• 15/03/2010 01:00

La vuelta a clases

Volver a clases cada año escolar representa el renacer de la esperanza en una nueva generación que, mediante el estudio y la disciplina,...

Volver a clases cada año escolar representa el renacer de la esperanza en una nueva generación que, mediante el estudio y la disciplina, renovarán los cimientos que sostienen la majestad de la Patria, porque sin educación no hay Nación, no existe progreso ni razón para pensar en un mañana promisorio para todos.

Volver a clases significa contar con aulas equipadas, con los textos, materiales y las tecnologías modernas disponibles para todos. Pero, más que ello, disponer de un personal docente y directivo motivado y entusiasta que acoge, acompaña y facilita con profesionalismo, entusiasmo y amor los pasos de sus alumnos hacia niveles de aprendizajes crecientemente complejos y significativos, en correspondencia con una sociedad y un mundo cambiante, que ha hecho del conocimiento un factor fundamental del desarrollo.

Es un momento singular en la vida del país, pues representa retomar la reflexión sobre el proyecto de sociedad que deseamos construir, más incluyente, solidario, pacífico y humano, del que la educación representa uno de sus pilares constitutivos. Un proyecto que a su vez debe manifestarse con brillantez en el acto pedagógico que inauguramos cada año, enarbolando el pendón patriótico como muestra del compromiso que se asume con la Nación y su futuro.

Es la suma y el efecto de múltiples factores. Para algunas personas se compendia en la fiebre del consumo y la ostentación material, para la gran mayoría ha de simbolizar un capítulo de la obra crucial de superación honesta y digna de su descendencia como el legado más valioso de su existencia. En ese sentido, volver a clases ha de representar, para gran parte de los hogares y las familias, la consolidación de un deber primario de apoyar y motivar continuamente a sus hijos e hijas para que alcancen mediante la educación las oportunidades a una mejor calidad de vida y participación en los asuntos de interés social y cultural que les afectan y la comunidad demanda.

Es descartar la inaceptable idea de que los hijos se “ depositan ” en la escuela para que el docente los cuide, los salve de la influencia perniciosa del ambiente y que los transforme en buenas personas, mientras las familias y otras instituciones que tienen responsabilidades en esta materia se ocupan de sus propios asuntos. Aún cuando la escuela busca alcanzar algunos de estos últimos propósitos, también se considera que en esa misión no pueda estar sola, pues si la familia, las autoridades y la comunidad se unen a ella, los efectos en la formación de las nuevas generaciones serán de mayor impacto en la sociedad.

Una buena educación dependerá siempre de docentes inspirados y bien formados, de escuelas eficientes y de familias que, independientemente de su posición social y económica, estén comprometidas con los aprendizajes de sus hijos e hijas. Diversos ejemplos se conocen de madres y padres de este país, de la ciudad y del campo, que aún agobiados por el desempleo y la pobreza, apostaron su existencia al futuro de su familia mediante la educación. Implica una oferta curricular y pedagógica moderna, pertinente, relevante, debidamente planificada, a tono con los requerimientos de la sociedad del siglo XXI, que desarrolle las potencialidades y capacidades de sus alumnos para que aprendan por cuenta propia a lo largo de sus vidas, sean capaces de comunicarse, trabajar en armonía con otras personas y desenvolverse con autonomía y originalidad en las iniciativas que emprendan.

Por ello, volver a clases significa tener la capacidad y el valor de superar, mediante el diálogo y la concertación, las controversias entre actores, organizaciones e instituciones, que son claves en los procesos de aprendizaje, pues nadie debe interferir en el legítimo derecho que tiene la niñez y la adolescencia de forjarse un mejor futuro con la educación, como un proceso formativo continuo, ininterrumpido y eficaz. Es ofrecer modelos de vida positivos desde la sociedad a quienes buscan un referente para actuar civilizadamente, ser ciudadanos responsables y contribuir a la paz y al progreso económico y social.

Sin referentes legítimos nuestra juventud no tiene norte. Sin una clase política honesta, personas empresarias que amen su país, trabajadores y profesionales consecuentes; comunicadores sociales responsables, padres y madres de familia íntegros y una dirigencia social abnegada, es improbable que la niñez y la juventud que acude hoy a las aulas, encuentre en su entorno ejemplos dignos a seguir en la formación de su carácter y los sueños, para alcanzar las metas profesionales, humanas y ciudadanas que les corresponde y que la sociedad y el mundo demandan.

Este es parte del sentido y el desafío de volver a clases.

*Docente universitario.jbbernal@cwpanama.net

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