• 09/04/2018 02:03

Desde el principio

‘Cada acto de comunicación responsable debe tener como fundamento el propósito de contribuir con mejorar la condición de vida de todos'

El primer artículo que publiqué en este espacio, en septiembre de 2006, se tituló: ‘Comunicación, realidad y cambio'. Saquen la cuenta de manera cronológica de cuántos Días de Brujas, Meses de la Patria, Días de la Madre, Navidades, Años Nuevos, Carnavales, Semanas Santas, Días del Padre, Mundiales de Fútbol, lluvias y tormentas, etc., han pasado desde aquella primera entrega.

En esa columna decía que mi interés en el estudio de la comunicación y sus procesos era primordialmente por: ‘la influencia que ejerce sobre las interrelaciones y el comportamiento del ser humano en la construcción de su entorno social. Esto va más allá de expresar, por ejemplo, una opinión sobre el periodismo, las relaciones públicas, sobre la publicidad o sobre el desempeño de los medios y su influencia en la sociedad. Es todo eso, pero también es mucho más abarcador y complejo'.

Mi intención de entonces (y continua siéndolo) era hacer un intento por ‘poner a prueba las teorías, observar y estudiar cómo el ejercicio de un proceso de comunicación influye sobre las estructuras sociales y los cambios que puede ocasionar, entendiendo que cada proceso de comunicación está –intrínsecamente– destinado a fomentar un cambio en la conducta humana y por consiguiente en el ordenamiento social, a cualquier nivel que se realiza'.

La realidad —decía— ‘es otro elemento que influye dramáticamente en que los objetivos de un proceso de comunicación se lleven a cabo exitosamente o no, y por consiguiente, la transformación social. La realidad es volátil, impredecible y circunstancial, pero también puede ser cruda y prejuiciosa. Es decir, el objetivo de cambio que el modelo de comunicación utilizado busca, se dará si las variables del entorno están expresamente organizadas para que el objetivo sea exitoso y el proceso logre su cometido'.

Hay más de cuatro que siempre señalan ‘los buenos somos más' o que ‘hay esperanzas' cada vez que un compatriota hace algo ligeramente bueno. Siempre se subrayan las excepciones. Pero lo que vivimos en materia de comunicación cotidiana (medios audiovisuales con sus noticieros, programas de producción nacional y a través de las redes sociales) deja mucho que decir sobre el crecimiento intelectual y positivo de la sociedad durante estos últimos casi doce años.

La discusión sobre el apoyo inicial que las autoridades le brindaron a la familia venezolana en Costa del Este después del accidente automovilístico, la poca solidaridad con el camionero a quien se le regaron los jugos y bebidas en San Miguelito y las agrias y dañinas interacciones que se dan en las redes sociales a cada minuto del día son claras evidencias de que la conducta intrínseca del ser humano está modelando sus procesos e interacciones de comunicación, ante todo, de manera negativa y egoísta.

No dejo de pensar en ese momento en que un colega me decía que las redes sociales eran el futuro. Dudé en ese momento… y el tiempo me hace dudar mucho más. Lo que queda por estudiar es ¿cómo superamos esto? Yo no veo evidencias de que el comportamiento humano en la utilización de las redes sociales pueda revertirse clara y decididamente para convertirlos en mecanismos comunicacionales que contribuyan al desarrollo y crecimiento positivo de la sociedad.

Cada acto de comunicación responsable debe tener como fundamento el propósito de contribuir con mejorar la condición de vida de todos. Debe llevarse a cabo para asistir en la construcción de un mejor entorno. Debe concebirse para moldear positivamente el marco social. Y debe realizarse con la intención de mejorar y preservar la especie. Eso no lo estamos haciendo. El común del ciudadano (y otros actores sociales que tienen posibilidades de influir en las cosas que importan) no entienden el daño que nos hace este modelo comunicacional que nos ha secuestrado a todos. Un cambio radical es necesario.

En el artículo inicial decía que Peter Senge, teorizando sobre las culturas organizacionales en su definición de Metanoia, sostiene que es necesaria ‘una revisión profunda y una transformación radical, principalmente de los modelos mentales'. Esto es aplicable a las condiciones presentes de coexistencia. Los edificios de lujo, sistema de metro y carreteras modernas no son suficientes. Se debe ir pensando seriamente en la transformación radical de ‘los modelos mentales' que Senge sugiere y redefinir el papel de los procesos y estructuras de comunicación que es evidentemente necesario, si realmente queremos avanzar por buen camino.

COMUNICADOR SOCIAL.

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