El lente detrás de la invasión a Panamá

–‘¡Coño, salieron antes que nosotros!’, fue lo primero que pensé cuando llegamos al Marriot (hoy Sheraton) y no vi el carro de NBC.

–‘¡Coño, salieron antes que nosotros!’, fue lo primero que pensé cuando llegamos al Marriot (hoy Sheraton) y no vi el carro de NBC.

En medio de las balas, la confusión y el miedo que existía el 20 de diciembre de 1989, Alex Carbonell, camarógrafo para la extinta agencia inglesa Worldwide Television News (WTN), estaba más preocupado en que los otros medios extranjeros no se le adelantaran y enviaran imágenes de lo que sucedía en Panamá. Lo que no sabía es que esa noche estaba de suerte.

–El Marriot era la base de operaciones de la prensa extranjera en el país. En el piso 17 estaban nuestras oficinas– explica Carbonell–. La prensa extranjera había instalado un pool donde teníamos un equipo de microondas que nos permitía enviar el material editado a Internacional de Telecomunicaciones por Satélite (Intercomsa).

–Para cuando logramos entrar al hotel, nos dimos cuenta de que ya había huéspedes acostados en el piso del lobby y que estaban bajando a los empleados. ‘¿A qué regresamos, Dios mío?’– se preguntó mientras observaba la escena.

19 DE DICIEMBRE

–Están cayendo muchos aviones en Howard– le dijo alguien a Alex Carbonell en la mañana del 19 de diciembre– se escucha mucho ruido. CNN reportó que aviones estaban saliendo de unas bases en EEUU hacia Panamá como parte de una maniobra grande.

–En la noche del 19 estaba todavía en la oficina– recuerda el panameño– me enteré de que a una gente de AP le habían quitado el tape en Howard– esta información lo impulsó a ir para la base a ver qué pasaba–. Me fui con la periodista de NBC Radio, Laura Bloom, para la base, pero sin equipo. Eran cerca de las 11:00 p.m.

–El ruido que se escuchaba cuando uno llegaba a Howard no era normal. Había mucho movimiento. En un campo donde jugaban fútbol había muchos helicópteros.

Aunque no había luna esa noche y era difícil ver con claridad, Carbonell dice que ‘lograba ver las siluetas de los pilotos dentro de los helicópteros’, algo que llamó mucho su atención.

Tras cruzar por Howard, llegaron a una garita que había para pasar a Veracruz. Al hacer el alto obligatorio, el militar les recomendó que no siguieran porque había miembros de las Fuerzas de Defensa en la montaña. Tras la sugerencia, dieron la vuelta y se estacionaron en una gasolinera.

–Nos quedamos ahí; pero como no había movimiento, nos fuimos. ‘Son 10 para las 12:00 p.m., es tarde, regresemos’, le dije a Bloom. Íbamos saliendo de Howard cuando frente a nosotros pasa un convoy y se van bajando los soldados para tomar posición.

Mientras regresaban, la soledad del camino les llamó la atención: ‘El puente de Las Américas estaba vacío’. Su sorpresa aumentó cuando ingresaron a territorio panameño:

–Al llegar a El Chorillo todas las calles estaban bloqueadas. Habían camiones de ‘Acción Cívica’, trucks, buses; no había forma de ingresar a Panamá. El silencio y la oscuridad eran muy profundos. Ya para ese momento habían dado las 12– comenta el entrevistado.

Con la certeza de que ‘algo estaba pasando’, Bloom y Carbonell continuaron manejando. Quisieron tomar la avenida Nacional, mas no pudieron porque un carro de la Policía bloqueaba la calle.

De repente, un mensaje de beeper llegó de su casa: ‘Trae pañales, y llama urgentemente a Nueva York’.

–Yo paré en el Rey de la Vía España a comprar los pañales. Estaba pagando, cuando se escucha el ‘boom...boom... boom...’– dice imitando el sonido de las bombas–.

Afuera se encontró con una escena incongruente : ‘Parecía que en la calle estaban jugando a los carritos chocones. Se formó la locura’.

GUERRA FRÍA

‘Todo el mundo sabía que algo iba a pasar; pero nadie esperaba que realmente sucediera. Los estadounidenses son nuestros amigos, nuestros aliados ¿cómo nos van a invadir?’.

Luego de las elecciones de 1989 hubo un tiempo de ‘tensa calma’, pero manchada por varios sucesos ‘extraños’.

La última de una serie de intimidaciones entre Panamá y EEUU ocurrió el 16 de diciembre cuando ‘un carro pasó frente al Cuartel Central y, al no atender la voz de alto, le dispararon. ‘Ahí murieron dos soldados. Fue algo muy confuso’.

DE VUELTA, EN EL HOTEL

Si todo mundo estaba bajando, ¿cómo subir hasta el piso 17 y rescatar su herramienta de trabajo? Nuevamente la diosa fortuna estaría con él:

–De repente veo a una editora norteamericana de NBC que estaba con la gente en el piso. En ese instante, me fijo en el elevador y veo bajar a mis amigos de NBC. ‘¡Vaya!, aquí están todavía’, pensó el corresponsal de WTNA con alivio mientras se acostaba en el piso.

‘Están invadiendo... están matando a los panameños... a las mujeres y niños... los gringos...’ gritaban los policías panameños que corrían cubiertos por pasamontañas, de un lado a otro de la recepción.

Las unidades panameñas se negaban a explicarles qué pasaba. En medio de las interrogantes alguien gritó: ‘¿Quiénes son estadounidenses?’, recuerda Carbonell. Inmediatamente Bloom, la periodista de ABC Radio que había llegado al Marriot con él levantó la mano.

–Ella sabía español y levantó la mano de una vez. Los militares se llevaron a todos los gringos. ‘La van a matar’, fue lo primero que pensé– confiesa el periodista gráfico. Después se enterarían que se la retuvieron hasta las 3:00 a.m. en una casa cercana; pero nada más.

Su reflexión fue interrumpida cuando escuchó el grito de ‘¡Tanquetas, tanquetas!’. El aviso propició que ‘se formara la gritadera’.

–Aquí vamos a morir por los vidrios y no por las balas– fue lo primero que le vino a la mente al ver el caos que se originó– La fuerza panameña ni sabía que pasaba– añade–, pues de repente alguien grita: ‘es nuestra, es nuestra’. Tras esto, nos movieron a todos a una esquina.

‘En ese momento fue que se dieron cuenta de que lo que estaba sucediendo era algo masivo’. Antes de irse, las autoridades locales, ‘nos enviaron al Gran Salón’.

–Al rato, finalmente, informaron que ya todos se habían ido. Yo aproveché y le dije a mi sonidista, Héctor Ramírez, que subiéramos a buscar el equipo. Llegamos a la habitación y Héctor me advierte: ‘¡no enciendas la luz, no vaya a ser que lo vean a lo lejos y regresen!’.

–Abrimos las cortinas un poco y solo se veían las luces rojas de las perseguidoras panameñas y las verdes de los chasers americanos.

Carbonell aprovechó para llamar a su casa y para comunicarse con sus superiores en Nueva York:

–¿Tú puedes salir?– le preguntaron sus jefes.

–No voy a salir, no sé qué está pasando. Si salgo me van a matar por ahí– les respondió.

–Bueno, trata de grabar algo desde ahí– le dijeron desde el otro lado de la línea.

‘La noche era muy oscura, no había luna’, recuerda nuevamente Carbonell. A pesar de eso, él y el sonidista abrieron un poco más la cortina y empezaron a grabar lo que había a su alrededor.

–Lo único que se veía eran siluetas. Veíamos a los helicópteros que tenían un tiroteo en Paitilla.

‘EL AMANECER DE UNA DURA NOCHE’

‘No tenemos nada de material, ¿qué hacemos?’ era la pregunta que se hacían él y Ramírez para cuando ‘unos amigos’ llegaron y les dijeron que ‘en el cuartel de Panamá Viejo hay un tiroteo’. Estaba por amanecer.

–¡Vamos para allá!– respondió inmediatamente– Nos fuimos Héctor, el camarógrafo de ABC y el chofer para allá. Nos bajamos por La Morelos.

‘Debemos ir con cuidado, porque de lejos una cámara puede parecer que llevamos una bazooka en el hombro’, les advirtió el cámara panameño al resto del grupo.

–Era como una escena sacada de una película– reflexiona Carbonell–: Los helicópteros flotando casi a ras del suelo, los soldados con la lama hasta la cintura, porque los gringos calcularon mal y pensaban que eso era arena . Cuando los militares saltaban del helicóptero, quedaban hundidos. Del otro lado, escondidos, estaba la gente de Panamá Viejo, los civiles, observando. Como los soldados estaban atascados, trajeron sogas y los sacaron de la lama.

Luego de un rato, ‘avanzamos porque ya nos habían identificado’.

Entonces, observó la escena que lo consagraría y que, como el mismo acepta, ‘se convertiría en una de las imágenes clásicas de la invasión: Los helicópteros al amanecer entrando por Panamá Viejo.

–De repente, me giro, y veo a los helicópteros, negros, con el sol atrás que está saliendo, de fondo. Mi colega de la ABC y yo empezamos a grabar. Cuando los helicópteros van por Panamá Viejo, comienzan a disparar. Ante la situación, ordena a su comitiva que es hora de regresar al hotel.

El Marriot parecía un mercado: ‘El que me dé $20 mil por esta tomas se lo lleva; ¿quién da $25 mil? ¿Quién da más?’.

‘Mientras se ponen de acuerdo, yo me voy’, se dijo a si mismo y subió a editar.

–Armé mi material. Ya estaba terminando cuando me dicen: ‘espera que vienen llegando un vídeo de El Chorrillo’.

Pasaban los minutos, y el pietaje no llegaba. Impulsado también por los rumores de que la Policía iba a ingresar nuevamente al Hotel, Carbonell decidió no esperar más e irse a Intercomsa a enviar su vídeo.

Acompañado por Bloom y Hernández, llegaron a la compañía que brindaba el servicio de satélite, ubicada en Plaza Regency. Rondando el lugar, habían unos dos civiles armados. Por precaución el camarógrafo le pidió a la periodista que se guardara la cinta en su cartera y al sonidista que se quedara abajo para que les avisara por si algo ocurría.

–Subimos al tercer piso. Al entrar el muchacho me dice: ‘El satélite está abierto; pero antes debo ver tu material’– cuenta el corresponsal para Panamá de WTNA– ‘¡Qué vas a ver mi material’ le reclamé. ‘Mentira, mentira; es relajo’, me contestó el muchacho.

Una vez pasado el chasco, Carbonell llamó a Nueva York:

–Estoy aquí, satélite, ¿qué hago?– le preguntó el panameño.

–¿Estás listo para enviar?– Fue la respuesta que recibió de Nueva York y tras la cual el camarógrafo metió el casete en el equipo y pulsó la opción de avanzar la cinta.

–¿Tú estás solo?– fue lo siguiente que escuchó Alex Carbonell una vez comenzaron a correr las imágenes.

–Afuera está la productora de CBS

–¡No toques el casete por nada del mundo!– le ordenaron desde Nueva York– estamos transmitiendo en directo a nivel mundial. Son las primeras imágenes que salen de Panamá– le explicaron los jefes.

No hay duda: Esa noche, Alex Carbonell estaba de racha.

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