• 21/07/2023 00:00

La condena de Martinelli: entre el júbilo y la cautela

“La responsabilidad final, sin cansarse ni dormirse, recae en cada panameño decente, con su vigilancia diaria y tenaz, para que una vez más la justicia no sea torcida por el poder del dinero y el crimen”

La condena de Ricardo Martinelli por la jueza Baloisa Marquínez por blanqueo de capitales, conocida por la comunidad en sus aspectos esenciales, ha producido júbilo entre quienes la consideran una decisión justa sobre el individuo más corrupto habido en el ejercicio de la función presidencial de la República de Panamá. Una ola de esperanza en la vigencia del imperio de la justicia a partir de ahora, agita las mentes y los corazones de los ciudadanos decentes de Panamá. Se espera que cumplidas las instancias judiciales y confirmada la sentencia, Martinelli pague por sus delitos y sea proscrito de la vida política de Panamá, lo que representaría un beneficio moral y cívico inconmensurable para nuestro atribulado país.

Como muchos, tan regocijado estaba, que ya echaba a rodar una modesta celebración individual. Pero de pronto, me detuve y, poseído de un sentimiento de cautela, decidí posponer esa celebración por algunos... años, para examinar a continuación alguna situaciones posibles en que este beneficio se cumpla o no.

Optimista, en primer lugar, la hipótesis de Panamá como país legal en que las leyes se aplican rigurosamente por funcionarios probos ante una opinión pública vigilante. En tal situación, Martinelli sería recluido en un recinto carcelario donde recibirá el justo, pero riguroso tratamiento uniforme con las restricciones y limitaciones propias de esa condición, y así pasará el tiempo y así cumplirá su período de condena.

En segundo lugar, más moderada y realista, la hipótesis de Panamá del país real, en que todas las trampas y artimañas que emanan del poder económico puedan llevarse a cabo con éxito. Tendríamos entonces a un reo en una cárcel cinco estrellas, administrando sus negocios y usando sin control los medios legales, profesionales, políticos, legislativos al alcance de sus vastos recursos, de su práctica usual de soborno e intimidación. Lloverían sin cesar opiniones médicas compradas, tratamientos de salud ficticios, abundantes leguleyadas, incesantes iniciativas legislativas y ejecutivas del perdón o amnistía, campañas en los medios de información, piadosos llamados a la conmiseración, promesas de intercambiar secretos, extorsión a víctimas por sus audios, organizada solidaridad mafiosa, regalos a personas y comunidades necesidades. Todo frente a los ojo de funcionarios que mirarían para el otro lado y a una opinión pública distraída y deseosa de alguna prebenda. Como una lotería adicional, apuestas de cuántos años de cárcel pagaría Martinelli y cuándo volvería a dominar el poder político.

El asunto es demasiado serio para estar jugando a las apuestas. Es que la condena es solo el comienzo. Un largo y sinuoso camino podemos tener frente a nosotros. Mucho cuidado, mucha atención, ciudadanos. La responsabilidad final, sin cansarse ni dormirse, recae en cada panameño decente, con su vigilancia diaria y tenaz, para que una vez más la justicia no sea torcida por el poder del dinero y el crimen.

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