La ópera Aida fue presentada en el Teatro Nacional como parte del programa de apertura en 1908. La compañía Lombardi fue la responsable, luego de llegar al istmo en barco procedente de Guatemala. Un gran esfuerzo que desplegó la comunidad panameña preocupada por fortalecer la cultura en una nación, que, al consolidarse, mostraba saldos educativos muy escasos.

La música tuvo un papel para alcanzar un prometedor perfil; pues se aprovechó la coyuntura de la ruta de paso ístmica y las mejores caravanas de artistas tocaban puerto y dejaban sus manifestaciones en la ciudad. Paradójicamente, otros emprendimientos durante los últimos años han mostrado complicaciones para traer espectáculos de contenido más profundo a los escenarios locales.

Una de esas grandes empresas, la Asociación Nacional de Conciertos, informó a finales de 2019 que confrontaba dificultades para establecer su programación en 2020. Por esa razón, existe inquietud sobre el destino que van a tener acá los festivales, grupos y orquestas de cámara que incursionan en un área menos ruidosa y que expone la obra de los grandes maestros.

El anuncio de Óscar Oviedo, principal promotor de World Music Panamá sobre la cartelera de conciertos para este año, abre múltiples esperanzas de una temporada fecunda. Conseguir superar todos los obstáculos que manifiestan estos emprendimientos, así como contar con un padrinazgo de sectores que pueda auspiciar los programas, es una tarea compleja y a menudo plagada de sinsabores.

Es el décimo aniversario del emprendimiento y él ha resaltado que se brindará un material de alto nivel de calidad que se inicia desde febrero con el grupo Violentango, surgido desde la matriz rítmica de Astor Piazzola y que mantiene un sonido que conjuga el jazz con el tango, de una manera cautivante a su público por la articulación de los instrumentos que se eleva y logra sentido para hacer remembranza de una etapa cargada de bohemia y nostalgia.

La oferta se desenvolverá durante siete meses —entre febrero y octubre— y no habrá actividad en julio y agosto. En el repertorio se incluyen agrupaciones de múltiples países de variadas regiones del planeta. En marzo estará el trío JMO con integrantes de Suiza, Israel y Senegal, quienes hacen uso de instrumentos musicales para ensayar de manera sonora, la combinación rítmica de tres lugares específicos en sus costumbres.

El dúo Lerner Moguilevski de Polonia-Argentina actuará en abril y aportará una relación entre tradicionalismo e innovación; ha recorrido el mundo y alcanzado en veinte años un exitoso modelo de improvisación para rescatar significativas melodías en diversos formatos de la tradición. Un grupo brasileño vendrá en mayo. Se trata del proyecto Ordinarius, un coro que no se cansa de experimentar vocalmente para armar divertidos y amenos momentos.

El cuarteto JP Jofre de Argentina, actuará en junio con el acercamiento y mezcla del tango desde la perspectiva de música de cámara; trae a uno de los más ilustres compositores e intérpretes del bandoneón. Mientras tanto en septiembre, la agrupación especializada en cuerdas, Volosi de Polonia, fusiona el jazz y el rock and roll; se inspira en los montes Cárpatos para convertir su propuesta en un ejemplo de singularidad europea.

El último colectivo que forma parte del menú, estará en Panamá en octubre. Se denomina Los violines bárbaros y está conformado por músicos que provienen de Mongolia, Bulgaria y Francia, un impresionante espectáculo que mezcla violines, percusión y voces para asombrar a su audiencia con un desborde de talento. Ellos han caminado un largo trecho y el público les observa con un asombro que no cesa.

La cartelera de World Music Panamá y el empeño de Óscar han convocado gente que hacen de la armonía sonora un motivo para fortalecer sensaciones necesarias para el espíritu humano. El país agradece esta tarea.

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