• 12/01/2016 01:00

El diálogo que se necesita

Si reconocemos que de humanos es errar, también debemos aceptar que hay que sacar lecciones de nuestros errores 

Si reconocemos que de humanos es errar, también debemos aceptar que hay que sacar lecciones de nuestros errores. Por eso reflexionaba hace algunos años sobre la experiencia de nuestro país con diferentes tipos de diálogos. No cabe duda que hemos alcanzado importantes logros como el adecentamiento electoral (Bambito) y la aceptación del concepto de ciudad jardín para las áreas revertidas (Coronado). No obstante, también ha habido diálogos que han servido para distraer, confundir y hasta para desmovilizar a la población. ¿Cómo evitar caer en esta trampa que castiga las mejores intenciones?

Pienso que el reciente Diálogo sobre el Plan Energético Nacional nos ofrece señales de advertencia. Si bien han sido valiosos los aportes tanto del personal técnico de la Secretaría de Energía como de los ciudadanos y ciudadanas que han participado en este proceso, hoy crecen las dudas sobre la posibilidad de que este diálogo lleve a resultados concretos más allá de una visión a largo plazo de lo que debe ser la matriz energética nacional en el año 2050.

Y, es que la visualización del futuro representa un desafío que nos deja como único recurso el análisis crítico y responsable del presente y del pasado reciente. Y, en esta materia la jerarquía del sector energético y de la ANAM (ahora Ministerio de Ambiente) tiene muchas explicaciones que dar en el período 2004-2014 luego de que lanzaron con bombos y platillos su primera política energética nacional.

En aquel momento, nos aseguraron que las hidroeléctricas eran la panacea para solucionar la mayoría de los problemas del país, desde el alto costo de la vida, pasando por la reducción de la pobreza, hasta la inequívoca mitigación del cambio climático.

¿Cómo es posible que estos mismos personajes hoy se den golpes en el pecho diciendo que las hidroeléctricas fueron un grave error? Parecen no recordar que la llamada agenda de desarrollo limpio fue impuesta pasando por encima de los derechos adquiridos de varios inversionistas, violando los derechos humanos de comunidades indígenas y campesinas, y hasta poniendo al país en una situación de riesgo al no considerar debidamente la variación climática. Nos preguntamos cómo hubiera sido la historia si en su momento hubiesen escuchado a quienes pensábamos de otra manera; como dijera el propio representante residente del BID en Panamá, Marcelo Antinori, evitando que el sector privado definiera ‘dónde y cuándo se deberían hacer los proyectos' (La Prensa, 17 de marzo de 2012).

Tristemente, esta misma patología pareciera estar afectando el actual diálogo de energía, en el que la facilitación de las Naciones Unidas ha quedado en deuda con la ciudadanía. ¿Cómo se explica que el pasado 16 de diciembre la discusión ignorara el grave conflicto que se estaba dando en La Chorrera con relación al uso de Bunker C? ¿Y la posibilidad de que el Parque Internacional La Amistad (PILA) sea declarado como sitio de patrimonio mundial en peligro por la construcción de nuevas hidroeléctricas en Bocas del Toro? A pesar de estos desvaríos, creo que esta iniciativa aún puede ser rescatada, volviendo a poner los pies sobre la tierra e involucrando en forma directa a la clase política. Tal vez, esta haya sido la clave para el éxito de Bambito y Coronado así como del recientemente finalizado Diálogo sobre Descentralización Municipal, la toma de decisiones consensuadas en el día de hoy, pero pensando en el mañana.

DOCTOR EN CIENCIAS POLÍTICAS

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