• 25/09/2013 02:00

Al cuarto aniversario de su partida

El transcurso inexorable del tiempo nos asoma esta semana al recuerdo del político que nos gobernó en circunstancias tan difíciles como ...

El transcurso inexorable del tiempo nos asoma esta semana al recuerdo del político que nos gobernó en circunstancias tan difíciles como las que sufrimos a raíz de los últimos meses del gobierno militar y después de la invasión norteamericana. Por sus dotes de verdadero estadista, supo gobernar con la sabia prudencia requerida para poder manejar un entorno naturalmente caldeado, propenso al desquite y a las represalias. Guillermo Endara logró que la gran mayoría de los panameños uniéramos energías en la ruta de la reconstrucción social, económica y política de la Nueva Democracia y lo hizo en un ambiente de trabajo honesto y de tranquilidad social.

Vendría bien no olvidar algunas de las características de su gobierno.

Entendió claramente que debía gobernar con el apoyo político de los grupos que adversaron al gobierno militar, pero de igual manera entendió que necesitaba la fiscalización de una firme oposición que señalara los desaciertos y las desviaciones del camino correcto. Integró su gabinete con individuos capaces y bien intencionados de partidos o grupos políticos afines y, como señal del sacrificio que debía implicar el servicio público para todos en su gobierno, tomó la inusual medida de rebajarse su propio salario y el de todos sus ministros. Esos señores y señoras no necesitaban sueldos altos para ser honrados.

Como abogado, que en el ejercicio de su profesión había sufrido la injusticia de ‘telefonazos’ que decidían controversias judiciales, nunca —y así se jactaba— interfirió con decisiones de la Corte Suprema de Justicia ni trató de influenciar a ningún magistrado.

Nunca compró a ningún legislador ni trató de lograr votos a cambio de prebendas emanadas del Ejecutivo, pero sí lo hacía mediante la discusión razonada sobre los méritos o deméritos de cualquier proyecto de legislación en la cual tuviese interés patriótico. Sus relaciones con la Asamblea fueron siempre de altura y sin triquiñuelas torcidas. Se vanagloriaba de tener un contralor de hierro que cuidaba como propias las arcas del Tesoro.

No aprovechó la Presidencia para hacer negocios y muchas veces comentó, con desprecio, sobre ofertas que algunos osados individuos se atrevieron proponerle, para ser rechazadas de plano. No ambicionaba ni el dinero ni los bienes materiales. Como él mismo lo aseguraba, salió de la Presidencia más pobre de lo que entró.

No participó en el proceso electoral que debía escoger su sucesor y dejó que las fuerzas políticas definieran su propio destino. Hizo jurar a todos los altos directivos de su gobierno que no interferirían ni a favor ni en contra de ningún candidato. Aunque el desenlace ineludible era previsible por la falta de acuerdos políticos, respetó las decisiones que los candidatos tomaron sin entremeterse en ellas.

Hace 20 años la campaña electoral, a pesar de haberse desarrollado con intensidad y energía, se caracterizó por el debate de ideas y propuestas en un ambiente de altura sin sobresaltos, sin insultos ni vulgaridades. Ese ambiente fue propiciado, sin duda, porque Guillermo Endara se mantuvo al margen. Recordemos los candidatos que se disputaron entonces el favor del millón y medio de electores: Ernesto Pérez Balladares, Mireya Moscoso, Rubén Blades, Rubén Darío Carles, Eduardo Vallarino, Samuel Lewis Galindo, José Salvador Muñoz. No hubo insultos entre ellos ni el presidente Endara se refirió a alguno en forma despectiva. ¿Por qué la conducta de ayer parece imposible hoy?

¡Cuánta falta nos hace un político y un gobernante como Pichulo! El contraste entre su prudencia y lo que hoy vivimos, es impresionante. El próximo 28 de septiembre recordémoslo especialmente y meditemos un instante sobre el Panamá político de Guillermo Endara y el de hoy.

*EX DIPUTADA DE LA REPÚBLICA.

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