• 01/10/2008 02:00

Entre pobres y millones

La panorámica y exclusiva vista de una imponente mole de concreto erguida bajo el cielo azul que envuelve nuestra capital de ensueños no...

La panorámica y exclusiva vista de una imponente mole de concreto erguida bajo el cielo azul que envuelve nuestra capital de ensueños no solo deja al descubierto el afán y prisa de quienes tenemos el privilegio de haber hallado un sitio donde permutar trabajo por sustento; sino también la dantesca realidad en que se escurren la inocencia de una infancia contrariada por los excluyentes vientos progresistas que no acarician la miseria que los sume y mantiene al margen de una vida digna.

Una melena con dorados rizos infartados por el implacable calor, repentinamente se postraron a un costado del lujoso automóvil que solo se muestra reverente ante el tricolor intercambio de luces que conduce el cíclico avance del tráfico. Su diminuta estatura apenas le permite alcanzar una insegura, pero estratégica posición sobre el vehículo, mientras sus frágiles brazos se turnan para dar aguante a un rosario de mercaderías del bazar de menudencias para el común de los transeúntes; sin embargo para quien las exhibe, simbolizan una diadema de exquisiteces capaz de cautivar el más exigente de los gustos.

Su piel áspera y curtida atestigua la rudeza y la apatía con que los ha tratado la vida, a ellos aún no los alcanza el regazo de las redes de oportunidades, ni los salpica la dicha de contar con un subsidio que al menos en tiempo electoral les alivie la flacidez de sus estómagos; su seguridad alimentaria pende de un hilo sostenido por la esperanza de cerrar una venta o en el mejor de los casos, de la nobleza y la buena fe de un cliente ocasional.

En los ojos de estos mercaderes se refleja el colorido repartido en los retazos de una onerosa inversión política publicitaria que crece en sus narices, sin revelarles la senda que marque el despertar a su eterna e insufrible pesadilla. Su candidez todavía les esconde la diferencia entre una campaña sucia o millonaria en la cual ellos siquiera figuran dentro de la agitada agenda o el trasnochado discurso de quienes ahora adornan con sus promesas las mohosas estructuras del resquebrajado puente, que al ocaso de otro largo día servirá de abrigo a las esperanzas de éstos parias que luchan afanosamente por no sucumbir en este océano de mezquindad e indiferencia electoral.

Ahora el turno nos asiste a quienes por gracia y voluntad divina se nos ha concedido el don de discernir e influir con nuestras decisiones sobre el panorama político social que se avecina, recordándoles a los candidatos que ponerse en “los zapatos del pueblo” es escuchar, actuar “de corazón” con una “mano dura” y decida a desviar recursos millonarios de sus costosas y estériles campañas en pro de las necesidades que nos asedian y mantienen en vilo.

Hoy el país les exige a cambio de un voto de conciencia, una actitud altruista que desde este inicio de su peregrinación hacia la meca del poder, dé muestras de confianza y honestidad a quienes estamos cansados de bregar entre pobres y millones.

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