• 01/07/2009 02:00

Convivencia

La vida cotidiana nos lleva a mezclarnos con la masa para todo tipo de afanes. En el mercado, en el banco, en el transporte, ante la dem...

La vida cotidiana nos lleva a mezclarnos con la masa para todo tipo de afanes. En el mercado, en el banco, en el transporte, ante la demanda de un determinado servicio y hasta en la peluquería debemos llegar, sacar un papelito o formar filas; esperar delante o detrás de otros que requieren una determinada atención, similar a nuestro interés.

Hay quienes no soportan la “cola”, el turno o el momento preciso en que tienen oportunidad de ser atendidos y vulneran la fila o se “cuelan” con la finalidad de recibir atención antes que quienes llegaron primero. Para esto, se valen de cualquier excusa “estoy de urgencia”, “tengo un gran apuro” y otros argumentos que les apoyan en su intención de avanzar con rapidez.

Hace poco conocí dos manifestaciones parecidas, pero diferentes. Un señor de ascendencia asiática gestionaba unas copias en un supermercado y le pidieron que pagara en una de las cajas. Dio la vuelta y entró a una fila para pagar, pero como lo único que tenía eran los documentos para reproducir, pidió a la señora ubicada delante de él, que le permitiera pasar. La respuesta fue una airada negativa, seguida de murmuraciones con improperios para el apenado señor que tuvo que esperar su turno.

Otro caso, un señor que había comprado un pastel en otro supermercado, se acercó a la fila formada para pagar y solicitó a otra señora que le permitiera avanzar, dado que solo tenía un producto. La dama le cuestionó por la razón, porque ella tenía dos. El señor insistió y la afectada aceptó, no de buenas maneras.

Son ejemplos específicos de la convivencia diaria y que expresan cómo se manifiesta esta cualidad que podemos tener o carecer de ella y que de alguna manera vinculan nuestros estados de ánimo, nuestra forma de ser y sobre todo, las conductas de grupo en determinadas situaciones.

La vida tan agitada que se vive en el país ¿hace nacer estas circunstancias o estamos perdiendo la cordialidad que nos caracterizaba? ¿Qué estimula la conducta humana en la dirección de las respuestas que damos? A veces es hilarante, pesado o molestoso encarar un episodio de estos en la calle, ante una puerta o ventanilla. Es allí cuando sale el verdadero yo, impulsado por un resorte misterioso que en ocasiones nos sorprende y asombra.

Algunos llevan esto a una angustia que termina con la negación de los otros. Una especie de misantropía —en casos extremos—, que nos recubre y tal como Alcestes, el personaje de Moliére, surge un sentimiento de enemistad con los demás por causa de determinadas costumbres sociales.

No es algo sencillo, epidérmico. Es más profundo. Algunos filósofos y sociólogos han ensayado explicaciones. Kant, mencionó en alguna ocasión “la naturaleza tortuosa de la humanidad” y Schopenhauer en momentos de pesimismo, expresó “la existencia humana debe ser una especie de error”.

En otros instantes de lucidez, él afirmó que “?el trato ético hacia los otros es la mejor actitud, pues todos somos sufridores y parte de la misma voluntad de vivir”.

Estas palabras son proverbiales, si tomamos en cuenta el proceso político reciente; hoy es indispensable contar con ‘otros’ para la convivencia. Esa es nuestra naturaleza social y no el enfrentamiento y contradicción físicos. Deben enfrentarse ideas y esas, se pueden conciliar a la larga.

-El autor es periodista, escritor y docente universitario.modestun@yahoo.es

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