• 13/12/2025 00:00

Bailar pega’o: tradición que se resiste al olvido

Si bien los bailes llamados “típicos” en nuestro país comenzaron como una “curacha” o “caracha”, bajo la luz de una “guaricha”, con los aires musicales de nuestra cumbia panameña en un violín; con el paso del tiempo, esos mismos aires musicales pasaron al acordeón y, acompañados de tragos de chicha fuerte o seco —bebidas airosas que daban mayor alegría y emoción a estos pequeños conciertos—, se trataba de bailes en pareja o sueltos, pero siempre entre hombre y mujer, por así decirlo.

Era la oportunidad, después de algún tiempo de no ver ni conversar con una pareja, de bailar con ella, de sentir su aroma e interactuar, aunque brevemente. Fue así como muchas parejas escaparon de esos bailes y fundaron hogares para toda la vida: lucharon, criaron a sus hijos y disfrutaron de lo que el Creador les permitió. Era una forma bastante primitiva de establecer contacto para un hecho tan importante como enamorarse y fundar una familia. He allí la importancia de estos eventos.

La costumbre de “bailar pegado” en realidad no tiene un único origen, ya que existen múltiples bailes que involucran el contacto físico entre las parejas y que se han desarrollado a lo largo de la historia. Se puede encontrar en diferentes tradiciones, como la cumbia universal —que fusiona ritmos africanos, indígenas y españoles— o la danza de vudú, con raíces africanas.

Bailar pegados, según algunos conocedores, “es un abrazo disimulado” que representa una cercanía emocional, espiritual y corporal que ocurre en una pareja. Es una relación física que bien puede ser pasajera, mientras dure la pieza bailable. En 1023, el poeta alemán Ruodlieb hizo referencia a un baile de pareja cuyo motivo principal era el cortejo de un joven a una joven, quien rechazaba sus insinuaciones. En la Alemania del siglo XV, hombres y mujeres bailaban en pareja, cada uno tomado de la mano de su compañero y abrazándose.

El baile en pareja es una forma de conexión entre dos personas, donde ambos se relacionan de manera armoniosa y complementaria. Cada uno desempeña su propio papel y muestra su personalidad, pero juntos forman una unidad que se mueve en sincronía. Bailar en pareja es una experiencia única y emocionante que requiere conexión, confianza y, sobre todo, práctica. No solo se trata de seguir los pasos, sino de conectar con la otra persona a través del ritmo y el movimiento, creando un momento que ambos puedan disfrutar y recordar. Por esta y otras razones, sostengo que una de las experiencias más emocionantes es bailar con una pareja que no solo sepa bailar pega’o, agarra’o o suelto, sino por la cual sientas simpatía, respeto o simplemente atracción como persona.

Según el destacado acordeonista tableño y profesor de música Oscar Carrasco: “La cumbia en Panamá se toca y se baila de uno a otro confín del país, desde punta Burica hasta cabo Tiburón. Cada región tiene su propia variante de cumbia, y la tiene porque en cada una se vio influenciada en mayor o menor medida por el grupo étnico que predominaba, sea indígena, hispánico o español y negroide”. Basado en este comentario, concluyo que la música típica que se pavonea por todo el país en los acordeones, violines, mejoranas, guitarras, tambores, maracas y churucas es definitivamente la cumbia panameña y, según la variante, se baila “agarra’o” o “suelto”. La salsa es posiblemente el baile más sensual para parejas y también uno de los más populares, y en ese mismo nivel me atrevo a situar a la cumbia panameña: sentimental, lírica, armoniosa, cadenciosa y sensual, que invita a bailar con la pareja ideal.

Bailar en pareja no solo te mantiene física y psicológicamente en forma, sino que también es una oportunidad de descubrir una nueva afición junto con tu pareja. Así pues, los bailes de pareja son una oportunidad idónea para pasar más tiempo juntos, conocerse mejor e incluso descubrir facetas del otro que no conocías.

Luego de todas estas consideraciones, me resulta sumamente difícil entender por qué hoy día los bailes típicos se han convertido en solo conciertos donde no se baila ni se disfruta de esta actividad. Algo está mal.

¿Será que ya las parejas no necesitan ese momento, ese espacio para “abrazarse disimuladamente” al son de la música? ¿Será que la música típica de hoy no es como la de ayer, verdadera Cumbia Panameña y que ya no invita a las nuevas generaciones a encontrarse en la pista de baile? ¿Por qué lo que ayer eran conciertos de parejas bailando la cumbia panameña, hoy son conciertos de selfis, videos y gente trepada en mesas y sillas, gritando y haciendo barra a los artistas, a quienes poco les importa si se baila o no, en vez de disfrutar de lo que representa un buen baile?

Lo cierto es que, en medio de la modernidad, la Cumbia Panameña, al bailarla pega’o o suelto, sigue siendo un patrimonio vivo. Recuperar su esencia como baile de parejas es un reto cultural que implica volver a valorar su música y su lírica no solo como espectáculo, sino como puente de unión entre personas.

*El autor es escritor
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