Barrios obreros de ciudad de Panamá: más de 100 años de marginalidad y abandono

Actualizado
  • 17/02/2024 00:00
Creado
  • 16/02/2024 16:38
El Marañón, San Miguel, Santa Ana y El Chorrillo serían urbanizados para permitir la construcción de viviendas que albergaran a la masa de trabajadores que llegó para la construcción del Canal de Panamá y permaneció en el país, concluida la obra

Llegar a la ciudad de Panamá desde el interior, cruzando el puente de las Américas, confronta al visitante con un paisaje urbano de deterioro, pobreza, marginación y delincuencia. Este paisaje en ocasiones dantesco y tenebroso despertó mi interés por estudiar la historia de la ciudad, con el fin de poder entender, ¿por qué este sector que da la bienvenida a la ciudad ha permanecido a lo largo del tiempo en una condición de precariedad y abandono?

Si se toma la ruta que se dirige hacia el noreste, el recorrido comienza en la avenida de los Mártires sigue por la avenida Nacional, y desemboca en la Transístmica, visibiliza la pobreza y abandono que caracteriza los barrios de El Chorrillo, Santa Ana y Curundú. Si el visitante decide enfilar hacia el borde costero, le tocará pasar próximo a sectores como Calidonia y El Marañón, utilizando la avenida 3 de Noviembre. En ambos casos el paisaje es edificios deteriorados, y una sensación de pobreza e inseguridad.

Las explicaciones a la situación de abandono de este sector de la ciudad se encuentran en sus orígenes a principios del siglo XX. Con la construcción del Canal de Panamá, la llegada de miles de trabajadores afroantillanos, y la posterior expulsión de la población nativa y trabajadora de la antigua Zona del Canal, los sectores antes mencionados de El Marañón, San Miguel, Santa Ana y El Chorrillo serían urbanizados para permitir la construcción de viviendas para esta población. Es en este momento de la historia en que se origina este cordón de marginación que rodea al barrio de San Felipe, que se recuesta sobre la antigua Zona del Canal.

En lo que se refiere a la situación demográfica actual, el sector comprendido por los corregimientos de San Felipe, El Chorrillo, Santa Ana, Curundú y Calidonia concentra una población de 63.896 habitantes en una superficie de 492 hectáreas, de acuerdo con el censo de población y vivienda 2023. Esto representa el 4,6% de la población y 1,7% de la superficie de la ciudad de Panamá.

La población de estos corregimientos se caracteriza por registrar las mayores densidades de población y también las más altas tasas de población afrodescendiente de la ciudad. El 48% de la población de este sector se considera afrodescendiente. Así tenemos el caso de El Chorrillo (51% de población afro y una densidad de 241 habitantes por hectárea), seguido por Santa Ana (160 habitantes por hectárea y 48% de población afro) y Curundú (128 habitantes por hectárea y 58% de población afrodescendiente).

No es novedad que estas condiciones de marginación, pobreza y precariedad en los barrios del centro urbano han históricamente resultado en altos niveles de delincuencia. Las estadísticas publicadas por el Inec respecto a las personas detenidas en ciudad de Panamá de acuerdo con el sitio donde cometen los delitos entre 2012 y 2022, dan cuenta con claridad de esta situación.

De acuerdo con estos datos, se ha registrado una tendencia al aumento de las personas detenidas de acuerdo con el corregimiento de ocurrencia del delito, pasando de 4.025 personas en 2012 a 5.702 personas detenidas en 2022, con un mayor número de casos en 2020 (8.583 personas) y 2021 (7.569 personas), lo que coincide con el período de pandemia. Todos los corregimientos en el centro urbano registraron este incremento, siendo el caso más llamativo el de Santa Ana, donde en 2019 se registraban 673 personas detenidas por hechos delictivos cometidos en este corregimiento, y cómo, a partir de 2020 esta cifra se incrementa a 1.687 personas, manteniéndose así hasta 2022.

Para 2022, último año para el que existen registros, los mencionados corregimientos del centro urbano se encontraban entre los 10 corregimientos con más detenidos según el lugar de ocurrencia, ocupando los corregimientos de Calidonia (1.867 personas), Santa Ana (1,606 personas) y El Chorrillo (1.150) las posiciones 1, 2 y 7 respectivamente.

A un mayor grado de inseguridad, delincuencia y deterioro urbano, una menor inversión. Esto es lo que nos dicen los datos del censo de construcción para el período 2011 a 2019. Durante este período el conjunto de los corregimientos analizados –San Felipe, Santa Ana, El Chorrillo, Curundú y Calidonia– registraron solo el 1,9% de los metros cuadrados de superficie construidos en la ciudad de Panamá, valor muy por debajo del promedio por corregimiento que se encontraba en el 3%. El Chorrillo, por ejemplo, solo representó el 0,16% de la superficie construida en la ciudad, mientras que Santa Ana y Curundú representaron el 0,19% y 0,68%, respectivamente.

A través del tiempo se han realizado diversos esfuerzos por recuperar estos barrios de la ciudad, sin éxito hasta el momento. Esto va desde los proyectos de la Caja de Seguro Social en la década de 1940 en los sectores de El Chorrillo y Calidonia, la Renovación Urbana de la década de 1970, y más recientemente el proyecto habitacional realizado en Curundú finalizado en 2012, y el proyecto de aceras y espacio público finalizado en 2019. A esto habría que sumarle la inversión pública realizada a partir de 2009 en espacios públicos como la cinta costera o las estaciones de Metro existentes en la zona, entre otras inversiones.

Preocupante es el hecho de que esta situación de deterioro y aumento de la delincuencia se ha ido extendiendo hacia corregimientos como Bella Vista, donde el número de detenidos residentes en este corregimiento ha aumentado entre 2013 y 2022, pasando de 217 a 540 personas, en un sector que se va caracterizando cada día más por un mayor número de personas indigentes, el aumento de los locales en alquiler, los lotes baldíos y la insalubridad producto del mal manejo de los desechos.

La recuperación de los antiguos barrios obreros requiere de un plan de acción de una extensión mayor a la de una sola administración, y de la ejecución de una estrategia urbanística que incorpore instrumentos como la planificación urbana, la intervención del espacio público, el desarrollo de una política de vivienda y de reactivación de la vida urbana, además de programas sociales, y no de proyectos aislados. La ciudad no puede continuar manteniendo un espacio de casi 500 hectáreas –que incluye el patrimonio histórico y arquitectónico de mayor valor para la urbe– y a más de 63.000 de sus habitantes en el deterioro y la marginalidad por 100 años más.

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