Durmiendo con el enemigo

Actualizado
  • 11/12/2011 01:00
Creado
  • 11/12/2011 01:00
Escribo esta columna desde un avión rumbo a La Habana. Tengo hambre y algo de frío, fue un día largo. Para mi buena suerte el carrito d...

Escribo esta columna desde un avión rumbo a La Habana. Tengo hambre y algo de frío, fue un día largo. Para mi buena suerte el carrito de snacks acaba de aparecer en escena. Me ofrecen un sándwich de carne pero, para mi desdicha, no hay cerveza Panamá. Me dan ganas de llorar, esa cerveza es una de las cosas que más disfruto de mi país. El sándwich está rico, pero la vida no me sabe lo mismo sin ella. Y en la ingrata ausencia recuerdo que me fui sin despedirme de mi vieja y sin decirle Feliz Día Mamá. Lo siento viejita, pero por estos días vivo como puedo. Te quiero.

Mi plan era criticar a los “bien cuidao”, por un caso que tuve en el fin de semana. Pero la histeria que me produjo amanecer con la computadora dañada, sumado a la bronca que me dejó el taxista que me cobró 40 dólares por llevarme al aeropuerto, me han descalibrado la brújula. También me ablandé. En algún momento del día, entre que lavaba mis calzones y hacía maravillas para que entrasen en la maleta unas cremas para alisar el pelo que llevo, a manera de favor, para una chica cubana que es amiga de una amiga, recordé que un amigo siempre dice que piense en los “bien cuida’o” como un impuesto a la pobreza.

Ojalá y se tratara de gente pobre, nomás. Lo que me molesta es que en el fondo hay algo corrupto e injusto en la manera en que se apoderaron de las calles. ¿Desde cuándo estacionarse en la vía pública tiene precio? ¿Cómo fue que el simpático “bien cuida’o” pasó de ser alguien que te ofrecía cuidar el carro a cambio de “algo” o “una ayudita”, a un intimidador profesional que ofrece lo contrario: no joderte el carro a cambio de tres dólares? ¿Por qué permitimos que nos avasallen?

Pero claro, tengo que ponerme en sus zapatos. ¿Cómo estos Reyes de la Calle van a tener remordimientos de conciencia? Se pavonean tranquilos y siguen robándonos por nuestro propio bien, si la policía hace lo mismo. ¿No han visto el video del súper agente que, en un spanglish de antología, intenta explicarle a un canadiense que si no quiere boleta tiene que pagarle? Gran nobleza la suya con el amigo turista, hombre, si era para ahorrarle el trámite. Y toda una tontera si lo comparas con el extraño caso del policía sospechoso de haber cometido cinco violaciones sexuales, y hasta ahora fue que sus compañeros del cuerpo del orden se dieron cuenta y decidieron separarlo del cargo para iniciar una investigación. Más vale tarde que nunca, muchachos.

Ya se me jodió la columna. Pero ahora que los entiendo y he logrado empatizar con ellos, cerraré con broche de oro este acceso del síndrome de Estocolmo. Cómo voy a criticar a los pobres “bien cuida’o”, si en la cima del prime time están nuestros políticos, astutos como pocos, que han hecho de la repartija del poder una novelita de alto impacto y terriblemente convocante. Lo hacen tan bien, que se están repartiendo los millones del pueblo panameño en nuestra cara y nadie reacciona. Por el contrario, la audiencia lo que quiere es meterse en política y ser parte de la gran trama.

Mi problema es que soy un amargo, mejor me dedico a disfrutar mi viaje a La Habana. Nos vemos, voy a aterrizar.

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