• 25/11/2008 01:00

Los juegos electorales

Todo indica que será a partir de las primeras semanas de enero que entraremos de lleno en la campaña electoral. Se habrán establecido la...

Todo indica que será a partir de las primeras semanas de enero que entraremos de lleno en la campaña electoral. Se habrán establecido las correspondientes alianzas y llenado las vacantes a puestos de elección. El discurso tendrá que ser común, basado en una agenda única de Estado. No hay muchas cosas que inventar, pues los temas pendientes son bien claros y están bien definidos, igual que sus soluciones. Lo que marcará la diferencia entre uno y otro candidato consistirá en la habilidad que apliquen sus equipos electorales para convencer a un reducido grupo de independientes y una inmensa masa de jóvenes de que la ejecución de su programa de gobierno descansa en las manos de sus mejores expertos y de dedicados profesionales y cuadros políticos.

La campaña mediática empleará todos los recursos de la publicidad, dedicando buena parte de sus tácticas, más que a divulgar el programa, a descalificar al adversario. No me parece que sea este el mejor de los caminos ante una sociedad descreída, pero ese es el estilo actual de nuestros políticos. Creo que basar una campaña en intentar descalificar al contrario a base de propaganda negativa no nos puede llevar a buenos resultados. La sociedad espera propuestas realistas y viables para solucionar sus problemas. Sobre ese principio el voto se convierte en una especie de delegación al Partido y sus candidatos y los votantes esperan que sean recíprocos. Pero los problemas principales del país no son coyunturales, sino tienen un carácter estructural. Es decir, que dichos problemas, como temas de Estado, necesitan de verdaderos consensos nacionales. La vieja práctica de dejar en manos del ganador la solución de todos nuestros males se agotó. Esto indica que el liderazgo y la gobernabilidad de las fuerzas políticas vencedoras serán puestos a prueba de forma casi inmediata. Una mala administración, una dirección errática y temperamental, una lentitud y una distorsión en el enfoque de los problemas que arrastramos como nación, pueden llegar a afectar a todo el conjunto de sus habitantes poniendo en peligro al propio régimen democrático.

En el caso de mi partido, el PRD, la situación es más compleja. Debemos convencer al electorado de que somos la organización más capaz y con mayor voluntad de cambio para repetir un nuevo mandato al frente de la Nación. El adversario pretende, simultáneamente, descalificar la gestión del presidente Torrijos y poner a la defensiva la propuesta que encabeza Balbina Herrera. Para ello recurre a la vieja práctica del discurso por el cambio, que significa la opción de poder para un partido de oposición. Combinar, dentro del discurso electoral, ambos períodos no será una tarea fácil y siento que no es un tema aún resuelto en el equipo de campaña.

Escucho muy pocas voces ponderar las realizaciones del actual gobierno y sí muchas que hablan de lo que haremos cuando “lleguemos al poder”(?). Creo que esta campaña debe servir para hacer un balance franco y sincero ante la sociedad de estos cinco años, incluyendo los temas pendientes y reforzando la nueva agenda social que nos corresponde ejecutar. La sinceridad autocrítica nos puede fortalecer ante un electorado impaciente que demanda soluciones. No veo otra forma de salirle al paso al discurso del adversario; no vaya a suceder que a alguien se le ocurra preguntar: ¿Y dónde estuvo usted en estos cinco años?

-El autor es analista político.rvasquezch@cwpanama.net

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