• 22/10/2014 02:01

Un paro... y a la calle

‘En este pulsear de fuerzas antagónicas frente a un referente específico, ..., es el resto de los ciudadanos el que lleva las de perder’.

La mañana entró en caos desde que los noticieros de medios audiovisuales anunciaron muy temprano que los conductores de Metrobús se iban a paro. La inquietud, desazón y frustrada ansiedad se posesionaron de la tranquilidad de la gente. Faltaron unidades de este transporte público y formas alternas no estuvieron en capacidad de brindar el servicio. ¡Horrible situación!

Los protagonistas del paro dieron las primeras explicaciones. Ellos tuvieron información de que la empresa Mi Bus se va a retirar; el Gobierno nacional se encargará de la gestión de esa línea urbana que moviliza a los capitalinos, pero no les han dicho en qué situación quedarán; quieren que los indemnicen y por eso se mantendrán los buses en los patios, afirmaron con seguridad en las acciones que tomaban de hecho.

El paro y la huelga son manifestaciones de fuerza de quienes protestan, impulsados a causa de algún motivo; educadores, médicos, enfermeras, vecinos, obreros y todos aquellos que sienten que un sector específico —empresarios, autoridades, el propio Gobierno— que es contraparte en una relación, no cumple con sus responsabilidades y afecta en algo, que incluso puede cambiar la vida o seguridad, a los quejosos.

Pero la constante de esta forma de reacción, es que siempre el resto de la comunidad —o más ampliamente, la sociedad— se afecta con la medida de presión, aunque suele decirse que es pacífica. Cuando se trata de profesionales de la salud, todo el esquema de atención colapsa. Si es un cierre de calles o carretera, el resto de los conductores se retrasa en llegar a sus compromisos o de regreso a casa.

En el caso comentado, no fue una excepción y la población que se desplaza en ese croquis vehicular, deambuló en la ciudad tanto en la jornada matutina, como en la tarde, para volver al hogar. Esta coyuntura fue aprovechada por quienes se dedican al negocio en forma de piratas, que especularon con las tarifas. Los pasajeros se vieron entonces, atrapados entre quienes no prestaban el servicio y los que se aprovechaban de esta experiencia controversial.

El conjunto de las relaciones en una sociedad está mediado por la comunicación. Cada grupo, no importa su composición, debe ser consciente de que para el desarrollo de sus actividades, requiere contar con tal instrumento efectivo. Algunos al parecer, en lugar de esta idea, construyen una dinámica guerrera alrededor de sus vínculos y cuando deben desplegar una estrategia para ganar, aceitan sus artificios bélicos.

En este pulsear de fuerzas antagónicas frente a un referente específico, a menudo, es el resto de los ciudadanos el que lleva las de perder. Por lo general, se debe a las molestias que ocasiona el movimiento irregular, pero también porque al final cada individuo es el que debe pagar, ya sea en cuanto al incremento de salarios al grupo que fomenta la irregularidad o una elevación de los precios del sector empresarial que traspasa sus gastos hacia los compradores.

En el fondo de los episodios huelguísticos, la constante es la pérdida de oportunidades, de tiempos preciosos y sobre todo de alcanzar un crecimiento de trascendencia. Existen otros recursos que sin detener la actividad, posibilitan la negociación para que se constituya todo en un proceso. ¿Qué queda de la zozobra impulsada por los conductores de Metrobús? ¿Acaso un mejor servicio, mayor responsabilidad, resolver el caos del transporte en Panamá?

Solo una promesa de que no se les va a aplicar la ley por haber desestabilizado el orden normal en la ciudad de Panamá y de varios centenares de miles de personas que en nada tienen que ver con las causas por las que se pelea. La comunidad no se merece este malestar, que perturba su calidad de vida y no brinda resultados trascendentes.

*PERIODISTA Y DOCENTE UNIVERSITARIO.

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