• 09/08/2017 02:02

La abogacía, el derecho y la justicia

Conmemorando el bicentenario del nacimiento del Dr. Justo Arosemena.

‘En suma, la mayor responsabilidad social del abogado radica en la búsqueda de la justicia al servicio de la humanidad'. En nuestra amada patria, Panamá, hablar de ‘Derecho' o de abogados, es hablar de don Justo Arosemena, el jurista que trazó el destino del Canal interoceánico, autor de la primera Constitución Política de Panamá tras su separación de Colombia como país independiente.

En este momento estelar, en que nos abocamos a conmemorar, en grande y con todos los honores, el bicentenario del nacimiento del ‘padre de la nacionalidad panameña' (9 de agosto de 1817), la ocasión es propicia para ensayar y escribir sobre al arte de la abogacía.

Como inicio, debemos señalar que la abogacía es la profesión y ejercicio de abogar, por escrito o de palabra ‘y abogado es la persona versada en el conocimiento de las leyes. Es el perito en el derecho que se dedica a defender en juicio los derechos o intereses de los litigantes y también a dar dictamen sobre las cuestiones que se le consulten.

Como lo proclamara el ilustre procesalista E. J. Couture (Los mandamientos del abogado), ‘La Abogacía es una ardua fatiga puesta al servicio de la justicia. Tu deber es luchar por el Derecho: pero el día que encuentres en conflicto el Derecho con la Justicia, lucha por la Justicia'.

No puede dudarse de que la abogacía tiene una elevada misión y que los abogados deben poseer altas calidades culturales, y principalmente morales. GIURATI, en su Arte Forense, nos enseña: ‘Dad a un hombre todas las dotes del espíritu, dadle todas las de carácter, haced que todo lo haya visto, que todo lo haya aprendido y retenido, que haya trabajado durante treinta años de vida, que sea en conjunto un literato, un crítico, un moralista, que tenga la experiencia de un viejo y la inefable memoria de un niño, y tal vez con todo esto forméis un abogado completo‘.

El derecho es definido como un sistema de normas coercibles que rigen la convivencia social. En resumen se trata de conjunto de normas o reglas que regulan la actividad humana, tanto en forma individual como desde el punto de vista de la sociedad.

Resultan reconfortantes las puntuales palabras de Ossorio y Florit: ‘Por encima de la pericia en derecho ‘están la honradez, la rectitud de conciencia, las dotes de justicia, de comprensión y de sacrificio y también el valor para afrontar la lucha y la serenidad para desdeñar los ataques de la envidia y de la calumnia‘.

Lo anterior es ratificado y compartido por el jurista Bielsa que nos enseña que: El atributo esencial del abogado es su moral Es el substratum de la profesión. La abogacía es un sacerdocio; la nombradía del abogado se mide por su talento y por su moral'.

Otro de los supremos valores del hombre, en sus relaciones sociales, es la JUSTICIA. De allí que se afirme que hay que luchar ‘primordialmente' por la Justicia.

Como lo recalca el maestro José Campillo al escribir: 'El fin de la actividad del abogado es realizar la justicia por medio del Derecho, tener presente que es un servidor del Derecho y que debe pugnar por la justicia y la moral'.

De allí que la justicia sea considerada como el valor supremo del derecho y la virtud cardinal que supone la inclinación a otorgar a cada uno aquello que le pertenece o lo concierne. Puede entenderse a la justicia como lo que debe hacerse de acuerdo a lo razonable, lo equitativo o lo indicado por el Derecho.

En su momento, Paulo VI, refiriéndose a la vocación del abogado dijo: 'Todo su arte, su ciencia están, en definitiva, al servicio de la justicia. Es el hombre que defiende y que, en la medida de sus posibilidades, hace que la justicia triunfe‘.

La Abogacía es por eso: arte y política, ética y acción. Como arte. El abogado está hecho para el Derecho y no el Derecho para el abogado. El arte del manejo de las leyes está sustentado, primero, en la exquisita dignidad de la materia confiada a las manos del artista.

Como política. La Abogacía es la disciplina de la libertad dentro del orden. Los conflictos entre lo real y lo ideal, entre la libertad y la autoridad, entre el individuo y el poder, constituyen el tema diario. En medio de estos conflictos, cada vez más dramáticos, el abogado no es una hoja en la tempestad. Por el contrario, desde la autoridad que crea el Derecho o desde la defensa que pugna por su justa aplicación, el abogado es quien desata muchas veces ráfagas de la tempestad y puede contenerlas.

Como ética. La Abogacía es un constante ejercicio de la virtud. La virtud de obrar y actuar correcta y honestamente. La tentación pasa siete veces cada día por delante del abogado. Este puede hacer de su oficio la más noble de todas las profesiones o el más vil de todos los oficios.

La Abogacía es un constante servicio de valores superiores que rigen la conducta humana. La profesión demanda el sereno sosiego de la experiencia y del adoctrinamiento en la justicia; pero cuando la anarquía, el despotismo o el menosprecio a la condición del hombre sacuden las instituciones y hacen temblar los derechos individuales, entonces la Abogacía es militancia en la lucha por la libertad.

Con la mayor sapiencia en el campo de las ciencias jurídica se ha dicho: ‘Ten fe en el Derecho, como el mejor instrumento para la convivencia humana; en la justicia, como destino normal del Derecho; en la paz, como sustitutivo bondadoso de la justicia; y sobre todo, ten fe en la libertad, sin la cual no hay Derecho ni justicia ni paz‘.

Finalmente, nada más propicio que poner en práctica las tres reglas de oro del derecho: vivir honestamente, no hacer mal al prójimo y dar a cada uno lo suyo.

Al mismo tiempo, rememoramos y enaltecemos las brillantes ideas del jurista italiano Zanardelli (1879), quien decía que el abogado debe tener ‘probidad de espíritu y nobleza de comportamiento'.

ABOGADO

DEDICADO A LA ASOCIACIÓN NACIONAL DE JURISTAS DE PANAMÁ-ANAJUPA.

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