• 27/11/2020 00:00

Un país de muchos millones con mucha pobreza extrema

Recientemente, en esta ciudad, conocí a una familia de la cual varios de sus integrantes padecen serias enfermedades crónicas, incluso algunas incurables; desde niños, jóvenes y adultos sufren a diario, en medio de grades dificultades económicas, problemas de salud mental, epilepsia, y muchos más también afloran con mayor intensidad en el reducido espacio que utilizan como vivienda.

Recientemente, en esta ciudad, conocí a una familia de la cual varios de sus integrantes padecen serias enfermedades crónicas, incluso algunas incurables; desde niños, jóvenes y adultos sufren a diario, en medio de grandes dificultades económicas, problemas de salud mental, epilepsia, y muchos más también afloran con mayor intensidad en el reducido espacio que utilizan como vivienda.

Es realmente devastador, triste, repudiable y frustrante observar que este cuadro se repita en porcentajes imprecisos en un país que maneja más de 24 mil millones de dólares y donde con frecuencia los medios de comunicación reportan escándalos de corrupción por la mala administración de los dineros del Estado.

Un país donde, seguramente, se pudiera romper con esos escandalosos ciclos de pobreza, analfabetismo, desnutrición y desigualdad, si desde edades tempranas los más vulnerables recibieran la orientación y el seguimiento adecuado para cambiar y mejorar sus estilos de vida a través de educación, trabajo y planificación familiar, por mencionar algunos aspectos.

Apelo a una mayor empatía de los ciudadanos y gobernantes de este país, para que trabajemos juntos e incansablemente por el bien común de los menos favorecidos en Panamá y que lo hagamos desde instituciones sólidas, tanto gubernamentales como en empresas privadas, y así reducir esas brechas de pobreza extrema en un país de millones.

Cambiemos el panorama de un hombre postrado en una cama esperando una muerte lenta y dolorosa por su participación en una actividad deportiva como el ciclismo; cambiemos el recuerdo y frustración de experiencias pasadas de una madre, por la sonrisa orgullosa de una mujer al ver el éxito de su hijo; cambiemos el desempleo de una jovencita que tiene un hijo especial, por la esperanza de un futuro favorable para ese infante que hay en casa.

Estas historias se repiten en nuestros barrios y como sociedad nos debe causar total repudio la falta de interés ante los cambios integrales que requiere una población vulnerable cuya voz muchas veces no es escuchada.

Hoy son ellos quienes sufren y necesitan nuestro apoyo, mañana pudiera ser usted, ¿está dispuesto a asumir el reto? Lo invito.

Periodista y profesor universitario.
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