• 24/10/2021 00:00

La raíz del problema de educación

“Los educadores son la base de una sociedad sana y los excepcionales tienen un impacto duradero. Los mejores maestros superan la mera instrucción para cultivar y capacitar a los estudiantes más allá de la escuela”

La crisis que vive actualmente la educación en Panamá pone en evidencia un ciclo interminable de pésimas decisiones tomadas a lo largo del último medio siglo. Pareciera que fue ayer cuando, en 1978, se nos quiso empujar una reforma educativa con una explicación oculta de la frustrante falta de progreso de nuestro país, cuando se trata de brindar a todos los estudiantes una educación de calidad. El problema entonces no señalaba los chivos expiatorios habituales: maestros incapaces, instalaciones de mala calidad, ausencia de una estrategia educativa y falta de un plan nacional. Y tampoco nadie hablaba de la carencia de un enfoque intenso para convertir a la escuela primaria en un centro de estudios para mejorar las habilidades de comprensión de lectura y conocimiento real.

Cuando éramos estudiantes de escuela primaria, en la década de 1960, se usaba un método convincente para aprender, uno que presidentes, políticos, diputados y profesionales han pasado por alto durante mucho tiempo, y del cual la población en general, incluidos muchos padres de familia y docentes, sigue sin saberlo y aplicarlo.

Esta no es solo una historia sobre lo que el Ministerio de Educación y los grupos magisteriales se han equivocado usando métodos retrógrados y hábitos profundamente arraigados que no dan buenos resultados. Tampoco es sobre los estudiantes que no están entusiasmados en aprender ni adquirir el conocimiento y el vocabulario que les permitirá tener éxito. Se trata de plantear una solución para arreglar nuestro sistema educativo y desbloquear el potencial de nuestros estudiantes. Ese remedio es prestar más atención a la lectura en los primeros años de enseñanza.

Hay un gran abismo entre lo que creen los maestros sobre cómo enseñar a leer y lo que han descubierto los científicos, razón por la que tantos estudiantes asisten a clases, pero siguen sin aprender. Resulta que la clave del éxito es exactamente lo que los docentes están despreciando: el conocimiento.

Para cualquier persona que se preocupe por el potencial de la educación para iluminar el futuro de los niños, la lectura es el factor clave. Así nos lo enseñó nuestro abuelo Rubén Darío Carles Oberto, quien, a través de sus libros, presentó una serie de escenas e historias vívidas en el aula y expuso un aspecto crucial de la educación que a menudo se pasa por alto: en la mayoría de las escuelas primarias panameñas, los maestros no están capacitados ni tienen el apoyo que se necesita para brindar contenido rico y profundo sobre historia, estudios sociales, la ciencia, el lenguaje y el mundo que los rodea. Y los estudiantes sufren por ello.

La brecha del conocimiento en Panamá es real y sus efectos son profundísimos. Durante más de cinco décadas, los distintos Gobiernos y sus políticos han ligado la enseñanza a la memorización, y en vez de promover el aprendizaje del conocimiento han recurrido a la rendición de cuentas por medio de pruebas y encuestas en nombre de aumentar las expectativas para todos. Y, en el proceso, han subestimado y perdido la pista de lo que los niños pueden y deben aprender para lograrlo.

Hoy en día, además del daño perpetrado al usar un enfoque equivocado en la enseñanza de la lectura, es lamentable que casi la mitad de las aulas panameñas sigue sin dar clases presenciales con la excusa de la pandemia. Una muestra más que cuando los educadores se empecinan en distanciarse de criterios respaldados por la investigación, pueden causar daños muy perjudiciales y contribuir a mantener el país rezagado en materia de educación.

Como padre y abuelo, pero especialmente como hijo y nieto de educadores, vemos el impacto debilitante en un niño de una educación desprovista de conocimiento histórico, cultural y científico, y el potencial humano desatado cuando se le permite a ese conocimiento desarrollar. Como industria y negocio, la educación a menudo ignora su propio pasado y no entiende cómo llegó a este presente. Con razón algo anda mal y no le vemos solución.

La responsabilidad principal de la educación es lograr que las escuelas se conviertan en centros especializados del conocimiento de las palabras y los mundos, necesarios para el florecimiento humano de sus estudiantes. Privar a esos estudiantes de este conocimiento básico en nombre de la burocracia de los políticos y el desinterés de los maestros solo crea mayores desventajas y empeora aún más el problema.

Los educadores son la base de una sociedad sana y los excepcionales tienen un impacto duradero. Los mejores maestros superan la mera instrucción para cultivar y capacitar a los estudiantes más allá de la escuela. A sus alumnos los tratan de eruditos, porque su enfoque de enseñanza siempre es inspirador para afrontar temas críticos como equidad, raza, identidad, progreso y desarrollo. Y como personas son humildes servidores que realizan un trabajo de enorme responsabilidad. Ojalá encuentren su rumbo y propósito de nuevo y ayuden al país a salir de esta enorme crisis que vivimos.

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