¿Qué hiciste en la Feria del Libro?

  • 24/08/2025 00:00
El Visitante conversó con Jorge Peralta, ministro consejero de la Embajada de España, y con Elena González, directora del Centro Cultural de España, sobre este programa público

Los panameños somos una especie ferial. Qué importa si la feria es de artesanías, de las flores, del café, del teatro, del cine, de la pollera, de gastronomía asiática o caribeña, de vinos, del Sombrero Pintado, de arte internacional, del Torito Guapo, del Cristo Negro o de libros. De igual manera nos sentimos como pez en el agua. Entre los eventos de este año, la Feria del Libro en Atlapa ofreció lanzamientos de publicaciones de todo género y diálogos con novelistas, embajadores, politólogos, arqueólogos, historiadores, editores, poetas y hasta nostálgicos fundadores de los combos nacionales. En los pasillos se escuchaba: “¿Y qué has hecho?” Yo, soñador, en cambio me preguntaba: “¿Qué libros se habrían vendido en las antiguas ferias de Portobelo?”

La Feria del Libro tuvo como país invitado a Marruecos. Entre sus pilas de libros se escuchaba el ney, la flauta marroquí, y en las fonditas servían cuscús y tagine. España, país con el que Marruecos ha tenido una larga y compleja historia, presentó una serie de eventos en la caseta de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI). El Visitante conversó con Jorge Peralta, ministro consejero de la Embajada de España, y con Elena González, directora del Centro Cultural de España, sobre este programa público.

Jorge, ¿cuál ha sido tu relación con Panamá antes de venir aquí y dónde has trabajado?

Vine a Panamá por primera vez hacia 2017 porque en ese momento era el coordinador de los centros culturales de España y me tocaba visitarlos. Desde que empecé la carrera diplomática me especialicé en los temas culturales. Mi primer destino en la Cancillería fue en la Dirección de Relaciones Culturales y Científicas, y después, cuando volví a Madrid después de mi primer periodo en el extranjero, regresé a la Dirección de Relaciones Culturales y Científicas.

Nací en Valencia. En el Mediterráneo. Y he residido en Guinea Ecuatorial, en Venezuela, en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, en La Habana, en Santiago de Chile y ahora en Panamá.

¿Cuáles son los deberes de la Embajada y el Centro Cultural de España en el ámbito de la cultura?

La Embajada es la instancia que coordina todas las acciones en cada país, incluida, por supuesto, la acción cultural. Los principales espacios e instrumentos de esa acción, donde los haya, son sus centros culturales. Desde estos espacios no solo promocionamos la cultura española, sino también, y sobre todo, practicamos la cooperación cultural. Es decir, organizamos proyectos conjuntos con los actores culturales de cada país donde estamos, y servimos de plataforma y altavoz a los artistas y creadores locales en beneficio de los diversos públicos de ese país.

Ahora bien, la acción cultural de España no se limita a lo que hacen sus centros culturales. La Embajada, a través de la Secretaría Cultural, se encarga de las actividades que se organizan en el interior de cada país, por ejemplo, ya que los centros culturales suelen estar en la capital. También, y sobre la base de nuestro espíritu de colaboración, se hacen actividades con instituciones locales o se participa en ferias y festivales. Cuando llega un actor español, digamos, al Festival de Artes Escénicas de Panamá, es a través de la Embajada que gestionamos su participación.

Ana, ¿cuál consideras que fue el evento más emblemático de España en la feria?

Me gustaría destacar la presentación de la ganadora de la residencia literaria lanzada por el Centro Cultural de España. Hicimos una convocatoria el 23 de abril con motivo del Día Internacional del Libro y se presentaron más de 30 personas. Estaba dirigida a jóvenes que quieren desarrollar un proyecto literario en la Residencia 1863, en A Coruña, en Galicia. Se trata de una iniciativa de la poeta Yolanda Castaño para ofrecer la oportunidad a los ganadores de dedicarse un mes a la creación de una obra literaria. En Panamá la ganadora fue Alexandra Monterrey. Entonces, en la feria presentamos el proyecto con el comité compuesto por la directora de la Cámara Panameña del Libro, Alexandra Samudio; Yolanda Castaño, Premio Nacional de Poesía de España en 2023, y por mi persona. Este comité eligió el proyecto de Alexandra por su temática novedosa y muy articulada.

¿Cuál es la próxima actividad en la Casa del Soldado [la sede del Centro Cultural de España en Panamá]?

El 28 de agosto presentaremos el libro titulado ‘Defender la democracia sin miedo desde la democracia’. Contaremos con la presencia de su autor, Fernando Carrillo Flórez, exministro del interior en Colombia y un gran intelectual que merece la pena escuchar y leer. Vivimos un momento de gran incertidumbre, donde las democracias están en entredicho, y para quienes seguimos creyendo en el sistema democrático y en la buena gobernanza es imprescindible seguir elaborando estrategias para apoyarla y defenderla. Carrillo Flórez estará acompañado por Lina Vega Abad, presidenta de la Fundación para la Libertad Ciudadana, y por Manuel Alcántara, director de CIEPS (Centro Internacional de Estudios Políticos y Sociales).

Manuel Alcántara devorado por su libro

¿Y qué hice yo en la feria? Pues, hablando de Manuel Alcántara, tuve el placer de presentar su libro, ‘La esquina desnuda. Itinerario confuso’, en la caseta de la OEI. Para ello escribí el siguiente texto:

Una de las historias de ‘La esquina desnuda’ pudo haber comenzado más o menos así: “Dos amigas organizaron una cena para que nos conociésemos. ‘Conocer’ es un verbo con amplios significados, así que yo preferiría aclarar que fue un encuentro dedicado a conversar. La reunión ayudaría a mi interlocutor a preparar la presentación de uno de mis libros en una feria. Para esa publicación evité, a toda costa, escribir sobre política, que es lo que todo el mundo espera de mí. Visto desde la distancia y desde este complejo istmo, como lo declaré esa noche, a pesar de mi promesa, me traicioné porque escribí sobre la política del ser errante, de la soledad, del instante, de la vulnerabilidad a los recuerdos. De esa esquina desnuda y confusa”.

‘La esquina desnuda’ es un compendio de relatos cortos, de unas mil palabras cada uno. Es un repertorio de reflexiones, recuerdos, encuentros, invenciones, ejercicios de estilo y declaraciones íntimas y profundas. Se divide en dos partes: la primera comprende historias escritas entre 2017 y 2019. Entonces llegó la pandemia y, con ella, la segunda parte, redactada entre 2020 y 2021, y titulada ‘Confinamiento y después’.

Muchos de los textos de la primera parte comienzan con una idea general que luego aterriza en lo particular, en lo terrenal. Juegos de ideas y palabras sorpresivas que describen una situación o acción salida en apariencia de la nada, pero que irán dándole sentido al preámbulo. La pandemia cambió esta estrategia. En la segunda parte de ‘La esquina desnuda’ su prosa prescinde de ese silogismo, de esa división racional. Su gesto poético, filosófico, personal y literario fluye como el río que reiteradamente menciona en sus textos. Ese río que se convierte en tiempo y aceptación.

Alcántara nació en Madrid. De chico, durante los veranos, no salía de la capital. Iba a la Casa de Campo, el parque más grande de Madrid, y al río Manzanares, que colinda con él, pasando las horas y los días jugando y soñando a su ribera. A pie o en bicicleta se puede acceder por once puertas: las del Río o las del Rey y la de Moreras, al este, que yo también he cruzado, por cierto. “Era lo que ocurría en aquella época”, me cuenta.

Manuel Alcántara es profesor, politólogo y viajero incansable; un “hombre caracol” y ligero de maletas, como escribe. No sabe bailar, pero le gusta la música y la pintura. En especial Goya y su cuadro ‘Saturno devorando a su hijo’. Ay, Saturno, ¡qué hambre tienes! Alcántara, como Goya, también produjo dos majas, o, mejor dicho, dos esquinas en dos libros: el primero, ‘La esquina desnuda’, y ‘La esquina revestida’, de 2023.

Compuse un popurrí con algunas frases en el libro que arrojan cierta luz sobre la postura existencial de su autor:

“Nadie se justifica hoy.

El poeta recomendó viajar ligero de equipaje.

Saber que, aunque me marquen las cartas, la partida está perdida.

No me quieres como antes.

Hoy sé que el dolor en la espalda (...) es un símbolo inequívoco de quienes tienen alas y no las usan.

Hay muchas maneras de ser injusto.

El tiempo (...) queda encanallado por la desconfianza. La mediocridad tutelada.

Poco a poco la desconfianza de otros se yergue frente a mí.

La nostalgia puede ser una motivación política poderosa.

La nostalgia es la única distracción de quien ha perdido la fe en el futuro.

El deseo inequívoco de asumir riesgos.

Los esfuerzos que a la postre resultan vanos.

Las lágrimas invaden mi rostro, pero dentro no llueve.

Me da pereza y me rijo por la pura intuición.

Como una estrella errante.

¿Podrá la ciencia política operativizar el desdén?

Soy consciente de ser un outlier.

Es un lento proceso de configuración estética.

La filosofía del caminante errante es andar sin prejuicios”.

Y, para terminar:

“No hay que complicarse la vida, y si no, seguir el consejo que le dieron sus padres: no pensar”.

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