• 31/08/2008 02:00

Encuestitis aguda

Estos son tiempos de opuestos: cantidad –vs- calidad. Una descompensación en términos de competencias. ¿Qué es más importante para los p...

Estos son tiempos de opuestos: cantidad –vs- calidad. Una descompensación en términos de competencias. ¿Qué es más importante para los políticos? ¿Lo que dicen las encuestas o lo que piensan los electores de sus propuestas programáticas?

Existe un hilo conductor entre una posición y otra. La pregunta ausente: ¿por cuál propuesta programática se inclina? Ocurriría tal vez que los encuestados no sabrían qué contestar y la columna de “no sabe” o “no responde” rompería los límites de la gráfica.

Pero no se trata de esto. Se trata de preguntar por personas en un contexto donde esas personas no presentan un proyecto de país a los electores.

Se trata de medir la presencia mediática de los personajes de la política en un momento determinado. Se trata de subir y de bajar en las gráficas de aceptación. Se trata de medir la incongruencia del electorado y sus posiciones encontradas ante un mismo hecho.

No crean los lectores, que los políticos se satisfacen con los resultados de las únicas tres encuestadoras que pueden hacer públicos sus resultados actualmente. ¡Qué va! Hay toda clase de encuestas en el país en estos momentos. ¡Ah, me olvidaba! También hay pronósticos (así como los del hipódromo). ¡Voy a éste! ¡Voy a éste otro!

La sed desesperada de verse reflejado/a en una encuesta más arriba que el/la otro/a rompe todas las expectativas. A tal punto, que las endorfinas de algunos se exacerban, y empiezan a delirar en público y a lanzar retos “encuestísticos” que pasan el límite de la imaginación: ¡5 encuestadoras extranjeras!, ¡la iglesia católica con el Santo Padre en persona o al menos un cardenal!, ¡que decidan las encuestas!

Y así, se especula por qué bajó éste y por qué sólo subió unos décimos esta otra. Y por qué éste, que quiere ser alcalde y es dueño de medios de comunicación y sale en fotos gigantes con sonrisa “colgate”, no logra subir en las encuestas y por qué éste otro que también quiere ser alcalde, que no se apoya en la candidatura ni de ésta ni de éste y casi ni se sonríe, está arriba en las encuestas.

Y bueno, hasta se dice que éste otro, que también quiere ser alcalde, cayó como una papaya por cuenta de su peso. En fin, la encuestitis es contagiosa.

Las encuestas no son infalibles, especialmente en las campañas internas, o cuando se conducen antes que la campaña general empiece realmente. No se debe operar una campaña sin las encuestas adecuadas, pero tampoco se debe depender totalmente de las encuestas.

Ricardo Martinelli está contento porque está arriba de Juan Carlos Varela, pese a que desde hace unos meses se encuentra prácticamente estancado en las mismas, pese a la inversión millonaria que hace en publicidad.

Pero a la vez, no dice nada de los resultados de esa misma encuesta, donde el 46.6% de los encuestados opinan que el candidato que debe encabezar la alianza de oposición es Juan Carlos Varela. Además de que un 21.9% insiste en que debe ser Alberto Vallarino (que para los efectos, le suma a Varela).

Que siga la encuestitis, pues? alguien o varios, se enfrentarán el día de mañana con su cruel realidad.

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