• 14/04/2015 02:00

Carta abierta a los rectores americanos

Señores Rectores de América: Desde que fueron fundadas, las universidades han sido refugio de las libertades

Señores Rectores de América: Desde que fueron fundadas, las universidades han sido refugio de las libertades. La autonomía universitaria nació de la lucha para que los poderes constituidos las respetaran; por lo tanto, que una administración universitaria utilice su poder para atropellarlas es una contradicción que atenta contra la esencia misma de una institución de formación superior.

La persecución en la Universidad de Panamá, desatada desde hace años contra docentes, estudiantes y empleados, no tiene asidero en su naturaleza ni en su historia y tradición. Tampoco tiene base legal defendible más allá de un sentido de la ‘autonomía' que sirve a las actuales autoridades para manejar el Estatuto a su capricho, en total contradicción con las normas nacionales y los más elementales derechos humanos.

Esta persecución se origina en la reacción furibunda de las autoridades de la Universidad de Panamá ante las naturales críticas que sus abusos y la corrupción rampante e impune han provocado en la comunidad universitaria. La construcción de un complicado edificio clientelar y la modificación periódica de las leyes para beneficiarlo y fortalecerlo, impiden el ejercicio efectivo de la democracia: toda disidencia es aplastada, quien no se acomoda es atropellado, y, lo que es peor, si las leyes de la República ordenan el restablecimiento de la justicia, la administración universitaria hace caso omiso, esgrimiendo para tal desaguisado que el sentido ‘sui géneris' que tienen de la ‘autonomía' les brinda patente para desobedecer la Constitución.

Como resultado, se prescinde de los mejores docentes por razones políticas, mientras se nombran personas sin los requisitos que la Ley estipula; se persigue al funcionariado crítico, pero se premia a la dirigencia aduladora; se pone salario a los jefes de muchos grupos estudiantiles, mientras que se insulta a los jóvenes, que, enterados de lo que acaece en su universidad, votan siempre mayoritariamente contra la Administración (el rector los llama ‘inmaduros'). Esto ha significado una disminución del 40 % de la inscripción de estudiantes, pero un aumento notable en el nombramiento de los docentes. Ninguna universidad del mundo soporta tal golpe; pero en la Universidad de Panamá se pagan primero salarios inflados a profesores con hasta dos o tres ingresos y después, solo como una excusa, viene el interés de los estudiantes.

La docencia, vista la baja matrícula estudiantil, no se reorienta; la investigación es mínima, desarrollada por muy pocos que, con frecuencia, lo hacen por su amor al ejercicio intelectual, sin recursos ni facilidades; el análisis de los problemas nacionales resulta con frecuencia etéreo y cuando se presentan verdaderas crisis sociales, la administración universitaria, y los órganos de gobierno llamados a ello, hacen cómplice mutis y perdonan, así, hasta los asesinatos y torturas.

¿Cómo puede ser que en una universidad se hayan falsificado diplomas y sus responsables se mantengan laborando en ella, pero a quienes denuncian tal hecho los pretendan arrancar de su seno? ¿Dónde está la justicia en docentes con tres ingresos, mientras que los recursos para la investigación y la docencia son cercenados? ¿Cuál universidad de América o del mundo nombra catedráticos sin concurso? ¿Qué universidad entrega tan sumisamente su patrimonio a codiciosos empresarios en perjuicio de las actividades académicas? ¿Para qué sirve la autonomía en una universidad pública, si su administración es dócil y complaciente con los abusos de los poderes constituidos? ¿Dónde quedó la ‘conciencia crítica', el espíritu universitario de libertad?

Respetados Señores Rectores, aunque parezca obvia la respuesta, sabemos que esta nota va dirigida a personas de sentido crítico, el cual compele a no aceptar por buenas las palabras. Son muchos los hechos en los cuales las podemos sustentar. Los ponemos a su disposición, tal como lo hemos venido haciendo ante el pueblo panameño, cuyo sacrificio sostiene la universidad pública.

Les hemos dirigido esta carta, antes que para internacionalizar cuitas, para alertar al continente de las perniciosas consecuencias que tiene el ataque sistemático a la Universidad de Panamá y para pedir su solidaridad en nuestra lucha por recuperarla para nuestro pueblo.

*ESPECIALISTA EN ESPAÑOL, EGRESADO DE LA UNIVERSIDAD DE PANAMÁ.

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