• 29/11/2010 01:00

Entre insensateces, usura y alegrías

Le hice dos preguntas muy puntuales a cinco personas que forman parte de ese círculo más amplio que nos rodea cada semana: un chofer, la...

Le hice dos preguntas muy puntuales a cinco personas que forman parte de ese círculo más amplio que nos rodea cada semana: un chofer, la señora que limpia, el de los periódicos, la billetera y una estudiante que hace práctica en la oficina. Les pregunté que si durante este mes que se avecina tuvieran unos inesperados B/. 100.00, ¿qué harían? La segunda pregunta era acerca de ¿qué quisieran que se mejore en el país?

Sobre la primera fueron poco cuidadosos, un tanto impulsivos. La segunda pregunta fue respondida en términos más generales, mezclados, reflexivos que me llevaron a tomar la siguiente decisión: voy a hacer lo posible por no exponer mis preocupaciones más fundamentales durante las próximas semanas. Promesa que me hago con mucho esfuerzo, porque soy uno de aquellos que creen que el rumbo por donde transita la Humanidad, en este tiempo que vivimos, es peligroso e irremediablemente envuelve a nuestra sociedad. Todos hablaron de sus familias.

Los cinco están hastiados de los problemas que nos agobian (reales o creados). Las pendencias y escaramuzas entre políticos; esos son los que ven como fabricados. La pobreza, las dificultades cotidianas para ganarse ellos la vida, son molestias reales que inciden en su calidad de vida. Observaré juiciosamente las algarabías de la época que se avecina, consciente de que, invariablemente, muchos obstáculos estarán allí en la madrugada del nuevo año que está a la vuelta de unos 33 días.

Solo por mencionar, a razón de ejemplo, algunos asuntos que deben ser de preocupación colectiva. Se divulgó la semana pasada que: ‘Panamá pasó del puesto número 8 al 5 entre los países de América con mayor índice de Sida. Antes están Estados Unidos, Brasil, México y Colombia’. Hablando de Colombia, está el tema de la asilada María del Pilar Hurtado, ex directora del Departamento Administrativo de Seguridad de ese país. Ella aprovechará para disfrutar del diciembre panameño en donde, como siempre, todos los temas penden en la euforia criolla por las fiestas.

A nivel internacional, el creciente conflicto entre las dos Coreas. Estos y otros asuntos como la educación y la violencia, después de la goma festiva, estarán allí a la espera.

Para algunos lo representativo de diciembre inició hace meses. Es en agosto cuando muchos comercios inician su publicidad para apurar y mantener en el subconsciente el consumo que engorda sus arcas; muebles e insumos ahora, para comenzar a pagar meses después de finalizados los festejos, un juegavivo por el enganche emocional y anticipado. Ganar la partida comercial.

La usura de los comerciantes es inagotable. Mis interlocutores semanales y, para ese efecto, el panameño común, gasta lo poco que han podido ahorrar o inician un periodo intenso de endeudamiento, haciendo compras con tarjetas de crédito que las instituciones financieras ofrecen con facilidad y sin el menor control. O recurren al amigo agiotista. La puja por los nuevos aparatos electrónicos: computadores, celulares, cámaras digitales, pantallas planas de televisión, eso es lo que debemos esperar en las próximas semanas. Con los B/. 100.00 inesperados, mis amigos transitorios, también sucumbirían a este desatino por encima de necesidades más apremiantes.

Cada persona sensata debe llegar a las mismas conclusiones una vez que hace un intento serio por profundizar y desmenuzar en un proceso analítico honesto, las conductas inducidas por culturas foráneas, contagiada y transferida de generación en generación. Este tiempo es para abusar de los incautos y aprovecharse de la insensatez de la entrega por parte de las clases productivas y populares, de su patrimonio ahorrado a fuerza de trabajo y limitaciones. Cientos y cientos de millones de balboas y otros cientos de millones que acumularán en deudas. Es tan irracional como el gasto en villas navideñas y utopías triviales en los que la Alcaldía capitalina se ha empeñado por segundo año consecutivo.

Lo que debe ofrecernos alegrías en un tiempo como el que estamos por vivir, y la razón por la cual pretendo deponer —temo que momentáneamente— mis ansiedades existenciales y de supervivencia, es el tiempo con la familia, tan mágico y especial para mis cinco conspicuos colegas como lo es para mí. Decía Anthony Brandt: ‘Other things may change us, but we start and end with the family’ (‘Habrá otras cosas que podrán hacernos cambiar, pero todo comienza y termina con la familia’).

Independientemente de que han caído en la trampa comercial de fin de año, todos refirieron sus íntimos y más sensibles deseos por el bien de los suyos: sus hijos, parejas, padres y/o hermanos. Del rostro de todos se desprendió un halo de felicidad y calor por cumplir y compartir con ellos. De sacar el tiempo, a como dé lugar, para abrazar a la familia. Una promesa, un sentimiento genuino y compartido entre ellos y yo.

*COMUNICADOR SOCIAL.

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