• 28/12/2013 01:00

Otro nuevo año, suerte 2014

O tro año que pasa y nuevamente llegó la hora de prometer lo que sea, a sabiendas de que son promesas difíciles de cumplir. A eso de las...

O tro año que pasa y nuevamente llegó la hora de prometer lo que sea, a sabiendas de que son promesas difíciles de cumplir. A eso de las doce de la noche del año que se va, entre ron y baile, en los barrios populosos, el marido promete ser fiel, no volver a la Bombonera, bajarle al trago, votar por Cumberbacht, cumplir con sus compromisos económicos con la familia y echarse unas buenas parrandas por Diomedes; el hijo promete a la abuela dejar el crispí, no volver a la Joyita, renunciar a la pandilla, volver a estudiar y reconocer al hijo abandonado; la niña mayor promete cuidarse mejor, dedicarse a sus dos pelaos, culminar sus estudios universitarios, votar por Genaro y buscar un buen trabajo; la hija menor prometer terminar el bachillerato, no volver a cerrar calles y menos enmascarada; el hijo menor promete volver al estudio, llegar más a casa y formalizar su relación amorosa con la chacalita, ahora que está embarazada.

La familia de clase media también promete muchas cosas, los padres prometen tener más vigilancia hacia sus hijos, prometen bajarle el consumo a los casinos, a las bebidas alcohólicas y a la lotería, votar por Tito y por Roxana. Los hijos, respetar la autoridad de los padres, de los directivos del colegio, del policía de tránsito, del partido político donde milita y del pastor del barrio. El padre, promete cuidar su trabajo, cumplir con el horario laboral y no confiarse mucho del padrino político, votar por Mimito, y asegurar la beca universitaria al hijo menor y la botella para la querida. La mujer, promete hacer mejor la dieta, operarse las nalgas y bajarle a los senos que le quedaron muy grandes en la última operación, cuidar los nietos y bajarle más al chisme del barrio.

Las familias ricachonas tienen otras expectativas; la señora promete no insultar a la servidumbre y pagarle el decimotercero y las vacaciones, dejar el romance con el conductor, cumplir con el horario del empleo gubernamental y cobrar a tiempo su jubilación, visitar menos calle Uruguay, bajarle al shopping y visitar y donar más a menudo ropa y comida a los pobres; los señores prometen agrandar sus empresas, aumentar sus utilidades, visitar más a menudo a las queridas y cuidar sus perpetuos contratos con la nueva administración gubernamental; los hijos prometen conducir mejor y bajarle a las multas de tránsito, ir al mundial de fútbol en Brasil, departir y viajar menos con los del closet, bajar el consumo de drogas, usar siempre condón, trabajar de vez en cuando en la empresa de papi, y botar por el Bin bin. Las hijas prometen no hacerse más liposucción, gastar menos en gasolina y perfumes, ir más de seguido al semestre universitario, cuidarse del embarazo y evitar romances con los del gueto.

En el gueto, el padre jura dejar la marimba, ser consecuente con los del barrio, no pegarle a la mujer, dejar el seco y no robar más carteras en la central. La mujer promete cuidarse más, comer más, ir al oncológico, dejar el yuyu, lavar y planchar más ropa este nuevo año. El hijo promete dormir más en casa, confiar más en los parces, cambiar la herramienta por una más moderna, tatuarse los testículos, ser más cauto con los tumbes y rendirle homenaje perenne a Mandela y a Bob Marly. La hija promete buscar un marido con plata, cuidarse más el pelo, dejar de ser grosera con los vecinos y pedirle más plata y trabajo a pancho.

A todas estas, la familia de los políticos también prometen cosas, el padre promete cumplir todo lo prometido en campaña, desarrollar todos los proyectos populares y ganar las elecciones. La señora promete apoyar al marido, acompañarlo en todas las manifestaciones, hablar pausadamente y tener una sonrisa permanente en toda la campaña. El hijo promete ayudar con sus amigos al padre en las elecciones, portarse juicioso y no caer en nada malo mientras se está en campaña. La hija apuesta todo por el triunfo del padre, promete ser ejemplo para todas las familias del país y tener hijos a los treinta y cinco años.

Este año 2014, que se pondrá caliente hasta mayo, seguro que nos deparará sorpresas y sorprendidos, las elecciones tomarán control sobre nuestras vidas, dejaremos amigos y enemigos producto de la decisión que tomemos en estas elecciones. Lo importante es que todos ganemos, que todo se reparta equitativamente y que todos podamos mejorar nuestro bienestar social. Panamá se lo merece, hagamos un buen y mejor ejercicio electoral, que prime la razón por encima de la pasión.

ECONOMISTA.

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