• 07/01/2013 01:00

Líderes y oratoria

A muchas personas no nos gusta que nos digan a cada rato lo que hacen por nosotros. ‘Te presté dinero’, ‘Le compré zapatos a tus hijos’,...

A muchas personas no nos gusta que nos digan a cada rato lo que hacen por nosotros. ‘Te presté dinero’, ‘Le compré zapatos a tus hijos’, ‘Te ayudé con la renta’, ‘Te maté el hambre’... Echarnos en cara los favores. Eso no gana respeto, al contrario, genera resentimiento la constante repetición de que ‘Te estoy ayudando’, ‘Mira lo que he hecho por ti’. En las mejores familias eso ha traído rupturas insalvables. Cada cosa tiene su momento y la Nación busca dirección y liderazgo cuando se le habla. Este país, para avanzar, necesita un estadista. Algunos párrafos que siguen son de un artículo publicado hace dos años titulado: ¿Dónde quedó la oratoria?

Una de las características más importantes de los líderes más influyentes a lo largo de la historia, ha sido su oratoria. Los más reconocidos, y que provocaron cambios sustanciales en el destino de sus pueblos, fueron oradores excepcionales.

De los personajes actuales la profundidad de los mensajes, el estilo fluido, educativo y siempre visionario del presidente Barack Obama es, quizás hoy, el más elocuente de los principales actores del escenario mundial. Obama tiene inherencia directa en lo que dirá una vez enfrentado a un grupo de receptores a pesar de que la Casa Blanca tiene un equipo muy selecto de escritores para preparar sus discursos. Su reciente discurso ante los familiares de las víctimas de la matanza escolar en Newton, Connecticut, fue sencillamente emotivo, y solidario al mismo tiempo que puntual sobre su opinión respecto a las armas de fuego. Obama posee y emplea muy bien un estilo de oratoria y liderazgo que seguramente marcará decididamente en la historia de ese país.

Expertos historiadores han definido como trascendentales un muy selecto número de discursos que personajes, ya considerados históricos, han dado a lo largo del tiempo. Algunos en su totalidad y otros han cobrado especial importancia por extractos muy puntuales. Tom Clark, del periódico inglés The Guardian, escribió que: ‘… un discurso será realmente grandioso cuando concuerda con los tiempos en que es ofrecido (…) Muchos de los grandes discursos pintan un cuadro sobre cómo sería un mundo mejor’.

Para los norteamericanos, el discurso de Abraham Lincoln ‘The Gettysburg Address’ pronunciado el 19 de noviembre de 1863, en la inauguración del Cementerio Nacional de los Soldados en Pennsylvania, conjuntamente con ‘I Have a Dream’ de Martin Luther King, son considerados dos de los discursos más significativos para la historia de ese país.

Entregas que marcaron un cambio en la conducta y dejaron huellas en la memoria colectiva. Y el segmento muy puntual del discurso inaugural de 1961 del asesinado presidente John F. Kennedy, ‘No preguntes qué tu país puede hacer por ti; pregunta qué puedes hacer tú por tu país’, es una de las frases más conocidas alrededor del mundo por su valor de exaltación al servicio del país.

Estudiosos de la oratoria señalan como fundamental el discurso ‘Soy un Africano’ pronunciado el 8 de mayo de 1996, por Thabo Mbeki, entonces vicepresidente de Nelson Mandela, en razón de la nueva constitución de Suráfrica. Mbeki emotivamente acentuó que ‘Hoy, como Nación, mantenemos un silencio perceptible sobre los ancestros de las generaciones que hoy viven temerosas de admitir el horror de un hecho anterior, intentando borrar de nuestras memorias un evento cruel cuyo recuerdo debería enseñarnos a nunca volver a ser inhumanos’.

Si podemos dejar a un lado la descalificación y las pasiones políticas, se debe reconocer como importantes a varios personajes del pasado reciente por su oratoria, la sugerente de su pensamiento, su entrega y su capacidad de mover a las masas. Debemos notar como brillante la intervención del joven abogado Fidel Castro cuando en octubre de 1953 llevó a cabo su autodefensa titulada ‘La Historia me absolverá’.

Desde la profundidad de su alma, el 1 de abril de 1983, en la ceremonia de reversión de la estación de policía de Balboa en la antigua Zona del Canal, el doctor Jorge Illueca comenzó su discurso diciendo: ‘En el muro de la casa de un patriota panameño en nuestra capital, se halla grabada la frase de Joaquín Beleño que dice: ‘Quien siembra banderas, cosecha soberanía’. La reacción del público ante esa singular frase, quedó marcada para siempre en mí como fundamental para el fin de un capítulo que terminaba con la desaparición para siempre de esa fuerza represiva que dejó sus huellas en la memoria nacional por su participación el 9 de enero de 1964.

Desprendernos de la mezquindad para darle el valor histórico que se merece el discurso del General Omar Torrijos Herrera el 11 de octubre de 1971 en la Plaza 5 de Mayo cuando preguntó: ‘¿Qué pueblo de América o qué pueblo del mundo soporta que contiguo a su territorio exista un gobernador?, ¿a nombre de qué?, ¿y gobernador de qué?’. Incitador y llamando a la contextualización colectiva de un malestar, hasta entonces, a perpetuidad.

Los eventos de hoy en donde una figura pública pretender influir en la sociedad son ficticias, armadas por los ‘creativos’ para preparar la publicidad con audiencias contratadas para arengar y vitorear.

¿Dónde quedó la pasión por dominar el verbo para promover cambios verdaderamente significativos en la vida de las naciones?... ¿a dónde quedó la necesidad de convencer, mediante argumentos firmes, directos y persuasivos a los seguidores o a los indecisos?... ¿dónde quedó el valor de la palabra y de la oratoria?

COMUNICADOR SOCIAL

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