• 19/10/2023 00:00

CRU de Colón e irregularidades; un microanálisis

Siempre se ha dicho que la historia estudia el pasado, pero parafraseando a Marc Bloch la historia estudia las actuaciones de los hombres en el tiempo

He visto divulgarse por muchos medios de comunicación la posición de la Universidad de Panamá en rankings mundiales, luego de evaluarse la calidad de algunos aspectos o indicadores. De hecho, alcanzar posiciones aceptables y hasta interesantes entre miles de instituciones homólogas a nivel mundial constituye timbre de orgullo, sin embargo, la generalización de este evento a todo el accionar institucional puede ser impropio y hasta ingenuo.

La forma como se difunde la noticia, para muchos desprevenidos, pudiese dar la sensación de totalidad. Es decir, de que todo el accionar en esta casa de estudios superiores es de ranking mundial. Claro, sin menoscabar que los indicadores de calidad en los que se ha sobresalido muestran los cambios y progresos que ha venido experimentando la universidad de todos los panameños, en su devenir histórico.

Ahora, una mirada a lo lejos desde una perspectiva totalizante, globalizante o generalizante parecida a la que ofrecen los modelos explicativos historiográficos tradicionales, nos niega el acceso a situaciones más realistas o problemas más complejos que acaparan la institución. Por el contrario, realizar una lectura diferente desde una perspectiva más específica –análisis microscópico– nos permite observar muchas cosas que no han sido tomadas en cuenta.

Sería ignorar, como dice Levi (2019): Cuántas cosas parecen relevantes al ser observadas con el microscopio, incluso cuando –para decirlo en palabras de Musil– aparentemente no sucede nada (pág. XVII). Las irregularidades administrativas vividas y sufridas desde dentro de la universidad, específicamente desde una de sus unidades académicas –el CRU de Colón–, advierte de cosas que desde una perspectiva generalizante no se perciben.

La vivencia de recibir, por parte del coordinador de la Facultad de Humanidades, el horario para impartir clases dos meses y medio (13 de junio de 2023) –vía WhatsApp– después de iniciado el primer semestre y luego, sorprendentemente, a nueve días (29 de julio de 2023) de finalizar el mismo, recibir la notificación de revisar la plataforma porque se me asignaron otros grupos para completar las horas es disonante. A propósito, el horario terminó siendo un entuerto poli especialidades.

De hecho, es el tradicional matraqueo politiquero que se fragua desde la Secretaría Académica en contubernio con el coordinador de la Facultad de Humanidades que, al parecer, allana el camino ante sus aspiraciones de regentar el CRUC desestructurar y reacomodar horarios, para beneficiar a determinados docentes es lo cotidiano; ni hablar del coordinador de la Escuela de Geo-Historia que evalúa documentos de Banco de Datos desconociendo lo establecido por el manual de procedimientos para tales efectos. Las pruebas lo demuestran.

Estas irregularidades institucionales evidencian que mirar las cosas por dentro nos sustrae de la vacuidad y el simplismo de las generalizaciones. El discurso de que la universidad es una institución académica en la que se toman decisiones políticas se torna peligroso. Pues, dichas irregularidades trastocan la academia y con ello, podríamos estar encaminándonos –en palabras de Boaventura de Souza Santo– al epistemicidio: Asesinato del conocimiento.

Siempre se ha dicho que la historia estudia el pasado, pero parafraseando a Marc Bloch la historia estudia las actuaciones de los hombres en el tiempo (corto o largo). O sea, no desconoce la historia presente, pues como dijera Julio Aróstegui la historia antes que escrita fue vivida. El escaso registro de nuestras experiencias vividas hoy, aunque seamos considerados individuos poco importantes, banales y hasta desechables, servirán a la historia para reivindicarnos mañana.

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