Uno que es el grupo de Bohuslan Big Band fue en el Centro de Convenciones de Ciudad del Saber
En la plaza toca:
Porque Puma Zumix Grupo juvenil que interpreta...
PANAMÁ. Balbina Herrera acaba de ganar la candidatura presidencial del Partido Revolucionario Democrático, en unas reñidas elecciones primarias.
Detrás de Herrera, empero, hay un pasado reciente que la oposición empieza a explotar: su relación con la dictadura que gobernó el país por 21 años.
En ese período fue electa alcaldesa del distrito de San Miguelito, y un incidente marcó su trayectoria. Se trata del asesinato del civilista Efraín Guzmán Baúles.
Tras la elección del pasado domingo, la internet fue invadida por correos electrónicos con fotos de Herrera en aquella época, que algunos panameños han preferido olvidar.
Pero, ¿qué dice la candidata perredista de estos mensajes divulgados a través la Red?
La Estrella intentó contactarla para que respondiera, sin embargo se nos informó que ella se encuentra participando de actividades junto a candidatos electos en el interior del país, en el Hotel Playa Blanca.
Casualmente, hoy sábado se cumplen 21 años de la muerte de Guzmán Baúles.
Un 13 de septiembre de 1987, a las 11 de la mañana, la Cruzada Civilista emprendió un marcha pacífica, que partió de Las Cumbres con rumbo al supermercado de San Miguelito. Algunos manifestantes iban a pie y otros en vehículos. Pese a la lluvia agitaron pañuelos blancos y gritaron consignas para pedir justicia por los muertos y desaparecidos durante la dictadura militar. Entre ellos el doctor Hugo Spadafora.
Aunque cuatro días antes Carlos Ernesto González, organizador de la marcha, notificó a la entonces alcaldesa de San Miguelito, Balbina Herrera, y solicitó protección policial de las Fuerzas de Defensa para los participantes, el caos y el terror se apoderó de la protesta.
A eso de las 11:30 a.m. , en una instalación del MOP y en la casa de la propia alcaldesa Herrera, grupos ajenos a la manifestación empezaron a intimidar a la concurrencia.
Dos horas y media después, el ambiente se tornaba más violento. La marcha avanzaba con más de dos mil personas, mientras hombres armados hacían su aparición (miembros de los Batallones de la Dignidad).
Observadores asignados por la Iglesia Católica y el Centro de Investigaciones de Derechos Humanos veían alarmados la pobre presencia policial, que por momentos se tornaba nula, y todo eso quedó plasmado en un informe firmado por el padre Fernando Guardia.
Transcurrían los minutos y más infiltrados trataban de llevar a los civilistas al Minimax, sitio en donde se desarrollaban unos culecos. Allí niños y fuegos artificiales alteraron por momentos a los asistentes de la marcha civilista.
De pronto, enfrentamientos cuerpo a cuerpo se produjeron; salieron a relucir piedras, botellas y actitudes violentas, que fueron divisadas por algunos miembros de la Fuerzas de Defensa y el G-2 que se encontraban en el paso elevado.
En este punto se recrudeció la violencia, ya que unos 50 hombres armados dispararon sin contemplación contra los civilistas, fotógrafos y camarógrafos que trataron de cubrir los hechos, algunos resultaron heridos.
Efraín Guzmán Baúles, un chiricano de 49 años, estuvo entre ellos, siendo el único que murió tras recibir un disparo en la cabeza. Sus atacantes no permitieron que se le diera atención médica, así que falleció en el lugar, a eso de las 3:45 p.m.
Luego de este hecho de sangre, 10 personas fueron llamadas a declarar y tres fueron enjuiciadas en 1994, pero todos fueron absueltos.
Veintiún años después de este homicidio, la coyuntura política ha revivido este acontecimiento que marcó la historia y la vida de una de las más fuertes candidatas a ocupar la silla presidencial en el 2009.