• 28/03/2017 02:03

El complot del guayacán en flor

El mes de marzo de este año se recordará en la ciudad de Panamá como aquel mes en que las calles, plazas y avenidas se pintaron de amarillo. 

El mes de marzo de este año se recordará en la ciudad de Panamá como aquel mes en que las calles, plazas y avenidas se pintaron de amarillo. Los guayacanes en flor se tomaron la ciudad y esa naturaleza maravillosa nos hizo recordar y casi afirmar —como se dijo en las redes sociales— ‘si fuera por el poder económico y político, aquí no florecerían ni los guayacanes'.

Pues sí, a pesar del silencio con relación a los casos de corrupción de Odebrecht, hubo en la ciudad y en las redes sociales una explosión —además de los transformadores de Etesa— de fotografías y comentarios de la sorpresiva irrupción de los guayacanes por todo el país. Desde Chiriquí, pasando por Azuero, en la Universidad de Panamá, El Cangrejo, Pacora, Ancón, Arraiján y Chilibre; por todos lados estaba de boca en boca, de fotografía en fotografía, la flor amarilla del guayacán en flor. Hasta desde la ventada de mi baño irrumpió la flor del árbol de guayacán, es mismo que sembré en Ancón hace 18 años. Lina, Sayda, Miriam, Melissa, Juan Carlos y todos los que pasaron frente a mi casa, enviaron mensajes para el árbol en flor.

Tabebuia es un género de árboles que comprende alrededor de un centenar de especies de árboles nativos de la zona intertropical de América, extendidas desde México, Perú y el Caribe. Bajo este género se encuentra el Guayacán —de floración amarilla—, además de otros de flores violetas, rosadas y blancas que también se han lucido en estos días. Todo esto ocurre en el cambio del ciclo equinoccial en el hemisferio norte, cuando el invierno deja las largas noches y da paso a la primavera boreal –cuando toda la naturaleza se renueva en su llamado a la floración, formación de semillas y continuidad de la vida.

Así como la primavera que se viene, llegaron las flores frescas, menos rosas y de color encendido las que dieron el palo de la profesora Teresa Argüelles desde un salón de la Escuela Profesional Isabel Herrera Obaldía. Ella se afirmó en su compromiso de madre y educadora y espetó sin pétalos, pero con semilla, a sus estudiantes sobre el proceso de una maternidad precoz. Espero que su irreverencia traiga como resultado la discusión del empolvado proyecto de ley de educación sexual. Que la floración del guayacán transforme la educación de toda esa juventud parturienta y precoz. Que el sistema de educación sea profuso e intenso como el guayacán —y que sea escuchado al Dr. Daniel Pichel, quien invocó en los medios, como lo hago yo— que florezcan miles de profesoras Argüelles en las escuelas y colegios de Panamá.

Sembremos guayacanes en todas las calles de la ciudad de Panamá. Plantemos guayacanes para dar sombra al proyecto de aceras en la ciudad de Panamá; esperemos que bajo ella no se esconda la corrupción de Odebrecht. Que la madera de sus árboles no queme los transformadores de Etesa en Condado del Rey. Que sus flores efímeras sirvan para recordar que ayer, también, fuimos mejores.

Que los guayacanes no solo estén en las calles, montes y avenidas. Cultivemos al guayacán en nuestras mentes y corazones. Permitamos que las flores irrumpan por todos lados. Hagamos que el guayacán florezca en el sistema de Administración de Justicia, en la Asamblea Nacional. Que sus flores impulsen la construcción de escuelas y no que sea demolido un solo centro de educación en Panamá. Que nunca falte el agua para Panamá. Que el guayacán custodie el plan nacional de seguridad hídrica. Que su flor sirva para impulsar la producción de arroz, tomates, cebollas y brinde bienestar al productor nacional. Que el guayacán florezca en las riberas del Canal.

No me cuesta soñar. Ojalá que el guayacán en flor no sea efímero, que sea permanente; mientras —y como me dijo Lucy Cristina Chau— me quedo con el arrebato de los guayacanes, pues es la única certeza de verdad que se ha manifestado en estos días.

INGENIERO

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