• 10/05/2011 02:00

El poeta Javier Hernández y el 10 de mayo de 1951

El 10 de mayo de 1951, fueron asesinados el mayor Alfredo Lezcano Gómez, jefe de la Guardia Presidencial, y el capitán Juan Flores. A Le...

El 10 de mayo de 1951, fueron asesinados el mayor Alfredo Lezcano Gómez, jefe de la Guardia Presidencial, y el capitán Juan Flores. A Lezcano Gómez, unos señalan que fue el Doctor Arnulfo Arias Madrid, presidente de la República en ese momento, quien disparó al desobedecer Lezcano sus órdenes, otros señalan que el disparo que mató a Lezcano se da al momento que el Doctor Arias bajó las escalinatas a conversar con él, y le solicitó que subiera para tener una conversación, porque antes el presidente lo mandó a buscar, porque Lezcano Gómez no permitía la entrada ni salida de la Presidencia de nadie, y se negó a cumplir la orden del presidente.

Luego de dialogar con Lezcano, y en el momento que levanta el pie para subir las escalinatas Lezcano Gómez, sale un disparo de la parte de atrás. Es en ese momento, que emerge el nombre del joven estudiante Javier Hernández de 20 años, como el edecán y teniente coronel, nombrado por el Doctor Arias ‘en el fragor del combate’.

José A. Remón Cantera era el comandante de la Guardia Nacional. Alrededor de la una y treinta de la tarde del día 10 de mayo de 1951, tropas de la Policía Nacional pertrechadas con armas de combate, al mando del mayor Timoteo Meléndez, proceden a rodear el Palacio Presidencial. Meléndez es padre del capitán Juan ‘Juanchón’ Meléndez, quien es muy recordado en Bocas del Toro, durante su estadía antes, durante y después de las elecciones de 1968. Señala Guillermo Sánchez B., el 27 de diciembre de 2000 en La Prensa ‘que Torrijos encargó de los detalles de la represión —en Bocas del Toro, porque los jefes militares dividieron el país en áreas de represión— al capitán Juanchón Meléndez, un hombre corto de inteligencia y largo de crueldad. Cuando estuvo, años atrás, en Bocas, como jefe de zona, mandó a tumbar todos los árboles de Fruta de Pan de la ciudad con un argumento digno de él: ‘los bocatoreños no trabajan, porque tienen la comida a mano. Les basta echar una cuerda, sacar un pescado y bajar una fruta de pan. Si les mocho los árboles, se verán obligados a trabajar’. Con semejante pretexto, este tardío lector de Toynbee privó al ‘Bounty’ de su única justificación histórica’.

Mi amistad, a quien ha pasado a la Historia, tantos de hechos políticos, como el edecán teniente coronel y para las letras, como el Poeta Atómico, por su creación de lo que él ha bautizado como la Poesía Atómica Nuclear, se inició en el año 1984, en el antiguo café Boulevard Balboa.

Era común verlo llegar todas las mañanas tomar su mesa, deleitar su capuchino mientras lee los periódicos, y después, como un obrero y soldado de las letras, vender sus libros de poesías y su novela Las Garzas Cautivas, y por supuesto, con su dedicatoria de su puño y letra. En otras ocasiones, hemos coincidido en otros cafés de la Ciudad capital. Hoy asiste puntualmente al otro Café Boulevard.

En esta novela, recrea los hechos que se dieron en los sucesos del 10 de mayo de 1951. En la misma hay un prólogo del escritor peruano Juan Ruperto Ojeda Ojeda, quien llegó a Panamá en 1971, y al regresar a Perú ‘misteriosamente’ fue arrollado violentamente el 11 de noviembre de 1974, en la cuadra 23 de la avenida Arequipa en Perú, a los 30 años de edad.

Sobre el origen de su novela Las Garzas Cautivas, me señaló que ‘estando preso en la Cárcel Modelo por ser seguidor del Doctor Arias, después del Golpe de Estado del 11 de octubre de 1968, dado por el coronel Boris Martínez, empezó su escritura. Un primer borrador fue decomisado en una requisa, lo cual me costó 30 días de encierro en una de las recordadas mazmorras de la Modelo, porque era material subversivo. Esa nunca volvió aparecer, y después volví a reescribirla’. Su participación en los hechos del 9 de Enero de 1964, lo pude conocer, en un viaje que realicé el año pasado a Santa Fe, de Veraguas, y pude ver una foto, guardada celosamente por un maestro de la comunidad, quien me la mostró, y aparece el Poeta al lado de un grupo de personas, alrededor de un panameño que está esposado, la camisa rota, el cual aparentemente pudo escaparse de sus captores.

Un día le pregunté sobre su presencia en el Palacio, a raíz de unas investigaciones de los hechos del 10 de mayo, y me narró lo siguiente:

‘Era estudiante del Instituto Nacional, y desde las primeras horas de la mañana había rumores de que habían tensiones y movimientos en el Palacio Presidencial. Hacia allá me dirigí, y estando adentro, un profesor del Instituto me vio, y me dijo: ‘chiquillo del carajo, que haces aquí. Sal de aquí inmediatamente, que aquí no puedes estar’. Al bajar, estaba Lezcano Gómez y no dejaba salir a nadie. Presencié el momento en que bajó el Doctor Arias, quedó al lado suyo, y en el momento que subimos las escalinatas, se escuchó el disparo, y al caer Lezcano Gómez, el Doctor me dice. ‘Jovencito, Usted es mi Edecán con el rango de teniente coronel’. Sobre la leyenda de que el Doctor Arias disparó, me señalo que no, que no se supo el origen del disparo, pero en el momento que Lezcano Gómez accede a subir, al levantar el pie izquierdo, para seguir al Doctor Arias, se escuchó el disparo. El militar cuando va a levantar el pie para subir, tiende a agarrar su arma, y creo que fue lo que pasó’.

Recuerdo las palabras del Doctor Arias, cuando bajó las escalinatas, al lado de su esposa Ana Matilde Linares, que levantó su brazo derecho, mientras sostenía su saco en la mano izquierda, decir a sus copartidarios, como solo él sabía hacerlo, lo cual me conmovió:

‘Ustedes... copartidarios, cumplieron con su deber. Yo como mandatario, cumplí con el mío’. Seguidamente señalo a la gendarmería ahí presente levantando el tono de la voz y apuntando directamente al mayor Timoteo Meléndez le dijo: ‘Estos son unos Traidores... ¡Volveremos!’.

‘Estos hechos sangrientos y cobardes dejaron un saldo de 25 muertos, 300 heridos y 1000 militantes panameñistas en prisión entre ellos el Dr. Arias y su esposa Ana Matilde Linares de Arias’, recuerda el Poeta.

La fiel militancia arnulfista del Poeta Atómico la he observado durante todos los actos donde se recuerdan hechos arnulfistas, y por supuesto, los que asistan a estos actos de recordación en el día de hoy, verán al Poeta Atómico, por supuesto con su Boina Negra adornada de sus cuatro estrellas.

El Partido Arnulfista tiene una deuda con este fiel militante y tantos otros que han ofrendado su vida a la Patria, al igual que el Municipio de Panamá, a quien exhorto a que traslade la avenida de los Poetas, a la Cinta Costera, para hacer un Paseo de Los Poetas, y se comiencen a resaltar los nombres de los Poetas y Escritores panameños, para que las nuevas generaciones conozcan aunque sea el nombre de estos panameños.

Sirva este homenaje a mi amigo, el Poeta Atómico al cumplirse un cincuenta años del segundo derrocamiento del Doctor Arnulfo Arias Madrid.

*CONTADOR PÚBLICO AUTORIZADO Y FUE INVESTIGADOR DE LA COMISIÓN DE LA VERDAD DE PANAMÁ.

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