• 21/11/2010 01:00

Decreto obsoleto

Al conocer sobre el último decreto emitido por la máxima autoridad del distrito capital, volví a sentir lástima por la estrechez mental ...

Al conocer sobre el último decreto emitido por la máxima autoridad del distrito capital, volví a sentir lástima por la estrechez mental de quienes, sistemáticamente, impulsan año tras año la prohibición de venta y consumo de bebidas alcohólicas en el Día de los Difuntos, costumbre propia y arraigada en algunos pueblos subdesarrollados.

No trato de convertirme en un impulsor del alcohol ni vendedor gratuito de las grandes y pequeñas empresas que se dedican a su venta; se trata de que como Nación iniciemos una discusión sobre si queremos continuar con la mentalidad pueblerina, propia de inicios del siglo pasado, o si, por el contrario, queremos dar el paso hacia la modernidad, la apertura, al crecimiento y desarrollo del país en este mundo globalizado al que hemos apostado, utilizando al turismo como motor impulsor de la economía. Pero, también se trata, y más importante aún, del ejercicio de nuestros derechos fundamentales como ciudadanos y contribuyentes: al libre comercio, a la propiedad, al trabajo, y a tantos otros ‘derechos’.

Los gobernantes han mantenido como norma culpar a sus antecesores de ‘todos’ los males que encuentran y anuncian en grandes titulares que propiciarán el ‘cambio’; no obstante, nuestro alcalde en vez de transformarse y convertirse en parte del cambio real en el que estamos inmersos, lo que puede apreciarse a simple vista en la ciudad capital y también en otras provincias, decide continuar por el camino trillado, rocoso y lodoso, empantanando a la ciudad, ante la sorpresa de propios y extraños.

Si analizamos el tema desde el punto de vista económico, no existe duda alguna de las pérdidas que sufren los pequeños y grandes empresarios, al impedírseles la venta de los productos que elaboran, distribuyen y venden, que se traducen en salarios pagados por trabajos no realizados, meseros que no ganan su principal sustento, como lo es la propina, además de mantener los gastos corrientes como si estuvieran funcionando. ¿Quién reembolsa a estos empresarios—contribuyentes de esas pérdidas económicas?

Siento ‘pena ajena’ cuando la gran cantidad de turistas que nos visitan, turismo que en la ciudad capital es, principalmente de ‘negocios’, no pueden siquiera tomarse una cerveza o una copa de vino en un restaurante, pues los comerciantes pueden ser objeto de multas pecuniarias. Triste espectáculo, que me ha tocado vivir, y que, en su momento, solo pude responder, avergonzado, diciéndoles: ‘es que seguimos teniendo mentalidad pueblerina, a pesar de vivir en una capital moderna, timbre de orgullo de los panameños’.

¿Hasta cuándo la violación a los derechos fundamentales, como lo son, el trabajo, el ejercicio del comercio, la libertad de creencias, al tránsito y a la propiedad? ¿Por qué no puedo comprar una bebida o botella de licor en un establecimiento comercial o supermercado, aunque sea para tomármela en mi casa? ¿Por qué no puedo vender licor a quien quiera recordar a un ser querido fallecido libando una cerveza o un copa de licor? Señor alcalde, señores concejales, súbanse al tren de la modernidad, cuyo recorrido inició en enero de 1990, que ha permitido la transformación de nuestra querida Panamá en un país que ahora se conoce internacionalmente por su crecimiento, desarrollo, oportunidades, libertad, democracia, y que con grandes esfuerzos de gobernantes, empresarios y trabajadores, intentamos convertir en un país de primer mundo, abierto a todos, nacionales y extranjeros, y deje ya de emitir decretos que resultan en el hazmerreír y provocan pérdidas económicas a gran cantidad de empresarios, trabajadores y al propio Estado recaudador.

*EX PRESIDENTE DE LA CÁMARA DE COMERCIO, INDUSTRIAS Y AGRICULTURA DE PANAMÁ / EX EMBAJADOR EN MÉXICO.

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