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- 07/10/2025 10:06
La Ley de Insurrección (Insurrection Act) es una de las normativas más antiguas y controvertidas del sistema legal estadounidense. Promulgada en 1807, otorga al presidente de Estados Unidos la facultad de movilizar las Fuerzas Armadas o asumir el control de la Guardia Nacional dentro del territorio nacional cuando la seguridad interna del país se ve amenazada por rebeliones, disturbios o actos de violencia generalizada que los gobiernos estatales no puedan controlar.
El propósito inicial de la ley fue permitir al Ejecutivo responder ante levantamientos armados que comprometieran la autoridad federal o la unidad de los Estados Unidos. Sin embargo, su uso ha sido históricamente excepcional, dado que entra en conflicto con el principio de autonomía de los estados y con la Posse Comitatus Act de 1878, que prohíbe al Ejército federal involucrarse en tareas policiales.
La ley establece que el presidente puede actuar de forma unilateral —sin autorización del Congreso— cuando existan condiciones que “impidan la ejecución de las leyes de Estados Unidos” o cuando se produzcan “insurrecciones” que amenacen la estabilidad nacional.
Al invocarla, el mandatario asume temporalmente el mando sobre la Guardia Nacional, fuerza que normalmente opera bajo control de los gobernadores, y puede desplegar unidades militares para restablecer el orden y proteger instalaciones federales.
Esta prerrogativa presidencial ha sido objeto de debate por su potencial uso político. Expertos en derecho constitucional advierten que, aunque legalmente válida, su aplicación en contextos de protesta civil o disidencia política podría vulnerar derechos fundamentales y escalar los conflictos sociales.
A lo largo de más de dos siglos, la Ley de Insurrección ha sido invocada en contadas ocasiones. Entre las más relevantes figuran:
1861 – Guerra Civil estadounidense: El presidente Abraham Lincoln la utilizó para movilizar tropas contra los estados secesionistas del sur al inicio del conflicto.
1957 – Crisis de Little Rock: Dwight D. Eisenhower envió al Ejército a Arkansas para garantizar el ingreso de estudiantes afroamericanos a una escuela segregada, desafiando la resistencia del gobernador.
1962 – Universidad de Misisipi: John F. Kennedy desplegó tropas federales para proteger a James Meredith, primer estudiante negro en inscribirse en esa institución, en medio de violentas protestas raciales.
1967 y 1968 – Disturbios raciales: Lyndon B. Johnson invocó la ley durante los disturbios en Detroit y Washington D.C., tras los asesinatos de líderes del movimiento por los derechos civiles.
1992 – Disturbios de Los Ángeles: George H. W. Bush la aplicó para restablecer el orden después del veredicto que absolvió a los policías implicados en la golpiza de Rodney King.
Desde entonces, ningún presidente estadounidense ha vuelto a utilizar formalmente esta ley, aunque Donald Trump y otros líderes republicanos han amenazado con hacerlo en los últimos años para enfrentar manifestaciones violentas o crisis migratorias.
El uso de la Ley de Insurrección implica un riesgo político considerable: su invocación suele interpretarse como un fracaso en la gestión civil del orden público y una señal de militarización del conflicto interno.
Por eso, aunque sigue siendo una herramienta vigente dentro del marco legal estadounidense, su aplicación práctica se considera un último recurso que podría alterar el delicado equilibrio entre seguridad nacional y derechos constitucionales.