Los misterios de la crucifixión de Jesús de Nazaret

Actualizado
  • 09/04/2020 00:00
Creado
  • 09/04/2020 00:00
La muerte de Jesús fue una muy dolorosa y humillante. La crucifixión se reservaba para los peores malhechores y se aplicaba el castigo con contundencia y crueldad

En los Evangelios solo se habla de clavos, cuando Tomás recibe la noticia de que algunos de los apóstoles han visto a Jesús resucitado.

La crucifixión de Jesús tuvo lugar en Judea entre los años 30 y 33 d. C.

El incrédulo dijo: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y meto mi dedo en el lugar de ellos, y mi mano en su costado, no creeré”. (Juan 20; 25)-

Esas fueron las heridas que Cristo sufrió en la cruz. La lanzada en su costado que le partió el corazón y de la que brotó sangre y agua, aunque ya estaba muerto. Los clavos no debieron ser colocados en la palma de sus manos, sino en las muñecas, en la parte que se unen los huesos del cúbito y el radio.

La tradición cristiana habla de tres clavos, así que ambos pies debieron ser atravesados por un largo y puntiagudo pedazo de hierro que provocó una dolorosa herida y los fijó en la cruz en una incómoda posición que lo iba asfixiando poco a poco. Esa era la clave del tormento. Provocar una muerte lenta y una exhibición vergonzosa que sirviera de escarmiento. He visto cristos pintados por artistas clásicos con clavos en ambos pies.

La crucifixión fue la culminación de la pasión de Cristo. Sobre el monte de la calavera, el Gólgota, en medio de dos ladrones, custodiado y ajusticiado por una cohorte de soldados romanos, comandada por un centurión, muere en medio de angustias y ante la vista de su madre y otros seres queridos.

Antes, en la fortaleza Antonia coronado de espinas, y azotado cruelmente por legionarios sirios, es condenado por Pilatos. Sus acusadores, fariseos y miembros del sanedrín piden la pena de muerte y no se detienen hasta que el procónsul se los entrega, pero antes se lava la manos en una conocida estampa que ha trascendido los siglos. El jefe romano no encuentra culpa en el reo y con el gesto no quiere la responsabilidad histórica.

Carga un pesado madero, por las calles de Jerusalén, y en los Evangelios no se menciona ninguna caída. Aunque debió mostrar debilidad, pues los soldados obligan a Simón de Cirene que le ayude a cargar la cruz. En la Edad Media se inventan las estaciones del Vía Crucis, donde se incluyen las caídas y el episodio de la Verónica, la mujer que enjuga el rostro ensangrentado de Jesús con un lienzo donde queda plasmado.

Jesús al ver las mujeres llorando a su paso, ¿las consuela? No creo, lo que les dice es algo terrible. Una terrible profecía de que lloren mejor por sus hijos, y agrega “Dichosas las estériles y los vientres que no engendraron y los pechos que no amamantaron”. (San Lucas),

A mi juicio, Jesús vuelve a profetizar los males que le vendrán a la ciudad; poco menos de cuarenta años después será destruida por los romanos y sus habitantes esclavizados y masacrados por desafiar el poder de Roma. No quedará piedra sobre piedra del famoso templo judío.

Antes de padecer en lo alto de la cruz, los soldados le dan a beber a Jesús vino con mirra. El brebaje serviría para adormecerlo y aliviarle sus padecimientos. Pero Jesús no lo toma.

Para escribir este artículo he consultado a los cuatro evangelistas, pero también me llama mucho la atención una novela, Marco el Romano, de un escritor detallista e investigador agudo como Mika Waltari, finlandés, y que tiene varias obras sobre las culturas del Medio Oriente, todo un experto en la época.

Marco, un joven que se aleja de Roma y viaja desde Alejandría, Egipto, investiga sobre religiones, profetas y la verdad de la vida, llega a Jerusalén y en sus puertas encuentra el drama de la pasión. Se ve intrigado por el letrero de “Jesús Nazareno, rey de los judíos”, escrito en hebreo, griego y latín.

En los Evangelios, Juan, el discípulo amado, un testigo presencial de todo lo que pasó, escribe que el letrero obedece a una orden de Pilatos y sin duda alude a las declaraciones de Jesús cuando lo interroga. “¿Eres tú el rey de los judíos?”. Y la respuesta del acusado es: “Mi reino no es de este mundo”.

Volviendo a la novela, su trama transcurre en la confusión que deja la figura del Redentor, la doctrina, su muerte y su resurrección, a la sociedad. En verdad que debieron ser terribles para las mentes de esos días los milagros del galileo. Marco se entrevista con José de Arimatea, sube a Betania y conoce a Lázaro.

¿Se imaginan hablar con alguien que estuvo muerto y encerrado en un sepulcro a los que sus deudos suponían que ya debía estar descomponiéndose?

Pero aún hay más detalles en la pasión de Cristo. La esposa de Pilatos era seguidora de Jesús, y en las noches previas tuvo terribles pesadillas que le auguraban desgracias para el hombre santo.

El drama de Jesús, que culmina en la cruz, se desarrolla rápidamente desde que el domingo entra triunfante a Jerusalén –montado en un burro que nadie ha usado–, y es aclamado por el pueblo. En abierto desafío expulsa a los mercaderes del templo, discute con los escribas y fariseos y les anuncia que él resucitará en tres días si destruyen el templo de su cuerpo. Ellos creen que es una blasfemia sobre el templo de Dios.

Jesús, en su última cena, introduce la eucaristía, el nuevo precepto de amarse los unos a los otros, y es traicionado por Judas. Esa misma noche es apresado en el huerto de Getsemaní. En una rápida sucesión de hechos, porque ellos debían celebrar la Pascua, es llevado ante los sumos sacerdotes del sanedrín, Anás y Caifás, donde les ratifica que es hijo de Dios. Esa frase lo condena.

Esta entidad había sido duramente criticada por Jesús en sus prédicas. Por sus actuaciones los llamó sepulcros blanqueados por fuera y hediondos por dentro. Jesús los desafía abiertamente varias veces. Su fama lo había convertido en un problema y planearon matarlo. Se contactan con Judas y acuerdan la suma de 30 monedas de plata. El precio es el que la ley mosaica fija para que pague el propietario de un buey que infiere un daño a alguien.

Todo esto lo lleva a la cruz. Y allá en el sitio del martirio es ofendido por transeúntes, por los fariseos que lo retan a que demuestre su poder y baje de la cruz, escoltado por un ladrón malo y por un ladrón bueno. Mientras se dan grandes fenómenos naturales como un eclipse de sol, un terremoto que rasga el velo del templo y atemoriza a todos. Antes de morir, invoca el perdón. “Perdónalos, Señor, porque no saben lo que hacen”.

¿Qué vino después? Después Jesús resucita, en el más grande misterio de su doctrina. Su sacrificio, sus grandes sufrimientos son vistos como una expiación por los pecados de la humanidad. Y sus apóstoles, de humildes hombres se conSvierten en grandes predicadores, tienen el don de las lenguas y llevan sus enseñanzas por el mundo utilizando un símbolo, el de la cruz en la que murió. Ese fue el verdadero triunfo de Jesús de Nazaret.

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