• 12/12/2016 01:02

La fuente de donde bebemos

‘De fuera nos acosan potencias extranjeras. Hasta la libertad de prensa manosea con malas intenciones el coloso norteño. No seamos nosotros los que ensuciemos la fuente de donde mana el agua que bebemos'

El año está por terminar y estas fechas siempre despiertan mi deseo de una mirada retrospectiva a mi vida como ciudadana de este país, cintura pequeña del continente americano. Panamá, dice Eduardo Ritter Aislán en su poema Patria ausente , ‘Eres el ritmo del tambor que gime / eres el fresco divagar del río / eres la risa de la chola ingenua / patria querida'. Y dice Rubén Blades en su canción, ‘Patria son tantas cosas bellas'. Pero en esa retrospección percibo que estamos olvidando, ignorando o despreciando (por ahí anda la cosa) que Panamá no es únicamente país de inundaciones, cierre de vías, tranques, huelgas, corrupción, crimen y detestables zaperocos políticos. También existe el otro Panamá donde suceden muchas cosas buenas; donde hay quienes trabajan con ahínco para mejorar su calidad de vida; donde hay personas ocupadas en actividades nobles, y ciudadanos preocupados por su crecimiento intelectual y espiritual. Cada día se hace más difícil conocer esta otra cara de la moneda por la avalancha de noticias negativas que con malsano prurito algunos enfatizan, principalmente en redes sociales y los noticieros televisados. En otras palabras nos estamos ‘apachurrando' nosotros mismos y le hacemos el juego a la aviesa intervención extranjera. Sin abandonar la crítica a quienes la merecen por conducta corrupta que nacional e internacionalmente causa daño al nombre Panamá y a su gente, por el bien del país se debe mostrar una realidad balanceada. Arremeter contra todo ‘porque sí' o ‘porque lo dijo fulano' es falta de madurez y muestra de pequeñez mental. Es despreciable la perniciosa y mezquina forma en que algunos, aves agoreras, sembradores de malos presagios, esparcen pesimismo y desconfianza e intentan a toda costa hacer ver que en Panamá vivimos en un infierno, un país perdido. Y no es cierto.

Es innegable que existe frustración por el incumplimiento de promesas de campaña, mal de arrastre histórico. Descuidar a los que en la vida diaria ‘pilan por el afrecho' es frecuente entre los que acceden al poder y abandonados a las dulzuras que les provee se distancian de las necesidades reales del pueblo. Indigna y decepciona la justicia lerda, y en algunos casos desviada de su camino; los diputados son patética muestra de nuestro mal juicio para elegir; la Corte Suprema de Justicia causa bochorno; y la injusta distribución de la riqueza sigue siendo nuestro ‘talón de Aquiles'. Empero, me niego a identificarme con los pesimistas crónicos; rehúso sumarme a los que sin autoridad moral ‘serruchan piso'; a las polillas que carcomen y rebajan nuestros valores, clara paradoja porque critican los males que ellos mismos crearon; y lo tienen como tarea sin tomar en cuenta que de casi todos ellos tenemos malos recuerdos. Y restar méritos, incluso a acciones positivas del Gobierno, solo por hacer oposición, es mezquindad. Es decir, que razones honestas no tienen.

Los ciudadanos deberíamos estar conscientes del peligro de abandonarnos al derrotismo; a ser una sociedad deprimida porque la depresión impide percibir lo positivo. Debemos rechazar como verdad absoluta que somos país de ciudadanos irresponsables, parranderos, impuntuales, maestros en la cultura del juegavivo. Recientemente muchos seguimos de cerca el hermoso y conmovedor programa Héroes por Panamá (premio ‘poroto' para TV2), programa de televisión que califico de ‘balsámico'; durante varios años nos ha mostrado la cara de Panamá que muchos desconocen; esos héroes y las personas e instituciones que colaboran con proyectos de labor social para la superación personal, de capacitación para el autosustento, de formación en valores cívicos, etc., son ejemplo de por qué debemos mantener viva la fe en los buenos ciudadanos; que no todo debe ser visto o manejado con enfoque politiquero. Si lee con atención los diarios, observará la creciente actividad cultural y de servicio social; el teatro florece; hay talleres para aspirantes a escritores, pintores, actores; inquietos poetas itinerantes llevan sus poemas a pueblos y ciudades fuera de la ciudad capital; la Fundación Danilo Pérez es orgullo nacional; la tarea profundamente humana de la Fundación Amigos de Niños con Leucemia y Cáncer (Fanlyc) y de los voluntarios en los hospitales; la labor de la Fundación de Asistencia Legal Comunitaria (Fundalcom) que brinda servicios de orientación, capacitación y representación legal en casos de derecho de familia y violencia doméstica; la Ciudad del Saber, con proyección internacional, hervidero académico, científico y cultural; decenas de fundaciones trabajan desinteresadamente en educación, capacitación laboral, formación ciudadana, responsabilidad comunitaria, etc. Son tantas que no alcanza el espacio para mencionarlas y reconocerles el trabajo que engrandece a la patria.

¿Qué camino escoger? ¿Solo nos queda ‘apaga la luz y vámonos'? ¿Que nos coma el tigre? De fuera nos acosan potencias extranjeras. Hasta la libertad de prensa manosea con malas intenciones el coloso norteño. No seamos nosotros los que ensuciemos la fuente de donde mana el agua que bebemos.

COMUNICADORA SOCIAL.

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