• 04/10/2009 02:00

Panamá ante un discurso

No escuché en vivo el discurso del presidente Ricardo Martinelli ante la Organización de las Naciones Unidas. Una especie de angustia se...

No escuché en vivo el discurso del presidente Ricardo Martinelli ante la Organización de las Naciones Unidas. Una especie de angustia se apoderó de mi persona, porque, esperaba que siendo mi país representado por el mandatario ante el hemiciclo, el contenido de la exposición llegara a satisfacer tanto a propios como a extraños. Por medio del correo electrónico lo empiezo a leer, aún con esa falta de confianza hacia el tema a tratar. Sin embargo, las primeras líneas me aliviaron, por el tinte poético que le imprimió, y seguí hasta finalizar el mismo.

Y, es que Panamá es poesía, es atractiva, es dulzura, es miel y de la buena. Y, se puede constatar con aquellos buenos extranjeros que llegan y se quedan, y los oigo hablar de mi país con encanto. Y, el presidente Martinelli en el discurso no hizo más que referirse a una Panamá hermosa, seductora, elegante y dispuesta a recibir con los brazos abiertos a todo aquel que quiera llegar a nuestra casa para contribuir en su embellecimiento y enriquecerla. Nos promovió a nivel cultural, empresarial y turístico. No olvidó que somos un país de servicio.

Les hizo un llamado a los inversionistas sobre que estamos dispuestos a ofrecerles cobijo y del bueno, que, con todo y los problemas de pobreza y desigualdad, creemos en la inversión directa y extranjera como una de las mejores formas para crear mayores oportunidades y más plazas de trabajo necesarias para el desarrollo humano y social.

Bajo esa premisa, me he de referir también a la Panamá por dentro, aquella que gime, llora y grita, porque le preocupan aquellas cosas sin resolver y que de una forma u otra se ha de sustentar lo valioso que de ella se ofreció aquel día ante los países del mundo.

Ella sabe que se debe actuar con rapidez, sin olvidar que el apuro trae cansancio, que sin una previa planificación y solución de las situaciones de inestabilidad pueden llevarnos a un desastre sin precedentes. Nuestra población tiene problemas derivados de una sociedad capitalista con un bajo nivel tecnológico, una renta mal repartida y que no responde a las necesidades de sus individuos que sufren altos índices de subempleo, delincuencia y marginalidad.

Existen otros elementos que nos caracterizan como país en vía de desarrollo: insuficiencia alimentaria, recursos desatendidos y derrochados, incompetencia industrial, deficiente sistema educativo, de salud y de transporte, trabajo infantil, subordinación económica, desigualdades sociales internas, persistencia de la miseria, baja calidad de vida, canasta básica familiar elevada, inseguridad jurídica y social, poco respeto al medio natural.

Faltan los canales de distribución de la riqueza, lo que hace que existan grandes diferencias sociales donde la pobreza, el hambre y el subempleo lesionan el alma del panameño, haciendo que caiga en ese vacío existencial de una vida carente de objetivos e ilusiones y donde se confunde drásticamente la ficción con la realidad. Donde se busca el placer por el placer, y se vive sin creencias ni compromisos, sin horizonte vital, con falta de motivaciones profundas, de puntos de referencia, del vacío de los valores y del repensar que nada tiene sentido.

Mientras no se solucione la raíz de nuestros problemas, la Panamá que se ilustró en el discurso ante la Organización de las Naciones Unidas quedará evidenciada y avergonzada ante los ojos del mundo.

*Especialista de la conducta humana.gemiliani@cableonda.net

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