La razón y la ausencia de ego como grandes virtudes políticas

Actualizado
  • 15/07/2020 00:00
Creado
  • 15/07/2020 00:00
'Algunos jefes de Estado han dejado al descubierto su talante autoritario, otros han sido rebasados por la crisis y unos más han demostrado que hacen de la razón y la moderación una de sus virtudes políticas'

A medida que avanza la pandemia del nuevo coronavirus también han ido decantándose estilos de gobierno. Algunos jefes de Estado han dejado al descubierto su talante autoritario, otros han sido rebasados por la crisis y unos más han demostrado que hacen de la razón y la moderación una de sus virtudes políticas. No se han dejado dominar por sus egos, sino por un sentido de responsabilidad frente a sus conciudadanos.

En su obra, El ego es el enemigo, Ryan Holiday analiza en 250 páginas los ciclos de los políticos que alcanzan puestos de relevancia y poder. El ego se convierte en un enemigo porque distorsiona la realidad, limita la conciencia de sus oportunidades, obstruye el trabajo en equipo y dificulta la posibilidad de construir relaciones basadas en lealtad y apoyo mutuo.

Un político con problemas de ego es incapaz de recibir consejos u opiniones que no provengan de su círculo de amigos y aduladores. Es lo que Holiday denomina “el comité de aplausos” conformado por aquellos que compiten por su favoritismo usando diferentes mecanismos para inflar el ego de sus líderes.

Un gobernante debe pensar en grande y soñar con convertir a su país en un sitio mejor donde vivir. Eso se incrementa, según Holiday, cuando el gobernante identifica sus talentos y fortalezas, y puede analizar en forma objetiva las metas que tiene por delante. “Elementos como el talento, las habilidades y hasta la autoconfianza de un gobernante, no son tan importantes como su humildad, su diligencia y su autoconocimiento”, plantea.

El autor sostiene que los líderes que actúan con propósitos claros usualmente "contratan profesionales, les preguntan qué puede salir mal, piden ejemplos. Planean las contingencias. Luego, se lanzan a la carrera”.

“Por lo general –añade el escritor estadounidense– empiezan dando pequeños pasos y después de completarlos buscan retroalimentación para entender cómo pueden mejorar la siguiente etapa. Empiezan a ganar y van mejorando a medida que avanzan, usando con frecuencia esos triunfos para crecer exponencialmente”.

El neurólogo y psiquiatra austríaco Viktor Frankl decía: “El hombre es movido por impulsos, pero es atraído por valores”. Holiday va más allá. “Si carecemos de valores apropiados, el éxito es breve. Si queremos hacer más que cosas efímeras, sí queremos permanecer, entonces es hora de entender cómo se combate esta nueva forma de ego y qué valores y principios se necesitan para vencerlo”.

Un gobernante pasa cada día menos tiempo haciendo cosas y más ocupado tomando decisiones. Esa es la naturaleza del liderazgo. Holiday se refiere al estilo del expresidente estadounidense Dwight Eisenhower, quien afirmaba que su principal labor era definir las prioridades, tener una visión global de la situación y confiar en que sus subalternos hicieran el buen trabajo para el cual los había contratado.

Según Eisenhower, trabajar en forma excesiva no solucionaba problemas generados por la falta de planificación y organización. Desde su primer día en la Casa Blanca se concentró en hacer cada vez más eficiente su administración.

Quien tiene un sitial privilegiado en la obra de Holiday, es la canciller alemana.

Angela Merkel, por su sentido de sobriedad y de autocontrol frente a diferentes situaciones políticas que ha enfrentado. La define como “discreta, equilibrada, en un mundo donde demasiados líderes viven embriagados con el ego, con el poder, con la posición”.

Merkel, que ha gobernado Alemania por 15 años, se consagró en la conducción exitosa de su país a través del coronavirus y acaba de asumir por seis meses la presidencia rotativa de una Unión Europea al borde del abismo a causa de la pandemia. Llegó sin tambores ni trompetas, con su acostumbrada discreción y reflexión, en momentos en que numerosos círculos eurófilos esperaban su presencia como la del mesías.

Un lacónico mensaje en video lo dijo todo: “Alemania desea ser una fuerza motriz y un moderador. Nuestra tarea consistirá en crear puentes y hallar soluciones que beneficiarán a todos los ciudadanos europeos”. Acrecienta así su imagen sobria, pragmática y con frecuencia eficaz.

“Merkel detesta la ostentación”, afirma Claire Demesmey, politóloga del Consejo Alemán de Relaciones Exteriores. Quienes subestimaron a Merkel cometieron un error, pues rápidamente dio muestras de una enorme capacidad táctica y una rapidez de aprendizaje fenomenal. Muchos afirman que su mesura –a veces rayana en la lentitud– es una de sus fortalezas. Un elemento que contribuye a su legendaria prudencia, y que acompaña los pragmáticos virajes que ha sabido imprimir a la política alemana.

Trasladado al terreno local, el presidente Nito Cortizo ha dado muestras de que su objetivo es recuperar el espíritu de los panameños, maltrecho por estos últimos meses de pandemia, dificultades económicas y una década de deterioro institucional.

En estos tiempos aciagos, ha actuado con equilibrio, moderación y mesura tratando de aislar los extremos dentro y fuera de su gobierno.

Por eso hay que propiciar ambientes favorables para que gobierne. Una cosa es demandar rendición de cuentas y defender los valores de la ética y transparencia en la gestión pública. Otra es tratar de arrinconar al gobierno para que acceda a los propósitos particulares de partidos políticos, gremios y sectores de la llamada sociedad civil.

La realidad es que en estos tiempos de crisis, Nito ejerce el único liderazgo nacional con mandato para sacar al país adelante. En momentos difíciles, está en sus manos hallar soluciones pragmáticas.

El enemigo público número uno sigue siendo el coronavirus, porque su objetivo es infectar y matar. La responsabilidad del gobierno y de cada panameño es contribuir a romper la cadena de transmisión y poner fin al sufrimiento colectivo. No pueden relajarse las medidas de control porque la situación puede empeorar.

En medio de la batalla sanitaria es urgente redoblar la asistencia a los grupos más vulnerables de la población que necesita comida y recursos para enfrentar no solo los desafíos de salud, sino los económicos y sociales.

En este trance fatal por el que atraviesa el país, el analítico desprendimiento de Nito y su ausencia de ego en la conducción del Estado constituyen una virtud política y se convierte en una de sus fortalezas.

Por sus orígenes, su educación, su trayectoria profesional y su historia política, el actual gobernante panameño es una genuina encarnación de su propio país. Panamá en varias ocasiones ha tenido que reescribir su historia como nación y reconstruirse piedra sobre piedra para volver a existir. Allí reside la comunión de Nito con Panamá.

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