Maldito tú seas

Actualizado
  • 26/11/2017 01:00
Creado
  • 26/11/2017 01:00
Maldito sea el que no se para a defender a los que no pueden defenderse solos. 

Aquel que mira con displicente indiferencia el sufrimiento de aquellos que nada han hecho para merecerlo, maldito sea.

Maldito sea el que no se para a defender a los que no pueden defenderse solos. El que nada hace para paliar ese sufrimiento, sea maldito.

Maldito sea el que no frena ante un perro cruzando la calle, ante un venado que salta delante de su carro, maldito el que atropella a un perezoso.

Y malditos los que, aun no siendo los que golpean, tampoco son los que se paran y ayudan, detienen, salvan, rescatan. Malditos sean aquellos a los que no les importa. Malditos los que se dan excusas, los que se justifican. Malditos todos.

Malditos los que se ríen, los que miran para otro sitio mientras alguien clama por ayuda para un animal que agoniza tras ser envenenado. Mala muerte con ellos y con sus descendientes. Que aquel que envenena a un animal muera retorciéndose de dolor y vomitando bilis, envenenado con todo lo malo que alberga su corazón.

Malditos los que lucran con la muerte, los que talan, podan, tronchan, queman y devastan. Malditos los que lo saben y no hacen nada, los que cobran por mirar para otro lado, los que se enriquecen con la desolación.

Sean malditos sus sueños y sus anhelos. Que sus esperanzas sean arena en sus bocas, que todo lo que consigan se torne amargo como hiel.

Que sus hijos no medren, que los hijos de sus hijos paguen las penas. Que sus hijas sean hueras, y sus ilusiones vanas.

Maldición sobre aquellos que consideran que un animal es menos que su hijo, que un hijo ajeno pesa menos en el fiel de la balanza que un hijo de su sangre, malditos sean los que, por egoístas, ofrecen a sus hijos aquello que pertenece a otros hijos.

Malditos los que no enseñan a sus retoños el valor de una vida, de cualquier vida, malditos los que no enseñan que para que tú te alimentes, algo más debe haber muerto. Sea animal o vegetal, una vida es una vida. Y una vida se respeta y se honra. Se honra a la caña, al fruto y al tubérculo. Se honra al ave y al buey, se honra aquello que te alimenta y lo que es alimento de otros, también se honra. Malditos los que no lo entienden. Que sus dientes se caigan, que sus lenguas se hinchen y no quepan en su boca, que, como Tántalo, nunca alcancen aquello que su hambre y su sed desean con vehemencia.

La negra maldición se cierna sobre los que encarcelan, enjaulan, aprisionan y disfrutan con ello. Los que encierran en acuarios y en zoológicos y los que pagan por ver la miseria de unas vidas de locura y espanto que divierten y enriquecen bolsillos infames. Malditos aquellos que llevan a sus hijos al circo y les enseñan que es bueno y divertido ver a los animales haciendo aquello para lo que no nacieron por puro pánico al látigo, al golpe, a la tortura y al hambre. Malditos sean todos los que empuñan la fusta y los que corean el dolor con aplausos.

Y tú, que no llegas siquiera a ser humano, homúnculo infecto que atropellaste a la cría de venado en días pasados dejándola morir sola en medio de la calle, tú, sí tú, sabes quién eres, ojalá te lleguen estas líneas y que las palabras se cumplan. Porque un accidente lo tiene cualquiera, pero los que tenemos lo que hay que tener, nos detenemos y tratamos de paliar los daños. O nos hacemos responsables.

COLUMNISTA

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