• 20/01/2012 01:00

María Carter, Pantalones

T oda sociedad tiene sus personajes emblemáticos. En el deporte, la cultura popular, la política, la truhanería, en fin. Son parte del p...

T oda sociedad tiene sus personajes emblemáticos. En el deporte, la cultura popular, la política, la truhanería, en fin. Son parte del pueblo profundo, y son tan antiguos como lo son los personajes de la picaresca española. ¿Quién, que haya tenido una educación secundaria decente, no se divirtió con las historias del Lazarillo de Tormes, sólo para citar un ejemplo?

Como toda sociedad, Panamá también tiene sus personajes que son parte del imaginario popular. Algunos son reales, otros pertenecen al folklore de nuestros campos. En esta última categoría ¿quién no ha escuchado hablar de la Tulivieja? O, volviendo a la realidad, que también se hace presente, tenemos a Pelúa, Chaflán, nombres conocidos para quienes peinamos canas donde había cabello, no importa el origen social. Hay otros personajes, menos rotundos, pero igualmente conocidos.

El policía del Parque Urracá, que era respetado por los chicos del barrio. O el corregidor de Calidonia, creo que le decían el Ñato González, personaje inclusive de programas radiales. ¿O el sargento Ramoncito, que se jubiló de subteniente? Era el guardián del orden en el desaparecido Teatro Ancón. Nunca lo vi, como a muchos de los personajes nombrados, pero era igual conocido.

Había otros nombres. El inmenso Cocoliso Tejada. A ese sí lo conocí, en Plaza Amador. Los Monarcas del Aire, programa conocidísimo de Radio Mía. Todavía anda por ahí alguno de sus personajes, el Chombito Kilroy, que llegó a ser concejal. Y el personaje de estas notas. María Carter. Para sus amigos, María Pantalones.

Dos pasiones identifican a María: su devoción a la Virgen del Carmen. Y su entrega al deporte de los barrios populares. La primera vez que vi a María Carter, yo era un niño y ella una mujer. La recuerdo vestida con un pantaloncito, no podía ser de otra manera, y camiseta ceñida al cuerpo. Rojo, con una campana del Partido Liberal pintada en la espalda. Y colgándole de su amplia anatomía trasera, una campanita roja que tintineaba al movimiento sinuoso de sus caderas.

María pedía a empresarios, políticos, religiosos, funcionarios, etc. donaciones en dinero o especie, que se convertían en juguetes para los niños pobres. Patines, ‘scooters’ mecánicos, pelotas, bates, uniformes deportivos, hasta bolsas de comida, etcétera. María le pedía a los ricos, y le daba a los pobres. Siendo ella, también, pobre de solemnidad. Al gobernante de turno, no importaba quién fuera, le pasaba el sombrero. No se le escapaba ninguno.

Dentro de su estilo, María es muy simpática, pero al mismo tiempo, respetuosa. Yo la traté desde que era adolescente y jugaba algunas veces ‘basket’ en el gimnasio Neco de la Guardia, frente al desaparecido Cuartel Central de la Guardia Nacional. Después la vi cuando era ejecutivo del Banco Nacional. Hablamos algunas veces, y me miraba y hablaba con respeto y distancia.

El año pasado la volví a ver cerca de la Plaza Bolívar, camino a la Presidencia. Estoy seguro que buscando fondos o juguetes para sus niños. Ya la figura que recordaba de niño, cuando la vi por vez primera ha dado paso a una mayor y maciza anatomía. El caminar cimbreante que vi, ha sido reemplazado por un lento y cansado desplazamiento. Y es que el dios Cronos, el Tiempo irreverente e igualador, no perdona.

Cuando vivía fuera de Panamá me enteré de que María quiso ser candidata a presidente de la República. Y entiendo que cumplía los requisitos que pide la Constitución. Mayor de 35 años de edad, en pleno goce de sus derechos ciudadanos. ¿Que fuera de origen humilde? La Constitución no lo prohíbe. ¿Que fuera negra? Tampoco es una limitante constitucional. De hecho, por lo menos dos ciudadanos negros han ocupado ese puesto. Carlos A. Mendoza y Tomás G. Duque. Ciertamente, en illo tempore. Pero así fue. ¿Que regalara a los pobres el dinero de otros que se lo donaban a ella? Tampoco era una limitante. Al contrario, creo que era, y sigue siendo, su gran atributo.

Sin embargo, María no pudo convencer a los convencionales de su partido de que tenía los méritos suficientes para ser presidente. Pero ella sigue siendo querida en sus barrios populares, vista con cariño por quienes le han ayudado, y todavía la verás en las festividades de la Virgen del Carmen, acercándose al altar con humildad y devoción, a presentar sus respetos a su venerada santa.

La verdad, yo admiro a María Pantalones, como ejemplo puro del sentir de la gente humilde de mi país.

Y gracias a Dios que sigue así, y no fue candidata a presidente. Creo que si hubiese ganado, se nos hubiese echado a perder.

PERIODISTA

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