Mitos y sombras

Actualizado
  • 13/12/2020 00:00
Creado
  • 13/12/2020 00:00
Los ninja, esos personajes vestidos de negro que aparecen y desaparecen, como si tuviesen poderes sobrenaturales realmente existieron, pero no son esa figura estilizada que nos venden las historias del cine, las manga y el anime
Bomberos participan en una parada de año nuevo. En el detalle, bomberos del período Edo.

Sigilosos, capaces de infiltrarse hasta en la más segura de las fortalezas, asesinos implacables de la noche, con estrategias, armas y poderes sobrenaturales, los ninjas proceden de tiempos inmemoriales y han hecho las delicias de muchos y las riquezas de otros, pero, ¿cuán cierto es el mito y cuánto la realidad?

En un principio

Hay que remontarse a los Estados Guerreros (período Sengoku 1467-1615) para ver surgir la figura del shinobi no mono –persona que se esconde– que vendría a ser un espía, mensajero o mercenario cuya peligrosa profesión es muy bien remunerada si se está en el bando victorioso. Las personas que se dedicaban a estos menesteres probablemente tendrían grandes necesidades y poco o nada que perder en caso de ser atrapados, campesinos sin tierra, ronin –samurái sin jefe–, entre otros. Pero, ¿cómo deviene de esta figura el asesino sobrenatural vestido de negro? A mediados del período Edo (1603-1868), aparecen folletines con aventuras de ninjas –en un principio antagonistas– que poco a poco se convertirán en “héroes” y durante el período Meiji (1868-1912) el gobierno incentiva su producción con la intención de promocionar el mito del bushido o código del samurái.

Escena de la la cinta 'Shinobi no mono', de Yamamoto Satsuo, estrenada en 1962.

Al final de la ocupación norteamericana estos folletines dieron el salto a otra forma de entretenimiento, –el manga–, con historias de acción dirigidas a adolescentes. En su deriva se les añade fantasía y misterio a los personajes, surge “El ninja Kagemura” (Iga no Kagemura, 1961) de Yokoyama Mitsutero o “Las hazañas bélicas del ninja” (Ninja bugei cho, 1959-62) de Shirato Sampei que logran ventas fabulosas, de un género que continúa en nuestros días.

Pero el gran salto se da gracias a otro medio, el cine. En 1962 se estrena la primera de una serie de ocho películas Ninja, la banda de asesinos (Shinobi no mono, 1962) de Yamamoto Satsuo, basadas en las novelas homónimas de Mutarama Tomoyoshi, quien los dotaba de fuerza y habilidades sobrenaturales. Su fama cruzó fronteras y llegó a nuestro continente. En la década de los 1980 Cannon Films forjó en las mentes el mito del ninja con sus películas clase B, en las que estos prodigios de las artes marciales debían: “vengar la muerte de... rescatar a... demostrar quién era el mejor de...”.

Mitos y sombras
La descontextualización

Al igual que un pintor puede sacar prodigios de su imaginación, por décadas los escritores de la época crearon a este personaje con base en detalles de la cotidianidad, a los cuales descontextualizaban, ya fuesen objetos o acciones que poco a poco formaron parte del entorno ninja. Así, la vestimenta negra de pies a cabeza surge del teatro noh, kabuki y bunraku en la figura del kuroko –persona vestida de negro y con el rostro cubierto–, encargado de mover la utilería, escenografía y “efectos especiales” en el teatro, quien adquiría una pseudo invisibilidad ya que el público lo ignoraba para prestar atención a los personajes. Del teatro kabuki tomaron inspiración de obras como “El malvado Nikki Danjo” e imbuyeron de acción, intriga y pasión las aventuras del ninja. Además, los bomberos del período Edo (1603-1867) pusieron su granito de arena con los trajes para protegerse del fuego y algunas de las herramientas para remover estructuras en llamas.

Kuroko en el teatro kabuki

De los monjes budistas de las disciplinas tendai y shingon se apropiaron de las prácticas mikkyo –enseñanzas secretas– que consistían en mudras –movimientos y posiciones de manos– que acompañadas de cánticos permitían a los monjes expulsar sus penas, sufrimiento, visualizar al Buda y pedir favores para otras personas en sus oraciones. De la mano de la mitología ninja –nunca mejor dicho– estos movimientos y cánticos lograban que quien los entonaba se transformara en animales, adquirir fuerza sobrehumana o, lanzar llamas por las manos.

De los agricultores y campesinos tomaron herramientas que adaptaron a sus catálogos de armas, pero el mayor de los aportes los dio definitivamente la cinta Shinobi no mono, esta llevó la batuta de la mitología, sociedad y cultura en que se desarrollan sus clanes, como también su arma más legendaria, el ninjato, esa espada pequeña que llevan en la espalda mientras escalan enormes paredes, la que apareció por primera vez en dicha cinta, es decir tiene 58 años de antigüedad.

Ilustración de bomberos del período Edo.
Fantasía turística

Y el lector preguntará, ¿por qué mantener vivo el mito? Sencillo, las regiones de Iga Ueno en la prefectura de Mie, son localidades mayoritariamente rurales con poca afluencia de turistas, pero con la explosión del fenómeno ninja en occidente ofreció todo tipo de atracciones relacionadas con el tema que aún en nuestros días generan un buen aporte económico.

Es fácil encontrar museos como el Museo del Ninja en Iga (Iga-ryu Ninja Hakubutsukan), para los fanáticos de la culinaria se recomienda una visita al restaurante Ninja Fujiissui cuyos platos contienen “ingredientes especiales ninja” y si se está de apuro puede ordenar para llevar unas hyorougan –píldoras alimenticias energéticas– para el ninja en movimiento y comer mientras visita la Koka no Sato Ninjutsumura –villa ninja de Koka– en la ciudad del mismo nombre. El fenómeno no se limita a esta prefectura, en Tokio es posible comprarse un helado o un crepe ninja, y en el parque temático de TOEI en Kyoto existen juegos como el fuerte ninja: el laberinto 3D, el show del ninja Sasuke y para los mayores, el plan ninja de Kyoto.

Hablar de ninjas es como hablar de religión o política en una fiesta familiar, siempre saldrán los defensores a ultranza, a los que les divierte el mito, pero saben que es solo eso, uno de los atractivos que Japón ha universalizado, un mito gracias al cual muchos tienen una forma de sustento.

Agradecemos a Jonathan López-Vera, doctor en historia japonesa, por su cooperación en la realización de este artículo.

El autor es catedrático de la Universidad de Panamá y doctor en comunicación audiovisual y publicidad.

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