Mandarinas y bombardeos

La guerra civil que ocasionó el primer impulso para la independencia de Georgia, luego de la descomposición política de la Unión Soviética, trajo como toda experiencia bélica, un desasosiego en los hogares de esa república atomizada. Muchos debieron alejarse de sus hogares y pueblos para asegurar la vida y proteger a las familias. Este escenario movió los sentimientos, valores y hasta las bases de la conducta humana de los georgianos.

En un contexto tan descarnado, es evidente que la cotidianidad deja pocos espacios, más bien hendijas para acciones en que salga a flote el espíritu solidario y evidencias de sensibilidad entre los individuos; sobre todo si están involucrados en los acontecimientos. Son como chispazos ante tanta bruma, nubosidad y oscurecimiento; o también paréntesis en el continuo de la crisis.

El realizador y guionista cinematográfico georgiano Zaza Urushadze, luego de una prolongada carrera artística, escribió una historia que se desenvuelve en los años de las contradicciones bélicas que produjeron más de seis mil muertos entre combatientes y civiles y la tituló Mandarinas ( Tangerines , en inglés) coproducida entre Georgia y Estonia en 2013. Cuenta la historia de dos hombres que cosechan la fruta durante el conflicto bélico.

Esta película de Urushadze, fue exhibida esta semana como última función del año del ciclo de Noches de cine alternativo que ofrece Mayra Ortega todos los lunes en el hotel Riu. Es una sobresaliente cinta que impactó internacionalmente por el enfoque de cómo la existencia sencilla es afectada por hechos violentos y en este encontronazo, pueden de alguna forma generarse prácticas que aminoran o desdibujan el efecto de la sinrazón sobre la gente.

La cosecha de mandarinas coincide con el fragor de los combates de la guerra civil y frente a la casa de Ivo (Lembit Ulfsak), un estonio, se enfrentan chechenos y georgianos. Dos soldados —uno de cada facción— son heridos. Este hombre los acoge y brinda atención, durante el periodo de recuperación. Para tal efecto, pide ayuda a su vecino, Margus (Elmo Nüganen), quien se ocupa de la recolecta del dulce y dorado cítrico.

Tanto Ivo que está lejos de su pueblo de origen y se dedica a hacer las cajas para la fruta, como Margus, el campesino, deben convivir con los convalecientes. En este tiempo, cada uno descubrirá sus caracteres para profundizar en una relación donde sale a flote un conjunto de experiencias que les unen, pese a las diferencias. El relato entreteje tales piezas, que posibilitan la reconstrucción gregaria escondida en la sordidez de la conflagración.

Lo sobresaliente aquí es la posibilidad de estructurar un complejo de vínculos sociales al borde de los estadios de la guerra y poder rescatar con sencillez los diferentes planos. Gracias a una fotografía bien manejada de Rain Kotov y la ambientación musical del compositor Niaz Diazamidze, el argumento nos ofrece este episodio de años cruentos a través de una estructura lineal y ritmo lento.

Mandarinas ( Mandariinid , en georgiano) causó una impresión positiva en las salas internacionales y fue nominada tanto al Óscar, como al Globo de Oro a la mejor película con idioma extranjero. Alcanzó otras distinciones como los Satellite awards y el premio Gaudí como mejor película europea. Los reconocimientos resaltan la capacidad creativa de su director en armar un sencillo incidente, ejemplo para valorar una virtud humana.

El caos de las batallas ha permitido al arte y en especial al cine, tanto ruso como de las repúblicas que le orbitan, a extraer momentos que dejan demostrada la fragilidad de los hombres ante el poderío de la violencia; pero brindan lugar para establecer nuevos e inimaginables nexos y que ubican la hermandad donde estuvo el odio. Esta cinta lo logra y en eso consiste su acierto cinematográfico.

PERIODISTA Y DOCENTE UNIVERSITARIO.