• 17/10/2010 02:00

Rescate de los mineros: una noche que duró 69 días

El alma es el principio vital de los seres vivientes; lo que le da espíritu y fuerza a las cosas. De ella, del alma, echaron mano los mi...

El alma es el principio vital de los seres vivientes; lo que le da espíritu y fuerza a las cosas. De ella, del alma, echaron mano los mineros rescatados con vida de las entrañas mismas de la Tierra, para sobrevivir al impacto de un fenómeno que solo ellos podrán contar.

Más de dos meses en penumbras, acompañados solo de las siluetas amorfas de sus compañeros de infortunio y alentados por el mensaje vacío y sin sustancia convincente que se prodigaban mutuamente, pero con la esperanza puesta en Dios para que concretara el milagro del siglo XXI de salir de sus virtuales sepulturas. 33 hombres sintieron el renacer de sus vidas en la mina San José, que en una noche que duró 69 días, pudo convertirse en su fosa común.

Florencio Ávalos y Luis Urzúa, el primer y el último minero que transportados en la burbuja mecánica ‘Fénix’ se asomaron a la superficie de la mina San José, al igual que sus compañeros, reflejaban en su pálidos rostros la satisfacción de haber ganado una recia y dispareja batalla con la muerte. Testimoniaron con voces entrecortadas su satisfacción por el reencuentro con la vida después de la peculiar odisea.

Ya afuera, al lado de los suyos, que habían elevado plegarias que se unieron a los rezos del mundo entero, con cataratas de lágrimas de parte y parte que nacían de almas satisfechas y agradecidas, agradecidos de los hombres que hicieron posible su rescate, esos 33 hombres disponen en este instante del tiempo necesario para meditar profundamente sobre su suerte especial.

Los mineros rescatados jamás tendrán a su alcance las palabras exactas para describir lo que vivieron. Los espectadores de La Esperanza, más que quienes seguimos el rescate en la distancia, por su parentesco con ellos, solo saben cuánto dolor y cuánta satisfacción los embarga ahora que ya todo concluyó; y el mundo entero, que siguió paso a paso cada uno de los movimientos, sabrá persignarse en señal de que aceptan que toda adversidad, por grande y terrible que parezca, es salvable.

A ellos les bastó pedir con fe... y el milagro les fue concedido. Ojalá todos los humanos tuviésemos tan profunda convicción sobre el Poder Superior.

*PERIODISTA.

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