• 22/01/2019 01:01

Constituyente... Una opinión

‘El supremo soberano es el pueblo, reconocemos la enfermedad y aplicamos el remedio debido o tendremos que conformarnos con el cambio de verdugo

Antes de transcurridas veinticuatro horas del anuncio sobre la Constituyente, algunos salieron a advertir la imposibilidad de una Constituyente originaria, ¡porque el Artículo 314 de la Constitución vigente establece que el cambio únicamente es posible a través de una Constituyente Paralela! La mayoría coincidió en la falta de autoridad moral para dicha propuesta. La fuente del poder público es el pueblo; su legitimidad reside en la voluntad de la mayoría ciudadana; el Artículo 2 de la Constitución Nacional recoge este principio: ‘El Poder Público solo emana del pueblo...'. El 9 de Enero de 1964, el pueblo demostró que las leyes no son inamovibles, la eliminación de la oprobiosa cláusula de perpetuidad significó un costo muy alto. Veinte años después, comprobamos que, cuando un pueblo informado y bien conducido, decide impedir el abuso y defender sus intereses, no hay Gobierno capaz de imponerle una ‘ley', por mucho que cumpla las formalidades exigidas; en 1984, CO.CI.NA., obligó al mandadero del Banco Mundial, apoyado por los militares, a derogar, por lesiva, la ‘Ley' 46, de 15 de noviembre de 1984.

Ambos antecedentes confirman que los humanos no estamos hechos para las leyes, que es exactamente al contrario. Algunos, que catalogaron la iniciativa de disparate, advirtieron que los diputados NO la aprobarían, lo cual inmediatamente, los ‘honorables' ratificaron.

La primera Constitución, de 1904, no incluía principios sociales, treinta y seis años después, el Dr. Arnulfo Arias, durante su primer mandato, impulsó la reforma para incluirlos; desconociendo la cláusula de reforma, convocó a un plebiscito que culminó con la aprobación de la Constitución de 1941, incorporando así, derechos fundamentales como salud, educación, trabajo y asistencia social. Se impuso la voluntad del pueblo, desconociendo una cláusula restrictiva; hecho histórico, que constituyó un avance de profundo significado social.

La crisis nacional es inobjetable, integral, profunda e irreversible, el rotundo fracaso de la actual administración, signada, entre otras lacras, por demagogia, autoritarismo, corrupción, soberbia y extrema incompetencia, no solo justifica que el pueblo, como único soberano, cambie las reglas, sino que ello le ha conferido carácter de urgencia; lo que exige ser consecuentes, antes que la represión sea mayor o empeore la inseguridad y comprometa la estabilidad social. Los fabricantes de fantasías, vendedores de ilusiones, que insisten en el alto crecimiento económico, no deben confundirse; no existen condiciones para seguir consintiendo tantos excesos y tanto cinismo; el hartazgo es real. De prevalecer un criterio subjetivo, afín a intereses partidarios, valdría advertir que la necesidad de un cambio sustantivo del ordenamiento institucional es un clamor nacional; por ello debemos aprovechar la oportunidad; sería criminal dejar a las próximas generaciones el modelo vigente, colapsado por obsoleto e inoperante, y porque garantiza la permanencia de la corrupción y la impunidad. La quinta papeleta no afecta, en modo alguno, las elecciones; por lo contrario, facilita el avenimiento de un proceso de pacificación y concordia nacional.

Obviamente los beneficiarios y cómplices del estado de cosas recurrirán a todo lo imaginable, y a lo inimaginable también, con tal de desvirtuar, adulterar, y de ser posible, impedir la Constituyente, porque atenta, de manera directa, contra sus intereses de clase, saben que cuando la administración de justicia sea recta, tendrán que devolver al fisco todas sus riquezas mal habidas y ocupar las cárceles, donde actualmente, la mayoría de los reclusos son los que roban migajas, Ello explica el que, con el mayor desparpajo, los que hasta ayer participaron del festín de corrupción, hayan salido presurosos a proponer más parches a la Constitución, como si el pueblo no supiera que eso solo garantizaría que todo siga igual, incluyendo el saqueo y la burla.

De aquí que buena parte de los medios y orientadores de opinión, respondieran, atacando al mensajero, tratando de vender la propuesta de politiquera y oportunista. Ante una de tales notas informativas, dije: ‘¿Alguien a punto de ahogarse rechazaría un salvavidas, solo porque se lo lanzara un corrupto? ¿Será tan difícil ocuparnos del mensaje e ignorar la moral del mensajero? La Constituyente es la mejor vía, por racional y democrática, para reorganizar la vida institucional del Estado nacional; que además, en nada afectaría el proceso electoral; simplemente Sí o NO, y que la mayoría decidamos'. El mejor aliado de las fuerzas que sojuzgan a los pueblos es la ignorancia, y peor, cuando los medios de comunicación manipulan los hechos, distorsionando la realidad, para mantener estable el Sistema al cual sirven y del cual se sirven. El poder económico, que controla el poder político, defiende las ‘elecciones', porque periódicamente les permite revestir de legalidad al Gobierno, que usan para saquear las finanzas públicas, enriquecerse, acrecentar sus fortunas y conservar sus altos niveles de bienestar.

Ningún Órgano del Estado tiene moral para determinar cuál es el cambio constitucional requerido ni para impedir la consulta. Además, es absurdo pensar que los miembros de una institución ubicada en el cenit del desprestigio, por esfuerzo propio, y que es parte del problema, aceptarán considerar, debatir y menos aún, que aprobarán cambios que implicarían controles y delimitación de sus funciones. Y menos cuando buscan reelección; lo cual la mayoría rechaza, sin advertir que de alcanzar el éxito dicha campaña, el mayor logro sería que reemplazaríamos corruptos viejos por nuevos.

Nada oxigenaría más al modelo existente que posponer la opción racional, pacífica y genuinamente democrática, que es la Constituyente. Los ‘demócratas civilistas' están decididos a impedir que la ciudadanía exprese su voluntad, que digamos si queremos o no un cambio integral y profundo de la Carta Magna o si preferimos parches cosméticos, buenos para mantener la Constitución militarista de 1972 que, como todos sabemos, no surgió de la voluntad nacional y lo peor, es la fuente de los vicios existentes. El supremo soberano es el pueblo, reconocemos la enfermedad y aplicamos el remedio debido o tendremos que conformarnos con el cambio de verdugo... ¿Usted qué opina?

MÉDICO

‘[...] sería criminal dejar a las próximas generaciones el modelo vigente, colapsado por obsoleto [...], y porque garantiza la permanencia de la corrupción y la impunidad'

‘Los ‘demócratas civilistas' están decididos a impedir que la ciudadanía exprese su voluntad, que digamos si queremos o no un cambio integral y profundo de la Carta Magna [...]'

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