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Hambre de paz, de comida y de un Nobel, el nuevo capítulo del conflicto Israel-Palestina

- 10/10/2025 00:00
La Plaza de los Secuestrados es el nombre popular para un parquecito en Tel Aviv, Israel. Allí, cientos de israelíes han recibido a secuestrados liberados por Hamás o por las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI). Los traen en helicóptero antes de llevarlos al hospital.
La plaza se encuentra en el centro de la ciudad, justo enfrente de la sede del ejército israelí (está prohibido fotografiar ese edificio), y al lado de un museo de arte. En el ocasiones pasadas, israelíes se han congregado allí a ver en pantallas la liberación de rehenes, en ocasiones revestido de un show de Hamás que los viste de militares o entrega diplomas antes de montarlos en ambulancias de la Cruz Roja en las que pasan la frontera de Gaza y luego son llevados en helicópteros a Tel Aviv para recibir atención médica.
Como muchos sitios en Israel, está empapelada con las fotos de los más de 250 secuestrados el 7 de octubre de 2023 y lazos amarillos (el color designado para pedir su liberación). Hay un reloj digital que lleva la cuenta del tiempo que llevan secuestrados en Gaza y hasta un túnel utilizado como réplica de los utilizados por Hamás para retener a los rehenes y movilizar sus tropas.
La madrugada de este 9 de octubre los familiares de los secuestrados se encontraron con la confirmación de algo que se venía rumoreando y esperaban desde hace años, el anuncio de un acuerdo entre Israel y Hamás que estipulaba la liberación de los rehenes.
Los asistentes eran tan diversos como el propio pueblo de Israel. Había quiénes coreaban “¡Nobel para Trump!” mientras bailaban, otros cantaban “Imagine” de John Lennon, había un par de israelíes con trenzas fumando marihuana, había señoras abriendo botellas de champaña, otra repartiendo bocaditos y muchas familias brindando con arak, un licor tradicional israelí hecho en base de anís que no se diferencia mucho del aguardiente.
A un lado, un señor mayor rompía el tono de los demás. Portaba un cartelón con las fotos del primer ministro Benjamín Netanyahu, el presidente estadounidense Donald Trump y militares israelíes con líneas rojas sobre sus caras. El texto en hebreo leía: “Líderes mundiales, criminales de guerra”. Un grupo de familiares de los secuestrados se acercó a increparlo e intentar moverlo del sitio. A los periodistas que grababan video o tomaban fotos les pedían que no lo hicieran, que era una persona intentando regar odio cuando ellos querían un mensaje de paz. Después de algunos minutos, uniformados se llevaron al hombre con su pancarta.
El tema de Israel y Palestina no solo causa división fuera del país, dentro del mismo Israel hay muchos que acusan al gobierno de Netanyahu de extender innecesariamente la guerra por dos años para escudarse de los cargos de corrupción en su contra y de pactar con la extrema derecha del país para aferrarse al poder.
“Cuando secuestraron a todas estas personas, cualquier otro país que rige la democracia, lo primero que hubiera salido a hacer es rescatar a los secuestrados. Sin embargo, como la mayoría (de los secuestrados) era de kibbutz y él (Netanyahu) sabe que no votamos por él, esperó dos semanas para empezar una guerra. Dio tiempo para que los terroristas llevaran secuestrados a distintos lugares, los martirizaran, no les daban de comer, los tenían desnudos, haciendo sus necesidades sobre sí mismos, atados con cadenas en túneles donde hacía frío, hacía calor, no había forma de estar parados, orinando en las botellas de bebidas que ellos mismos habían vaciado, si es que se las hagan, comiendo arroz podrido y pitas en mal estado”, cuenta Esther Mikanowski, cuya hermana fue asesinada por terroristas dentro de un kibbutz el 7 de octubre. Los kibbutz son comunidades agrarias regidas por un sistema cooperativista. Suelen ser sitios tranquilos dónde se cultiva aguacate, se crían vacas y los niños corretean tranquilos. Los kibbutz ubicados cerca de la frontera con Gaza fueron el principal objetivo del ataque de Hamás. “El que está consiguiendo todo lo que conseguimos es Trump, que quiere el premio Nobel para él, no es Netanyahu”, añadió durante una entrevista hecha unos días antes del anuncio del acuerdo entre Hamás e Israel.
El primer ministro de Israel ha tenido que hacer frente a cargos de fraude, abuso de confianza y aceptación de sobornos en tres casos distintos. Como Esther, hay muchos críticos fuertes de su gestión. Pero los israelíes coinciden en algo, la prioridad es, y siempre debió ser, traer de vuelta a los rehenes.
A la fecha de este escrito, hay 48 rehenes de Hamás (vivos y muertos) en Gaza. Se presume que 28 están muertos y 20 vivos, aunque es difícil saber a ciencia cierta. Sus familias los quieren a todos de vuelta, incluso a los que han fallecido, a quiénes necesitan dar una digna sepultura.
“Ahora tenemos esperanza, toda la pesadilla que vivimos por dos años, la larga pelea termina y todos los rehenes vengan a casa y podemos recuperarnos como nación, con paz y no con guerra para nuestros niños y los niños palestinos”, afirmó Michel Mihael Illouz, padre de Guy Illouz, un joven que tenía 26 años cuando fue secuestrado y cuya muerte fue confirmada en diciembre de 2023. “Ahora no es el momento de hablar sobre nuestro gobierno. Tengo muchas quejas de mi gobierno, por dos años he peleado contra mi gobierno, pero ahora es el tiempo de decir gracias a Trump y al gobierno americano por el acuerdo que se ha logrado”.
El acuerdo negociado contempla la liberación de los 48 rehenes israelíes, a cambio de 250 presos palestinos que cumplen cadena perpetua en cárceles israelíes y 1.700 detenidos de Gaza, según publicó BBC citando a una fuente palestina. Además, se establece un cese al fuego y una retirada parcial de las fuerzas israelíes en Gaza, que mantendrá más del 50% del control en la Franja. También se acuerda la entrada de unos 400 camiones al día con comida y ayuda humanitaria, cuyo número se incrementaría gradualmente.
El mundo sabe que los ojos del presidente Donald Trump están clavados en obtener el Nobel de la Paz. La firma del acuerdo es vista como algo positivo para todos, para el ego de Trump, para el hambre y la seguridad de los gazatíes y para los israelíes que esperan a sus familias de vuelta.
Nadie puede estar seguro cuánto durará esta paz, o siquiera en que tiempo o hasta que punto se cumplirán los acuerdos. Mientras tanto, en la Plaza de los Secuestrados se empieza a asomar el sol. Unas muy ligeras gotitas de lluvia se cuelan tímidas antes de desaparecer. Chispea en Israel, un optimismo cauto prepara el telón para el siguiente capítulo de esta historia.