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- 29/08/2021 00:00
-ismos
Aquí estoy, una semana más, ojiplática y patidifusa, como ya viene siendo normal en mí.
Les voy a contar algo que era un secreto a voces, yo suelo usar mis redes sociales para realizar experimentos antropológicos, sin pretensión ninguna de rigurosidad científica, claro está, pero me divierto haciendo pruebas con gasolina en un entorno controlado y viendo cómo explotan algunos petardos. Al de esta semana lo llamé 'Vamos a ver cuántos gaznápiros reaccionan como gallinas esponjándose al ver la sombra de un halcón', y solté el siguiente tuit: “¡Desde luego que soy clasista! Desde luego que hay clases. ¡Y desde luego que yo no pertenezco a la misma clase que determinada gente!”. Pueden ustedes, señores lectores, reírse desde ya porque los golpes de pecho se escuchaban desde Tombuctú.
Visto lo visto, creo que es de ley que dejemos claros unos cuantos conceptos. En primer lugar, definamos la palabra 'clasista'. Lo que dice el diccionario de la RAE sobre alguien clasista es lo siguiente: “Que denota clasismo. Persona que en sus relaciones sociales se comporta con una fuerte conciencia de la diferencia de clases sociales y de su pertenencia a una clase elevada”.
¡Hum!, pues miren, sí, hasta aquí me sigo considerando clasista. Avancemos. ¿Qué es una clase? Recurramos una vez más al diccionario y obviemos las acepciones que se refieren a los conjuntos de elementos con caracteres comunes, a la biología y su taxonomía, pasemos de aquellas que tienen que ver con el colegio, las actividades escolar y las aulas y centrémonos en la acepción numero 8 y la número 9, a saber: distinción, categoría y clase social. Clase alta, baja. Clases dirigentes, trabajadoras.
Cuando los -ismos que adoptas como parte intrínseca de tu ser, sin los cuales no te entiendes ni eres capaz de entender el mundo que te rodea, (ojito, que esa actitud es fanat-ismo), te ciegan, respetado -ista, haces el ridículo.
¿Me estáis tratando de convencer de que no hay clases en el mundo? Ay, cositas mías, que va a ser que también creéis en Santa Claus y en el ratoncito Pérez, ¿no? A ver, pazguatos, ¿os consideráis vosotros iguales a mí? No, claro está, porque vosotros sois mucho mejores que yo, entendéis a cabalidad el mundo, estáis comprometidos, sois solidarios y no alienados. Pues hala, ya sois clasistas. Vosotros pertenecéis a una clase superior: la de los seres humanos que han visto la luz.
Mientras tanto yo solo entro en la clase de aquellos que son honrados, en la de los que intentan aprender algo nuevo cada día, tratar con respeto y educación a todos aquellos que se lo merecen, trabajar como mulas para pagar los impuestos correspondientes y convivir con mis congéneres sin hacer más daño que el estrictamente necesario.
Y sí, señores y señoras, soy clasista porque me niego rotundamente a que me metan en el mismo saco que a la clase política que nos desgobierna y a aquellos que chupan de sus tetas. Yo soy clasista, sí, señores, lo soy, lo reconozco y lo mantengo. Soy clasista porque no soy de la misma clase que los que medran con el sufrimiento ajeno, los que usan y abusan del poder que se les otorga, no soy igual que los que usan el paternalismo para mantenerse en su puesto ni de aquellos que presumen de considerarnos a todos iguales, a no ser que no pensemos todos igual que ellos, porque si no piensas igual que ellos entonces son ellos los que son clasistas y te escrachan, te escupen, se burlan y te insultan sin interesarles lo más mínimo tus motivos ni atenerse a razones.