• 31/05/2011 02:00

Caso de Daniel Delgado

La ‘sociedad civil’ se ha erigido en el símbolo de la moral ciudadana, al creerse la única y exclusiva poseedora de la verdad. Todo lo q...

La ‘sociedad civil’ se ha erigido en el símbolo de la moral ciudadana, al creerse la única y exclusiva poseedora de la verdad. Todo lo que dice es cierto y todo lo que expresan los demás es mentira. Con esa equivocada creencia, censuran y condenan a cualquiera, como santurrones ajenos a los pecados mundanos. Son los impolutos en un mundo corrupto, plagado de demonios, que por disposición divina se han convertido en la versión moderna de la Santa Inquisición. En su afán de criticar sin construir, dañan vidas y reputaciones y, arropados con ese disfraz, flotan por encima de la Ley, inmunes a cualquier tipo de responsabilidad penal o civil que pudiera emanar de sus acciones.

Expongo un ejemplo. La ‘sociedad civil’ se ensañó contra Daniel Delgado. Escudriñó su vida desde su concepción y descubrió, con la emoción de quien descubre un tesoro, que el entonces subteniente había ‘asesinado’ al cabo García Torres, y entonces montó una campaña brutal de desprestigio. El Ministerio Público inició una investigación, bajo la presión permanente de la ‘sociedad civil’, y sometieron al militar a un proceso por el Delito de Homicidio Doloso. Pese a los esfuerzos de sus defensores, el también abogado ha sido llamado a juicio. La ‘sociedad civil’ se lima las uñas para estar lista para el día de la audiencia. Ese día pedirá la cabeza del ‘criminal’, con el mismo ahínco que sus colegas de la Inquisición sometían a los peores suplicios a los que se atrevían a dudar de las bondades del cielo. Ya los escucharán los que tengan oídos para oír.

Pero, independientemente de lo que diga la ‘sociedad civil’, en el proceso se ha probado que el lamentable hecho que produjo el fallecimiento de García Torres sucedió el 8 de febrero de 1970, es decir, hace 41 años. Esta realidad debió motivar al fiscal, en su momento, o al juzgador, para declarar Prescrita la Acción Penal, sea cual fuese el ilícito atribuido a Delgado, aplicando el Código Penal vigente al momento del hecho (1922), o los posteriores (1882 y 2008). Esto, porque nuestro proceso penal obliga al Ministerio Fiscal y al juzgador a examinar si en la causa que atiende se ha producido algún evento que extinga la Acción Penal o la Pena (artículo 1960 del Código Judicial).

Quiero tocar otro aspecto. Se le imputa a Delgado el Delito de Homicidio Doloso y, sin embargo, no es éste, desde mi humilde óptica jurídica, el ilícito que pudo haber cometido. Todas las circunstancias anteriores, concomitantes y posteriores al evento, que constan en autos, obligan a describir la conducta del militar como la de Lesiones Personales con resultado muerte. E, inclusive, me atrevería a decir que esta última conducta adolece de un elemento indispensable cual es el dolo, sin el cual, según nuestra Ley Penal, no existe Delito (artículo 26 del Código Penal). ¿Quiso el subteniente Delgado lesionar al cabo García Torres? ¿Era su intención causarle una lesión física? A la luz de lo que consta en las sumarias la respuesta es que no hubo dolo en la conducta de Delgado.

Un tercero y último aspecto que quiero resaltar es que nadie con cuatro dedos de frente puede decir que estamos ante un crimen de lesa humanidad y, por lo tanto, imprescriptible. El artículo 7 del Estatuto de Roma, define lo que se entiende por crimen de lesa humanidad, señalando que se trata de un ataque generalizado o sistemático contra una población civil y con conocimiento de dicho ataque, bien asesinando, exterminando, esclavizando, deportando, etc. a esa población civil. La conducta de Delgado fue un hecho aislado y no formó parte de un ataque generalizado y sistemático contra la población civil.

Como hombre de ley debo confiar en la administración de justicia y seguro estoy de que, ante un jurado de conciencia, mi hoy colega sabrá defender su conducta y salir absuelto. Entonces, he de recomendarle que interponga las acciones por daños y perjuicios contra esa ‘sociedad civil’, que, si tiene dignidad, tendrá que tragarse públicamente sus lacerantes palabras con el mismo afán de aquel que se come un sapo. Ya lo verán los que tengan ojos para ver.

*ABOGADO.

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