El Visitante

¿Para qué sirve la crítica?

  • 19/10/2025 00:00
Intelectuales y curadores latinoamericanos coinciden en Panamá para debatir sobre la vigencia y el sentido de la crítica de arte en tiempos de cambio.

Hace escasas semanas, un artista amigo me solicitaba, con persistencia, que no volviera a exponer críticas en esta página a la convocatoria al segundo Pabellón de Panamá en la Bienal de Venecia.

Su argumento central era que la manera como se había organizado y presentado la convocatoria no era ilegal . Quizás el mayor de una larga lista de cuestionamientos por parte de muchos profesionales del arte –como describí en mis artículos ‘¿De quién es el Pabellón de Panamá en Venecia?’ y ‘¿Cómo funciona la Bienal de Venecia?’– es que ambas organizadoras se autoeligieron, no una, sino dos veces como curadoras del Pabellón, en lugar de poner el cargo a concurso.

Y es cierto lo que dice. Puede que no sea ilegal, ¿pero es ético? A partir de esto empecé a reflexionar sobre el papel que juega la crítica en nuestra sociedad, y en especial la crítica de arte.

Estas reflexiones coincidieron con enriquecedores encuentros con artistas, curadores, investigadores y académicos que han estado de visita en nuestro país.

¿Es la crítica una forma de resistencia ante los abusos sociales, institucionales y políticos?, como se pregunta Kency Cornejo, académica y profesora estadounidense de raíces salvadoreñas, que estuvo investigando sobre el arte contemporáneo en nuestro país antes de continuar su periplo por América Central.

¿O es un compromiso ético y un diálogo apasionado con las obras, los artistas y las instituciones del arte, como lo expresó Sara Hermann, exdirectora del Museo de Arte Moderno de República Dominicana, en una charla que dio en Casa del Soldado, en colaboración con el Museo de Arte Contemporáneo (MAC) Panamá.

Y como también lo expresó, en palabras similares, Jorge Fernández, director del Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba, amigo desde hace décadas y quien también estuvo de visita por nuestro istmo.

El mes pasado conversé sobre estos temas con Bernardo Mosqueira, curador, escritor e investigador carioca que dirige the Institute for Studies on Latin American Art (Islaa) en Nueva York, y con Ticio Escobar, gran amigo paraguayo, curador, escritor, académico de altísimo renombre y director del Centro de Artes Visuales del legendario Museo del Barro.

Mosqueira y Escobar visitaron por primera vez Panamá para asistir al simposio ‘Diálogos del Istmo’, organizado por el Centro Espacio Arte.

La conversación con ellos añadió al tema de la crítica un plano más universal, poético y filosófico.

Bernardo, ¿cuáles han sido tus impresiones de las instituciones artísticas y muestras que has visitado?

Quedé encantado con Panamá. Encontré en el MAC Panamá y en Centro Espacio Arte ejemplos de un esfuerzo y comprensión de la importancia de investigar y mirar clara y directamente la complejidad de este territorio que es Panamá y sus conexiones. Sobre todo por mis relaciones (personales) con las migraciones y diásporas.

Para mí, Panamá es fascinante como encrucijada. Este territorio está inmerso en las conexiones entre el norte y el sur, así como entre el Pacífico y el Atlántico. También está atravesado por las historias que construyen esas conexiones. Me parece fundamental examinar esas historias migrantes y diaspóricas que construyen el territorio con toda su complejidad.

El MAC Panamá tiene una exposición muy linda sobre el agua y sus relaciones con las diásporas y migraciones, y otra en colaboración con el Museo de Arte Moderno de Medellín (MAMM), centrada en la fuerza de las artistas mujeres en Latinoamérica.

En el Centro Espacio Arte aplican un modelo ejemplar para exhibir públicamente su colección privada, balanceando la relación compleja entre el arte privado y el de interés público.

Ticio, cuéntame sobre tu interés por las molas. ¿Qué te pareció la visita al Museo de la Mola? ¿Piensas presentar molas en el Museo del Barro?

Las molas me fascinaron desde que vi algunas de ellas en una colección particular. Lamento que no sean muy difundidas en el exterior y que aparezcan poco en las exposiciones de arte popular de América Latina.

No solo me impresiona su sofisticada y extraña técnica basada en las superposiciones de capas de tela. Me sorprende la riqueza de los motivos y la flexibilidad de una imaginería abierta a su presente sin renegar de la sensibilidad propia, ni soltar el hilo de la tradición y el sentido de la memoria colectiva.

Creo que la vigencia y el futuro del arte popular están dados por su capacidad de asimilar los desafíos de la historia, renovando continuamente sus formas.

La idea de que el arte erudito debe innovar continuamente mientras que el popular ha de quedar anclado en el pasado corresponde a un prejuicio colonialista, incapaz de considerar que toda forma de arte es siempre un diálogo, una discusión quizá, con su propio tiempo.

Por eso me asombra la flexibilidad que tienen las indígenas guna de recrear su repertorio geométrico y figurativo, conectándolo con situaciones nuevas.

El Museo de la Mola me pareció estupendo: tiene un acervo envidiable y combina buena expografía y manejo del espacio con información adecuada y sobria. Sería un lujo presentar molas en el Museo del Barro. Trataré de encontrar los contactos adecuados para que pueda darse.

En el simposio se habló de la crítica del arte. ¿Cómo crees que se puede ejercer la crítica de arte contemporáneo en América Latina, por ejemplo?

(Bernardo Mosqueira): En términos de la crítica, el pensamiento y las reflexiones sobre el arte que vimos en el simposio me parecieron interesantes. Pienso en el hecho de que nosotros, en este territorio llamado América Latina, tenemos una cantidad increíble, muy generosa y elegante de formas de vivir.

Estas están involucradas con modos de pensar, de sentir, de estar en el mundo, de estar colectivamente, de conectarse con la naturaleza, lo sagrado y la vida en general. Y reconociendo esta diversidad que surge de esas historias diversas de los pueblos latinoamericanos, siento que tenemos una responsabilidad, un desafío y una oportunidad para aproximarnos a las artes desde diferentes perspectivas.

No se trata tan solo de usar los principios universales del pensamiento y la crítica que conllevan esos valores universales y estéticos. Al contrario, tenemos la oportunidad de pensar las cosas desde diferentes ángulos y visiones, muchas veces al mismo tiempo. De percibir nuevas dimensiones y elementos relevantes que son invisibles para el pensamiento hegemónico.

Me pareció crucial percibir la fuerza del pensamiento de estos agentes latinoamericanos que participaron en el simposio: investigadores, curadores, directores de instituciones, con una calidad que no es solo relevante para Latinoamérica. Son perspectivas y fuerzas importantes en general, mucho más allá de nuestra región.

(Ticio Escobar): Según la metafísica de Platón, la teoría euroccidental creó un modelo idealista del arte. Este modelo se aplicó a diferentes áreas del pensamiento y se integró en la teoría moderna del arte.

Esta teoría se conoce como Estética y separa dicotómicamente los dominios de la sensibilidad y el intelecto. Más aún, separa los ámbitos del intelecto y el afecto y, por ende, los del intelecto y el cuerpo. El modelo se está cuestionando desde distintos frentes que impugnan la estética occidental como fuente única, o al menos privilegiada, de las reflexiones sobre el arte.

Una de estas aproximaciones es la de la crítica de arte que, en gran parte desde América Latina, sortea una histórica omisión de la estética: la que descuida la conexión del pensamiento con la obra de arte concreta. La crítica de arte tradicional ha cambiado para adaptarse a los desafíos que plantea esta conexión en escenas y tiempos distintos.

En primer lugar, ya no pretende asumir una misión axiológica desde donde juzgar, asignar valores y establecer normas, cánones y jerarquías.

En segundo lugar, esta crítica analiza hoy la obra, no para descubrir un significado oculto, sino como un diálogo constante con otras obras, ideas o realidades, y como una forma de referirse a otras preguntas. El crítico no interpreta la obra exhaustivamente. Busca expandir su ámbito de significación a partir de cómo se ve afectado por la obra. Lo hace incluyendo la sensibilidad y la intuición. Como dice Susan Sontag, más que una hermenéutica interpretativa del arte, cabe promover una erótica del arte.

En tercer lugar, la crítica se ha expandido y desbordado: se ha esmerado en adquirir destreza y potencia poética; ambas la acercan a la literatura y la llevan a borronear sus contornos con los de diversas prácticas y disciplinas.

La crítica de arte propone un acercamiento a la obra, una lectura que no busca ser la única; pretende sugerir otras lecturas, y así multiplicar las preguntas. Ña crítica de arte ha abandonado su viejo afán de revelar la verdad esencial que cobijaría cada obra: le basta con rondarla, palpando las texturas y pliegues, pulsando sus latidos y escuchando sus ecos y silencios.

Para cumplir con estos nuevos objetivos, debe cambiar sus posiciones convencionales. Por un lado, la alianza entre la teoría y el análisis de obras concretas conecta la crítica con los contextos específicos de tales obras.

Por otra parte, la vincula con disciplinas múltiples, fuentes dispersas y epistemologías y sensibilidades plurales, tales como las que provienen de la historia del arte, las culturas alternativas, las ciencias sociales, la literatura y el psicoanálisis.

Por último, esta apertura de la crítica a la diferencia le permite detectar y asumir las resonancias del ecosistema ambiental y sociocultural y la impulsa a promover ensayos que rozan la escritura poética. Más que resolver, buscan renovar las preguntas sobre el sentido.

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