato la prensa internacional y la nacional vienen publicando informaciones derivadas de apreciaciones vertidas por la ex e...

Desde hace un rato la prensa internacional y la nacional vienen publicando informaciones derivadas de apreciaciones vertidas por la ex embajadora de EE.UU. en Panamá, Bárbara Stephenson, contenidas en WikiLeaks. Los temas tratados por ella —no cabe duda— expresan una conducta fiscalizadora e interventora en los asuntos internos de Panamá, y dan fe incuestionable del papel de policía internacional que siguen jugando EE.UU.

Sus evaluaciones, y desde luego, el tono que se traslucen de ellas la convierten en una actora ‘eficiente’ de la política nacional. Con una posición definida, asumió un papel de crítica e impugnación a una serie de eventos políticos, con el agravante de calificarlos y situarlos según su muy especial apreciación.

Y, es que pareciera que la ex embajadora Stephenson, posesionada por encima de todos los poderes, como Catón el Censor, actuó al margen de su condición de no ser nacional panameña. Precisamente, cuando se asumen posiciones, como las que se revelan en las informaciones filtradas por WikiLeaks, realizadas por la diplomática, deja claramente establecido que más que la labor de construir relaciones bilaterales óptimas en diferentes ámbitos, se aprovechan esos espacios diplomáticos —como es el caso que nos ocupa— para establecer un cogobierno, caracterizados por criterios de imposición y sometimiento.

Las informaciones reveladas, independientemente, de la dirección política que tenga, y de la afectación que puedan hacer al gobierno o a la oposición deben recibirse con preocupación nacional. No se trata de asumir poses de sumisión o reverencia, porque se trataba de la opinión de una alta funcionaria de EE.UU.

Se trata de la reproducción de la conducta imperialista, que sigue teniendo a la América Latina como su patio trasero, lo cual siempre debe tenerse presente.

Difícil sería e imposible también que la conducta diplomática se diera a la inversa en el caso de América y EE.UU. De allí que la renuncia de los pueblos a su autodeterminación es el más grave de los actos que nacional alguno pueda realizar. Por ello, hay que rechazar categóricamente el comportamiento de la diplomática mencionada.

De la misma manera que Donald Trump, también norteamericano, ha sido cuestionado con muchísima razón de parte de los panameños, por sus desafortunadas declaraciones, un tanto igual debe hacerse con la ex embajadora, que con conocimiento de causa intervino —en su momento— en la vida íntima del país, aprovechándose del poder y de su condición de ciudadana del país mayormente ‘dominador del mundo’.

*DOCENTE UNIVERSITARIO.

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