Ajoortt Lezcano, una doctora humanísima que no desmaya

Actualizado
  • 18/03/2021 00:00
Creado
  • 18/03/2021 00:00
La covid-19 provocó que muchos médicos se escondieran, sin embargo hay algunos que no claudicaron. Un ejemplo de ello ha sido la labor de Ajoortt Lezcano Pomares. Aquí un repaso de su contribución, en tiempos de pandemia
La profesional de la salud durante una consulta.

La vida de Ajoortt Lezcano Pomares no fue fácil de pequeña. A pesar de los obstáculos supo abrirse paso para educarse. Los padres siempre dicen que esa es la mejor herencia que le pueden dar a sus hijos, y no se equivocan. Así como ella puede atender a los pacientes por cualquier dolencia, de la misma manera le mete ganas cuando le queda tiempo para ir a los tribunales a defender a los inocentes.

Ahora, la pandemia la ha alejado de las tablas, porque también ha tenido experiencia como actriz y, además es autora; la ciudadanía conoce algunos de sus libros. En la actualidad está terminando uno que pronto saldrá a la luz pública. Ajoortt Lezcano Pomares es inquieta. Dice que siempre habrá tiempo y edad para prepararse y aumentar los conocimientos. Es doctora general, médica en marina con postgrado en docencia superior. Posee una maestría en salud ocupacional y seguridad industrial. Me sorprendo al saber que es abogada con maestría en derecho penal y penal acusatorio y maestría en derecho procesal. Como si lo anterior fuera poco, le puede hacer frente a problemas de plomería, gas y electricidad doméstica. La mujer cuenta con estudios técnicos superiores que la acreditan para manejar esas emergencias caseras.

Desde hace años ejerce la medicina orientada hacia el bien común, pensando en la salud del paciente y su pronta recuperación. Para ella lo material es secundario. La mayor satisfacción es ver a las personas curadas y, sobre todo, a las que provienen de hogares donde se administra la escasez y la miseria. Esta pandemia reafirmó esa vocación hacia el prójimo. Es una de las pocas médicas que habla de la buena alimentación, de los ejercicios y de la salud mental como prácticas iniciales antes de someter a los pacientes a la compra de interminables medicinas.

Y es que pareciera, a juzgar por lo que se ve, que hay doctores al servicio de las farmacéuticas y no del bolsillo de los pobres seres humanos. Según los informes que leo, la industria de la medicina se ha convertido en el número uno en la fabricación de millonarios. Ella desplazó al narcotráfico, a la tecnología y a la industria bélica.

Según las tarifas de la clínica Joram, donde Lezcano es una de las mayores accionistas, en la mayoría de los casos se cobra conforme a la posibilidad de la persona. Con la pandemia han sido muchos los que se atendieron de forma gratuita y de la misma manera recibieron los medicamentos. Y es que desde inicios de febrero, Ajoortt Lezcano se preparó con mascarillas y medicinas, por lo menos para seis meses. Nunca pensó que esta pandemia iba a ser tan larga. Mientras que varios médicos se atrincheraron en las casas huyéndole a los horrores de la pandemia, Ajoortt Lezcano atendía a miles de pacientes; iba a sus casas, algunas ubicadas en zonas montañosas de la provincia de Panamá Oeste. La primera persona que atendió era VIH positivo. Las noticias que llegaban sobre el virus eran aterradoras. Se recomendaba el uso de equipos especiales, mascarillas y de trajes de astronauta para evitar el contagio.

Lezcano atendió al paciente con tan solo una mascarilla y su indumentaria habitual de doctora. Tuvo que acercarse al enfermo para saber cómo estaban los órganos. Tocarlo, palpar su corazón, pulmones, mirar de cerca sus ojos, en fin, se arriesgó demasiado.

Para Lezcano, en las últimas semanas los pacientes con la enfermedad han disminuido. Los que se atienden en la cínica son pacientes con secuelas del virus.

Luego de cumplir con ese apostolado, entró en razón. ¡Pensó en esos momentos que se había contagiado! Frente a tales reflexiones reunió a los miembros de la familia a una distancia prudente y con las medidas del caso. Les comunicó que por esa dedicación y entrega era posible que hubiese adquirido el temible virus. Se despidió de cada uno de ellos como si sus días estuvieran contados. También hizo las paces con Dios y pidió perdón por los pecados cometidos en vida. Los días fueron pasando y Ajoortt Lezcano no tenía síntoma alguno. Desde ese momento se convirtió en un ícono, en un símbolo para los pacientes que comenzaron a llegar a la clínica por montones. Esa condición la puso por delante de muchos otros médicos. El hecho de tener a los enfermos muy cerca le permitió hacer grandes descubrimientos. Pronto se dio cuenta de que la complicación de las personas se daba cuando el virus bajaba de la garganta y atacaba otros órganos. ¡Había que hacer algo! Desde el mes de febrero de 2020 empezó a estudiar el virus y rezaba todas las noches. Tenía preparado un complejo de medicamentos para dar a sus pacientes compuesto de inmunoestimulantes, corticoides inhalados, broncodilatadores, antiviral RNA y antibióticos por si los llegara a necesitar. “Los análisis y estudios me indicaban que el virus se podía atacar con estos medicamentos”, manifiesta.

Lezcano no puede negar que cuando empezó a dar el tratamiento, la incertidumbre no le permitía dormir. ¡Quería que amaneciera pronto para preguntarles a los pacientes cómo seguían! Con el paso rápido del tiempo, en tres semanas, ya llevaba 36 pacientes atendidos y con una salud estable. Igual, mantenía temor y mucha ansiedad. A estos pacientes les había recomendado hacer actividad física cardiovascular, pero, aún quedaban los que no iban a poder realizar ejercicios por su edad o condición de salud. Fue entonces cuando los médicos italianos compartieron con el mundo los hallazgos que pudieron ver en las necropsias. Ellos dejaron de seguir los protocolos de la OMS y se dieron cuenta de que los pacientes morían asfixiados no porque los pulmones se fibrosaran, sino por coágulos que se formaban. Estos obstruían las vías respiratorias. Fue entonces cuando la doctora adicionó al tratamiento los anticoagulantes. Los nuevos pacientes que llegaron con insuficiencia vascular y enfermedades cardiacas fueron tratados con los anticoagulantes. Así también hicieron muchos médicos del mundo, lo que permitió salvar a miles de personas. El hecho de recomendar, también, remedios caseros provocó que algunos colegas en clara violación de los principios éticos la catalogarán de chamán, hechicera y otros epítetos.

Para Lezcano, en las últimas semanas los pacientes con la enfermedad han disminuido de manera considerable. Los que se atienden en la cínica son aquellos que tienen secuelas de la pandemia. La doctora considera que la vacuna ayudará a salir más rápido de esta tragedia y reconoce que la población está tomando conciencia de la situación. “Los hábitos, los comportamientos y el cambio de actitud del ciudadano está contribuyendo a la disminución de los casos”, dice. Desde principios de la pandemia, Ajoortt Lezcano y casi 40 doctores le pedían a gritos al gobierno el fortalecimiento de la atención primaria.

Es lastimoso y censurable que el gobierno mirara para otro lado. El tiempo les ha dado la razón a estos héroes de la medicina. Solo los que están en el campo de batalla pueden sugerir y recomendar lo que mejor se puede hacer para atacar al enemigo. Es triste que algunos médicos de escritorios y de libros contradijeran a los que estaban peleando la guerra entre muertos y heridos. Cuando las aguas se calmen y la tempestad haya pasado, esperamos que se hagan los juicios necesarios para saber ¿qué se hizo bien y qué se hizo mal? ¿Quiénes estaban al servicio del pueblo y quiénes al servicio de los poderes millonarios de las farmacéuticas?

Lezcano es una profesional humanista. Contrario a las recomendaciones, abrazó a muchos pacientes que se sentían olvidados del sistema. Con ese gesto les transmitió confianza, fe y amor; elementos esenciales para la curación del paciente.

“Cuando usted come al lado de otra persona, por favor no hable, ni deje que le hablen. Una vez termine de comer, póngase la mascarilla y converse todo lo que quiera. Guarde la distancia y cuando haga ejercicios al aire libre, cuídese de las partículas de sudor que emanan de las fosas nasales o de la boca de otros corredores. Es posible que al principio algunos médicos se contagiaran a la hora del almuerzo o de la cena en los hospitales. Si estaban cerca de otros colegas y conversaban mientras comían, allí pudo haber estado el error”, dice la doctora Lezcano.

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