• 02/03/2009 01:00

Un desafío superior

Hay gente que ve bondades por todas partes. Yo veo oportunidades, pero ante todo retos, enormes retos que, de no ser atendidos sistémica...

Hay gente que ve bondades por todas partes. Yo veo oportunidades, pero ante todo retos, enormes retos que, de no ser atendidos sistémicamente, pueden dar al traste con las metas de desarrollo que merecemos.

Hay quienes sostienen que opino solo sobre el lado negativo de los temas. Subrayan los alcances positivos como si beneficiaran por igual a todos. Están los que se aferran a la idea de que la participación ciudadana en la construcción de su futuro y de un mejor país solamente es realizable a través de su asociación en los partidos políticos. Ejercen su derecho a opinar, al igual que yo.

El reto más crucial que enfrentamos como sociedad en este nuevo milenio —en la búsqueda del bien común, de la convivencia pacífica y la supervivencia de la especie— es el de la comunicación.

Cada evento de interacción entre personas o grupos humanos —desde siempre— se ha definido por el proceso de comunicación que establecen, independientemente de los resultados que producen esos procesos y las interacciones sociales humanas en los cuales se llevan a cabo.

La comunicación ha definido la convivencia en tiempos de paz e inequívocamente para resolver conflictos en tiempos de guerra.

El individuo busca, en términos generales y como elemento fundamental de supervivencia, ser entendido.

El proceso que establece para dar a conocer la realidad de su mundo está intrínsicamente ligado a lo que él percibe y conoce como la realidad de su existencia.

Hay que partir entonces por entender qué es la comunicación, el elemento primordial y central en la eterna búsqueda de un mejor entorno social y el único elemento de interacción social que prevendrá la anarquía y el deterioro de la convivencia social.

Dos temas, el político-electoral y el de la violencia y seguridad ocupan mucho, demasiado espacio en nuestro quehacer cotidiano, particularmente en los medios. A tan solo sesenta días para que vayamos a las urnas, debemos defender el sentido y el ambiente de participación que hemos logrado edificar y preservar durante estos casi veinte años.

Dos hechos recientes subrayan mi preocupación. El ya muy conocido atentado contra la integridad física de la candidata presidencial del PRD, Balbina Herrera durante las recientes fiestas de Carnaval; y el vergonzoso espectáculo ocurrido en una televisora local durante un supuesto debate entre la licenciada Alma Cortés y la ex magistrada Graciela Dixon. En ambos casos, la intransigencia comunicacional, el rechazo a dos elementos del proceso —el emisor y el mensaje— prevaleció por encima de la tolerancia.

Tenemos que ser tolerantes para que los procesos de comunicación se completen aunque no comulguemos con los mensajes.

Para los medios, la información es espectáculo, y ambos casos fueron tratados en ese marco por asuntos de rating y sensacionalismo. La sociedad necesita asumir la educación y guiar a los suyos acerca del presente proceso político sin el concurso de los medios; reto difícil, por cierto.

Una comunicación saludable es la mejor plataforma.

Como sociedad debemos replantearnos seriamente nuestros procesos de interacción para que apoyen nuestros planes de desarrollo, y eso solo se podrá hacer si nos alejamos del rechazo y la violencia y nos comunicamos con respeto.

* Comunicador social.ernestoholder@gmail.com

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