De juerga con la muerte

Actualizado
  • 11/10/2015 02:00
Creado
  • 11/10/2015 02:00
No es cierto que no le tenemos miedo; le tenemos tanto que preferimos hacer fiesta con ella

‘Un muerto no es lo mismo que una persona que murió', me dijo mi amigo David. Obvio que estaba, como siempre, borracho. Luego dijo: ‘Aprovechar las noches que viveremos. Subamos el último tren al vacío. Eres el última. Dilatada estás desde el silencio. Y desde su fondo me llamas. Yo hoy que he perdido todo contorno. Necesito de tus dedos para recuperar. No queda otro camino que entregarse al mito y al calor'. Y no supe qué responderle. Lo miré con lástima y ternura. Pensé en el destino oscuro (o de luz) de los poetas. Recordé este verso: ‘Sean las certezas palacios de nieve / a los que alguien asedia con el fuego '.

David salió por un instante de su sopor y dijo, en voz baja como para que nadie en la cantina lo escuchara: ‘Juan Manuel Roca'. Yo asentí y le di una palmada en la espalda. A ambos nos encanta el poeta colombiano. Nos gusta y estamos solos. Luego David mencionó que había abierto una cuenta de Facebook. Eso me decepcionó un poco y de broma le dije ‘maricón'. Él quiso enojarse pero tenía muy pocas energías para eso. En vez, me dijo que se había hecho amigo de una poeta peruana que estaba buenísima y que era modelo además de poeta y que de seguro que nadie la tomaba en serio como escritora solo porque era guapa. "A ella le gusta poner versos de otros poetas en su muro; como este, escucha: ‘Mi signo zodiacal es Kakfa, con ascendente en Borges '.

Yo le pregunté quién había sido el autor de ese verso y él me respondió aburrido que un tal H. Ríod Cordero. En ese momento la cantina estaba cerrando. Cansancio y ‘cruda' se respiraba en el aire y el traganíquel había dejado de sonar. Afuera, en la calle, había perros flacos. Fue allí que recordé México y la celebración de la muerte que hacen en ese país. Recordé las palabras de mi amiga mexicana Ximena Velasco: ‘no es cierto que no le tenemos miedo a la muerte: al contrario, le tenemos tanto miedo que preferimos hacer fiesta con ella. Pero todos los mexicanos te dirán que eso no es cierto'.

También recordé el pueblo de Tepoztlan y sus cerros y, cómo no, a sus perros. Recordé aquella canción que se nos ocurrió a José María Arreola y a mí: ‘Hay muchos perros en la noche, solo uno conoce el ladrido que me hace bien. Me invento un pasado de cerro y de luz. Es el camino que ya no eres tú. Llego borracho en la noche sin fin '. No le conté a David nada de lo que los perros me hicieron recordar. Porque allí estaba él, en su borrachera, en su muerte en vida, jugando con, alimentando y acariciando a los perros. Yo observaba el cielo sin luna. Bebí un trago de cerveza ya no fría.

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