• 13/04/2011 02:00

La verdad y solo la verdad

Ú ltimamente hemos recibido una cantidad impresionante de información contradictoria. Hay corrupción en la Policía Nacional; no hay corr...

Ú ltimamente hemos recibido una cantidad impresionante de información contradictoria. Hay corrupción en la Policía Nacional; no hay corrupción. Botellas en la Defensoría del Pueblo; no hay botellas. Complot para derrocar al presidente; no hubo complot. La minería nos beneficia; esa minería es dañina. Nueva Constitución es necesaria; no conviene en el ambiente actual. Es buena la educación sexual en las escuelas; esa educación es perjudicial. Abundan las coimas; no hay coimas. El agua es potable; no es potable. Asfalto es lo indicado para nuestras carreteras; el concreto es mejor en el trópico. La deuda pública es peligrosa; el monto es razonable. Las reformas electorales benefician a la democracia; no benefician. El magistrado cometió delito; no hubo delito. El ex presidente es un perseguido político; no hay persecución política. Etcétera.

Nos vemos inundados por una cantidad inmanejable de información, como el correo basura que, sin solicitarlo, nos llega por Internet. Muchas veces nos adelantamos imprudentemente a opinar sin un verdadero análisis y sin discernir lo suficiente para separar la brusca de la mies. ¿Cuál es la verdad y dónde encontrarla?

La información que originan los políticos es la que siempre nos debe crear suspicacias. Para la mayoría de ellos lo importante no estriba en divulgar la verdad; en todo caso, les sirve una media verdad que les brinde beneficio político para sí, aunque no se crean ni una palabra de lo que nos dicen. Se tiende a pensar que un candidato no debe ser cabalmente sincero con el electorado, porque, de serlo, eliminaría sus posibilidades de éxito. Ese temor y la tendencia a maquillar la verdad la traerá consigo al llegar al gobierno para entonces dorar la píldora, distraer la atención y ocultar lo malo.

Nunca dirá, como Churchill, que se requerirá ‘sudor, sangre y lágrimas’ para poder lograr el éxito; pintará todo color de rosa sin hacer alusión al esfuerzo requerido. El verdadero pecado de Nixon en la década de los años 70 fue mentir para tratar de controlar el daño causado por la incursión clandestina a las oficinas del tristemente famoso Watergate. Clinton también estuvo a un paso de lo mismo, no tanto por el hecho mismo de una relación extramarital que nada tenía que ver con su capacidad como estadista, sino por intentar una media verdad, en vivo y en directo ante las cámaras de televisión. Hubiese sido distinto si cada mandatario, de salida, hubiese aceptado su error y pedido disculpas, sobre todo cuando ambos habían mostrado logros importantes en sus respectivas administraciones.

Nuestros diputados no se quedan atrás en estas prácticas, porque están convencidos de que lo conveniente es decir lo que la gente quiere escuchar, independientemente de que sea cierto o no. Siendo la Cámara Legislativa el órgano político por excelencia, resulta prudente no confiar ni en la mitad de las declaraciones que allí se emiten, muchas veces adornadas con mucho histrionismo. Allí la consideración más importante será el color político del interlocutor, para entonces decidir cómo se presentarán los hechos y cómo se interpretarán, con sesgos favorables o desfavorables.

Mientras que resulta fuera de lo común escuchar verdades en el campo político, en materia jurídica debemos aguardar a que surja la verdad, luego que se hayan respetado todos los pasos que garanticen el derecho a la defensa cuando se formulan acusaciones de violaciones claramente establecidas por ley. Lo injusto en este campo consiste en otorgarle credibilidad a acusaciones y a alegatos antes de que hayan pasado por el tamiz de fiscales, jueces o jurados de conciencia competentes e intachables.

Si un ex presidente fuese legalmente culpable no es asunto a dilucidar en base a información plantada en el mercado público; si un magistrado fuese políticamente responsable sería materia de un juicio imparcial en la Asamblea. En estos y en otros casos necesitamos la verdad, solo la verdad y toda la verdad, pero propiciar su maquillaje sólo contribuiría a restarle credibilidad a los Órganos del Estado, imprescindible para merecerles el respeto ciudadano. Quizás sea mucho esperar.

*EX DIPUTADA DE LA REPÚBLICA.

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